Todo sucede dentro del 3 o 4%. Sí, la vida de Estados Unidos, de sus candidatos presidenciales, de unos 180 millones de votantes hoy transcurre dentro del margen de error. Nada rompe el muro de la paridad, ni los escándalos, ni las gaffes, ni las propuestas alocadas, ni las declaraciones peyorativas.

Faltan dos días para las elecciones y Harris y Trump se sacan entre 0,5 y 2 puntos en los promedios de encuestas sobre el voto popular, con Harris arriba en la mayoría de ellos.

En Pensilvania, el más decisivo de los siete estados pendulares que definirán al sucesor de Joe Biden en el Colegio Electoral, la vicepresidenta demócrata le lleva un punto al ex mandatario republicano, de acuerdo con algunos sondeos. Para otros, la ventaja es de Trump, también por un punto porcentual. Otras encuestas directamente apuntan al cero total: 48% de intención de voto para la ex senadora y 48% para el empresario. Los otros seis estados presentan versiones diferentes de la misma paridad.

El director general de Tesla y SpaceX, Elon Musk, ofrece un discurso durante un mitin con el nominado republicano a la Casa Blanca, el expresidente Donald Trump en el Butler Farm Show, en Butler, Pensilvania, el 5 de octubre. (AP Photo/Alex Brandon)

Nunca en su riquísima historia electoral Estados Unidos había albergado una campaña tan pareja como beligerante. Los norteamericanos llegan a su nuevo supermartes presidencial con mucho suspenso y una duda acuciante: ¿la paridad es el reflejo fiel de una nación partida en mitades perfectas en una guerra política y cultural o es un artefacto construido por sondeos incapaces de detectar corrientes subterráneas, como lo fueron el voto tímido por Trump en 2016 y 2020 o el voto bronca de los demócratas por los fallos antiaborto en 2022?

El empate técnico fue la constante de estos 75 días de contienda entre Trump y Harris. La vicepresidenta encabeza los promedios de sondeos desde inicios de agosto, poco después de que Biden renunciara a su candidatura, el 21 de julio. Sin embargo, propulsado por el apoyo de jóvenes de minorías negros y latinos, Trump empezó, en la segunda semana de octubre, una remontada que permitió a los republicanos ilusionarse con el regreso a la Casa Blanca y edificar un relato de victoria inevitable que persiste hasta hoy.

Esa narrativa, de todas maneras, comenzó a debilitarse la semana pasada, cuando errores no forzados de la campaña republicana y una operación territorial demócrata envidiada por sus rivales, ayudaron a Harris a recuperar el aliento y estabilizar su caída en las encuestas. Ahora los que se esperanzan son los demócratas; creen que la recuperación está motorizada por los votantes indecisos, que suelen definirse pocos días antes de las elecciones y que serán críticos para romper la paridad.

Una fila de personas aguarda para pedir una boleta para votar en Doylestown, Pensilvania, el 29 de octubre del 2024. (AP Foto/Mike Catalini)

La remontada de Trump y la estabilización de Harris están, claro, dentro del margen de error y tanto relato parece desproporcionado… salvo que las encuestas se equivoquen, otra vez. La historia de errores en los sondeos favorece cíclicamente a republicanos y demócratas. En 2012, subestimaron a Barack Obama y en 2022, a los demócratas en las elecciones legislativas. En 2016 y 2020, a Trump, dos fallos grabados en la memoria global como evidencia de la potencia electoral del expresidente y del descrédito de los sondeos. ¿A quién benefician esos errores –de existir- hoy? La campaña demócrata y la republicana confían en ser, cada una, la subestimada. Mientras tanto apuestan, en los días finales, a los números que señalan victorias posibles para una y otra.

1- ¿A quién subestiman esta vez las encuestas?

“Sondeos en manada”, “voto recuerdo”, el glosario y la metodología de los sondeos se expandieron considerablemente en este ciclo electoral ante el pánico de las encuestadoras de errar ruidosamente otra vez.

Tanto miedo tienen que algunos especialistas hicieron oír, en los últimos dos o tres días, sus sospechas de que muchas consultoras recayeron en una práctica que les permite acercar sus resultados a los de sus colegas.

La táctica se denomina “herding” y sería algo así como llevar en manada los resultados. Por eso, argumentan esos expertos, los sondeos de los estados clave terminan todos en empate mientras que eso no sucede en los estados menos disputados. Ninguna consultora se arriesga a apartarse mucho del promedio para evitar una equivocación demasiado visible.

“Hay más ‘herding’ [que en inglés también significa pastoreo] en las encuestas de los estados clave que en una granja escocesa de ovejas”, ironizó anteayer Nate Silver, gurú de los promedios de sondeos, en un blog que apuntó con nombre y apellido a varias consultoras y atizó el debate sobre la paridad entre Harris y Trump.

¿Entonces si la paridad puede ser artificial, qué están pasando por alto las encuestas?

Los republicanos, obviamente, responden que a ellos. Enumeran varias razones: algunos votantes aún sienten vergüenza de inclinarse por un candidato tan adicto a los insultos y a las declaraciones racistas o sexistas como Trump; otros desconfían profundamente de los encuestadores por haber subestimado a su líder y otros están tan lejos de los centros del poder que el establishment los ignora.

Algunos especialistas, sin embargo, disienten con los republicanos. “Hay razones para creer que, como resultó ser el caso de Trump, hay todo un arco de votantes de Harris que no está siendo medido”, advirtió, ayer en una columna en el sitio Politico, el analista de datos electorales Justin Brown.

