WASHINGTON.- El expresidente Donald Trump y sus aliados encararon la recta final de la campaña con una estrategia que se parece mucho al subversivo manual que usaron para impugnar su derrota hace cuatro años. Esta vez, sin embargo, Trump cuenta con refuerzos: la de grupos autónomos que crecieron bajo la idea falsa de una elección robada.
A pocos días de las elecciones, Trump ya está acusando a los demócratas de ser “una manga de tramposos”, y en los estados todavía indecisos, sus aliados distorsionan informes de fallas en la elección para instalar el relato de un fraude generalizado.
Trump y sus más prominentes seguidores han mostrado encuestas encargadas por los republicanos y datos de las apuestas electorales para afirmar que se encaminan hacia una “victoria aplastante”, como dijo recientemente su máximo representante, Elon Musk. Generar esa expectativa va preparando el terreno para la incredulidad y la indignación de sus partidarios si Trump pierde la elección.
Y como un eco exacto de su intento fallido —y según los fiscales, contrario a la ley— de aferrarse al poder después de las elecciones de 2020, algunos de sus asesores más influyentes ya están adelantando que Trump volverá a intentar adjudicarse la victoria antes de que haya terminado el recuento de votos.
Así arrancó su intento de desconocer la derrota hace cuatro años y fue preparando el camino para el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021. En muchos aspectos, sin embargo, esa embestida que condujo a los hechos del 6 de enero nunca terminó.
“Fueron cuatro años de difundir mentiras sobre las elecciones, de reclutar voluntarios para poner en jaque al sistema y de presentar demandas judiciales”, dice Joanna Lydgate, directora del States United Democracy Center, una ONG que trabaja con el gobierno para reforzar la confianza en el sistema electoral. “Y hoy todo ese proceso está llegando a su punto culminante”.
“No sorprende a nadie que Trump ya esté cuestionando el resultado de una elección que todavía no ocurrió”, dice Dana Remus, máxima representante legal de la campaña de la vicepresidenta Kamala Harris. “Ya fracasó cuando lo intentó en 2020 y ahora volverá a fracasar”.
Las encuestas muestran una carrera efectivamente empatada, lo que deja abierta la posibilidad de que Trump gane y no tenga motivos para cuestionar el resultado. En ese caso, la cuestión de aceptar o no los resultados recaería en Harris, quien ha dicho que defenderá “las elecciones libres y justas” y la “transferencia pacífica del poder”.
Diferencias
A pesar de las muchas similitudes, entre la situación en 2020 y la actual hay diferencias importantes que tranquilizan al conglomerado de abogados de derechos civiles, dirigentes demócratas y republicanos, y funcionarios electorales que trabajan para evitar que se repita lo de 2020:
- El Congreso aprobó la nueva Ley de Reforma del Recuento Electoral, destinada a dificultar la posibilidad de frenar la certificación final de los resultados por parte del Congreso, como Trump intentó hacer hace cuatro años.
- Hoy Trump ya no controla el gobierno federal, al que intentó utilizar a su favor en 2020. Y en los diferentes estados hay menos republicanos con ideas afines en puestos de poder.
- Los propagadores más estridentes de la teoría de la “elección robada” pagaron muy caro por difundirlas: el año pasado, Fox News tuvo que pagarle 787 millones de dólares a Dominion Voting Systems para frenar una demanda judicial en su contra por impulsar la falsa teoría de que las máquinas de Dominion habían cambiado los votos.
- Finalmente, después de la experiencia de 2020 y de los recientes enfrentamientos por cuestiones referidas a la votación, los funcionarios electorales han aprendido cómo resguardarse para cualquier intento similar este año.
Sin embargo, si bien Trump ya no tiene el control del gobierno federal, sus militantes han logrado colocar a conservadores que desconfían de las elecciones en puestos claves de todo el sistema electoral, ya sea como observadores electorales, fiscales de mesa, o incluso como funcionarios locales a cargo de certificar los resultados en su jurisdicción.
Además, la nueva ley tiene lagunas que Trump podría tratar de aprovechar. La ley establece, por ejemplo, un plazo muy estricto para que los estados envíen a Washington sus resultados finales certificados, antes de la votación en el Colegio Electoral.
