NUEVA YORK.- El expresidente Donald Trump llegó al día de las elecciones con una ferviente base de partidarios y la experiencia de haber sido candidato en dos ocasiones a las elecciones presidenciales. También llegó con condenas por delitos graves y un gran número de votantes que lo veían con malos ojos.
Era, en resumen, un candidato que cargaba un bagaje extraordinario. Pero Trump lo superó, presentándose ante un electorado ávido de cambios y descontento con la dirección del país bajo el mando del presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris.
Estas son las claves por las que ganó la elección.
Un estado de ánimo amargo
Por un margen decisivo, los votantes pensaban que el país iba en la dirección equivocada: así lo dijo el 74%, en una encuesta de ABC/Ipsos publicada el domingo por la mañana. Desde 1980, esa estadística, el número de votantes que piensan que la nación va en la dirección equivocada, ha sido un indicador infalible de que el partido en el poder perdería la Casa Blanca.
Trump consiguió cargar a Harris con el historial del presidente Biden. Y apeló al malestar de los votantes con su sombrío discurso sobre el estado de la nación, y con sus vagos recuerdos de los días supuestamente mejores en los que fue presidente.
La economía —o más bien la percepción pública de la economía— muestra la magnitud de la preocupación de los votantes. Los precios subieron solo un 2,1% en septiembre respecto al año anterior, y la economía creció un vigoroso 2,8% en el último trimestre. Pero el 75% de los votantes dijeron que la economía estaba en mal estado en una encuesta de The New York Times/Siena College realizada en octubre.
Y cuando el último informe de empleo del Departamento de Trabajo previo al Día de las Elecciones mostró un crecimiento anémico, debido en gran parte a los huracanes y a una importante huelga laboral, Trump se abalanzó sobre él. “Ese flamante informe sobre el empleo demuestra de manera decisiva que Kamala Harris y el corrupto Joe han llevado nuestra economía al precipicio”, dijo Trump en un mitin en Michigan la semana pasada.
Inmigración
Trump volvió al tema que ha definido su marca política: la amenaza y el desorden que supone la inmigración ilegal. Sus anuncios incluían imágenes en blanco y negro que mostraban a inmigrantes corriendo para cruzar la frontera o merodeando por las calles de las ciudades. Pidió la pena de muerte para los inmigrantes que mataran a agentes del orden. “Los suburbios están siendo atacados”, dijo el sábado en Virginia.
Aprovechó el gran número de inmigrantes que aparecieron en ciudades alejadas de la frontera sur durante la campaña, así como los informes de delitos cometidos por inmigrantes —a menudo distorsionando salvajemente esos informes— para exagerar la sensación de que los votantes pronto podrían verse asediados en sus propias comunidades. En la última encuesta nacional de The New York Times/Siena College de la campaña, el 15% de los encuestados dijo que la inmigración era la cuestión más importante a la hora de decidir su voto. La economía fue la cuestión más importante, nombrada por el 27% de los encuestados.
El candidato
La victoria de Trump es un testimonio del profundo e intenso afecto del que goza entre una amplia franja del electorado. Su campaña fue cualquier cosa menos impecable.
Pero, como ha conseguido hacer a lo largo de toda su trayectoria política, sobrevivió repetidamente al tipo de reveses —la paliza que le dio Harris en el debate, por ejemplo, y su mitin en el Madison Square Garden en el que un comediante denigró a Puerto Rico, a los votantes negros, a los judíos y a los palestinos— que habrían hundido a casi cualquier otro candidato.
Con frecuencia afirmaba desafiar a sus propios asesores, desechando discursos preparados para hablar en su lugar de los “enemigos internos” o de Liz Cheney. Si eso frustró a sus asesores, es evidente que encantó —y entretuvo— a sus partidarios. Su victoria significa que no desanimó a los votantes indecisos.
Género
La victoria de Trump es la segunda de sus tres candidaturas a la presidencia. En ambas victorias, derrotó a una mujer, lo que sugiere una vez más que a muchos votantes les cuesta imaginar a una mujer en el Salón Oval.
Puede que sea difícil demostrar que Harris perdió específicamente a causa del sexismo. Pero el género desempeñó un papel importante en la forma de votar de los estadounidenses este año.
La última encuesta del New York Times/Siena College, realizada a finales de octubre, reveló que Trump aventajaba a Harris entre los hombres, 55% frente a 41%. El estilo fanfarrón y desinhibido de Trump, junto con sus promesas de una economía próspera, tuvo especial resonancia entre los hombres negros y latinos. Eso le ayudó a minar una parte vital de la base demócrata.
Las personas transgénero como chivos expiatorios
Trump ha aprovechado la ira y las quejas a lo largo de su carrera política. Eso fue especialmente eficaz este año, en medio de la percepción, incluso entre muchos demócratas, de que el partido había ido demasiado a la izquierda en algunas cuestiones culturales. La principal de ellas eran los derechos de las personas transgénero.
Trump sugirió a menudo, y falsamente, que los niños iban a la escuela y volvían a casa habiendo sido sometidos a cirugías de cambio de género sin el conocimiento o consentimiento de sus padres. Una vez que su campaña encontró videos en los que Harris, como fiscal general de California, adoptaba posturas que estaban dentro de lo que él presentaba como el lado woke de estas cuestiones, él y sus aliados gastaron millones en hacer llegar esas declaraciones a los votantes.
Un mes antes de las elecciones, Trump y los grupos republicanos habían gastado 65 millones de dólares en publicidad centrada en temas transgénero, según un análisis del New York Times de datos publicitarios recopilados por la empresa de seguimiento de medios AdImpact.
Por Adam Nagourney