¿Cuáles son esos seguidores olvidados de la vicepresidenta? “Uno de esos grupos son los republicanos que crecientemente se sienten fuera de su partido; esos son los votantes de Nikki Haley [una conservadora moderada y la rival más importante de Trump en las primarias]”, agregó Brown y explicó que el 36% de esos republicanos dice, en sondeos privados, que se inclinará por la candidata demócrata.

2. ¿Espejismo rojo u ola antioficialista?

El “herding” o el voto ignorado no son los únicos ejes de controversia con los sondeos en esta campaña 2024. Dirigentes demócratas y especialistas acusan a los republicanos de inundar las redes y los medios con encuestas partidarias de baja calidad para construir la sensación de que Trump no solo crece sino que es imbatible. Tan invencible que este año, a diferencia de 2016, podría ganar el voto popular además del Colegio Electoral.

Donald Trump sorprendió y ganó la presidencia de Estados Unidos

El relato de invencibilidad tiene otro pilar; los sitios de apuestas –el más grande de ellos es propiedad de un empresario cercano al ex presidente- acompañaron la remontada de Trump en octubre con un crecimiento sostenido de las probabilidades de triunfo republicanas.

Esos sitios, sin embargo, registran desde el martes pasado una caída en pique del expresidente y una recuperación proporcional de su rival. ¿Por qué? Las expresiones de racismo, chauvinismo y sexismo que dominaron el acto republicano del domingo pasado en el Madison Square Garden podrían haber alienado a votantes decisivos para Trump. Los sondeos, ciertamente más científicos que los sitios de apuestas, reflejan ese cambio más tenuemente, pero de forma lo suficientemente clara como para inquietar a la campaña republicana con que su relato de invencibilidad apenas puede ser un espejismo el próximo martes.

Los errores no forzados de un Trump incontenible son el desvelo de los asesores del expresidente. Ellos preferirían que su candidato se concentrara sin distracciones en cuestionar la economía de Biden, la gran debilidad de una Harris que aún no logra articular políticas de costo de vida sólidas y diferenciadas, y en resaltar su propia gestión de crecimiento entre 2016 y 2020.

La inflación alcanzó ya un piso de 2,8% pero hace dos años superó el 7% y el nivel de precios aún agobia a los norteamericanos. Por eso, solo un 28% de norteamericanos cree –según encuestas de Gallup y de The Washington Post divulgadas la semana pasada- que Estados Unidos va por el camino correcto. Nunca en Estados unidos un partido logró la reelección con tan bajos niveles de satisfacción.

Desde la irrupción de la pandemia, el mundo vive una ola antioficialista que, en una tras otra elección, depositó a candidatos opositores en los gobiernos. La campaña de Trump quiere sumar a Estados Unidos a esa oleada, incluso cuando su propio candidato no la ayude.

3. ¿Cuán grande será la máquina azul?

Los demócratas son conscientes de que la crisis de costo vida y los precios en niveles inesperados son su mayor debilidad. Pero se ilusionan con que todos los norteamericanos estén ya empezando a sentir en sus vidas diarias los beneficios de cifras de crecimiento y desempleo que deslumbran al resto del mundo.

Ven señales alentadoras en un indicador que suele tener correlación directa con el resultado electoral. El índice de expectativas del consumidor de la Universidad de Michigan mostró que en octubre tuvo un crecimiento interanual de 25%.

La semana pasada llegó con otras señales esperanzadoras para los demócratas. Una encuesta de CNN del sufragio anticipado en los siete estados clave reveló que las mujeres votaron con mayor intensidad que los hombres, en una proporción promedio de 55 a 45.

El voto femenino favorecería a Kamala Harris

El voto femenino es la mayor apuesta de Harris, de la misma manera que el voto masculino lo es para Trump. Los números, en ese caso, están del lado demócrata. Las porción de población femenina es ligeramente mayor que la de hombres (50,5%) y sobre todo, las mujeres votan con más frecuencia que los hombres. Tal vez por eso los sondeos de los votantes anticipado de CNN, Marist y Fox News muestren, por ahora, una fuerte ventaja de Harris.

Los números del sufragio anticipado, sin embargo, no son del todo favorables para los demócratas. “Cuando los votantes votan, ganan los demócratas”, dice un refrán norteamericano. Parece una perogrullada pero no lo es; la frase indica que la historia muestra que a mayor participación electoral, más chances tiene los demócratas de llegar a la Casa Blanca. Y por ahora el voto anticipado no muestra gran movilización.

A cifras de este sábado, habían votado ya 69,2 millones de norteamericanos. Es casi el 45% de los sufragios totales de 2020, pero no está a los niveles de voto anticipado de ese año, cuando a esta altura de la campaña ya habían depositado su boleta 87 millones de estadounidenses.

Inquietos, los demócratas advierten que, en 2020, la pandemia condujo a millones de norteamericanos a votar por mail o por anticipado en persona para evitar el contagio en las colas eternas del martes electoral. La participación ese año fue significativamente más alta que la de 2016 (66,5% contra 60%), una afluencia determinante en la victoria de Biden.

La maquinaria demócrata ese año fue también decisiva y este año los será más. Un aparato que supera en recursos, financiación, donaciones, personal pago, oficinas y determinación al republicano promete movilizar hasta el último votante de hoy al martes. Los números de la aceitada máquina demócrata son sorprendentes: 13 millones de visitas a hogares de votantes y 100 millones de llamadas en estados clave solo en octubre.

La maquinaria demócrata o el relato y la épica antioficialista republicanos, uno de ellos quebrará el martes los límites del margen de error para llevar a Harris o Trump a la Casa Blanca.