Pero algunos funcionarios alineados con Trump reclaman que se bloquee la certificación a nivel local, lo que alienta la chance de que el proceso se paralice antes de ese plazo límite. La ley no contiene un remedio claro para el caso de que el plazo no se cumpla.
Finalmente, aunque algunos medios como Fox y Newsmax enfrentaron serias demandas judiciales por difamación, las principales plataformas de redes sociales redujeron drásticamente sus esfuerzos para frenar los contenidos falsos.
Y ninguna ha ido tan lejos como X, que viene siendo utilizada por su propietario, Elon Musk, para fogonear activamente la sensación de que Trump está destinado a ganar y para difundir sus propias falsas denuncias sobre la votación.
“Los aliados del expresidente Trump han invertido mucho para instalar la sensación de que su victoria es inevitable”, dice David Becker, director ejecutivo del Centro de Innovación e Investigación Electoral, una organización no partidista que asesora a los funcionarios electorales. “Esa es la expectativa que están generando entre algunos de sus partidarios”.
Paso 1: Adjudicarse el triunfo
En la previa de estas elecciones, ya se han dado varias escenas que parecen salidas de la causa federal contra Trump por interferencia electoral después de su derrota en 2020.
El martes fue liberado de prisión Steve Bannon, una influyente figura de los medios de comunicación de derecha y asesor cercano de Trump, y a la salida ya les dijo a los periodistas que la noche de las elecciones Trump debería actuar de manera preventiva y adjudicarse directamente la victoria.
En palabras de Bannon: “Tendría que pararse y decir: ‘Ey, ya gané, y tengo un equipo de gente para asegurarse de que esta vez no nos roben’”.
En sus recientes presentaciones judiciales donde acusa a Bannon como co-conspirador en la causa contra Trump por interferencia electoral, el fiscal especial Jack Smith señala que Bannon dijo exactamente lo mismo hace cuatro años.
“Lo que Trump tiene que hacer es simplemente adjudicarse a victoria, ¿no?”, dijo Bannon según los registros judiciales. Y luego agregó: “Eso no significa que sea el ganador; simplemente va a decir que es el ganador”.
Y Trump hizo exactamente eso, desatando una avalancha de demandas judiciales, casi todas desestimadas, ya que los jueces las consideraron sin fundamento.
Paso 2: Sembrar la duda
En toda elección se producen errores humanos y tecnológicos, pero Trump y sus aliados han distorsionado la naturaleza de esos hechos para presentarlos como evidencia de un accionar doloso de los demócratas.
En 2020, los que lo aplaudieron fueron un grupo marginal de asesores y aliados, pero ahora toda la maquinaria del Partido Republicano y sus más influyentes aliados están apelando a distintos recursos para afirmar públicamente que Trump solo puede perder si alguien hace trampa.
Otra táctica de 2020 es la de quejarse porque en estados como Arizona y Pensilvania es improbable que el conteo de votos termine antes de bien entrada la noche del día de las elecciones.
Los funcionarios electorales señalan que las demoras en los conteos no son una señal de problemas, pero sabiendo que corren una carrera contra la desinformación, están trabajando para acelerar el proceso.
“Tenemos que acortar los tiempos”, dice el secretario de Estado de Nevada, el demócrata Cisco Aguilar. “Así les vamos a cerrar la boca”.
Paso 3: Generar disrupción
Si bien en 2020 Trump concentró sus esfuerzos en frenar el último paso de las elecciones —la certificación de los resultados en el Congreso—, este año sus aliados también han apuntado contra las vulnerabilidades del proceso electoral desde su inicio.
El proceso arranca con las 10.000 jurisdicciones electorales cuyos funcionarios tienen el mandato de certificar los votos antes de enviarlos a las capitales de sus estados, desde donde después de cumplir con la certificación de ese estado, los números totales y sus listas de delegados envían a Washington.
Aunque es un proceso obligatorio por ley en todos los estados, los miembros de las juntas de al menos 20 condados de ocho estados han actuado para bloquear la certificación local, y en unos pocos casos lo han logrado, al menos temporalmente.
En los estados clave, los funcionarios electorales ya tienen preparadas presentaciones judiciales para obligar a las juntas recalcitrantes a certificar los resultados a tiempo.
Por Jim Rutenberg y Alan Feuer
Traducción de Jaime Arrambide