La reina Sofía sopla este 2 de noviembre las velas por su 86 cumpleaños en el Palacio de la Zarzuela, donde llevará a cabo un almuerzo con varios familiares y amigos íntimos. Aunque se trata de una fecha especial, lo cierto es que la madre de Felipe VI no descuida sus compromisos con la Corona. Ese mismo día tomará un avión con destino a Nueva York para, dos días después, presidir la entrega de los premios del Queen Sofía Spanish Institute, donde entregará el galardón al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, premiado por sus destacadas contribuciones a la apreciación global del mundo de habla hispana a través del arte y los esfuerzos humanitarios.
“Para ella es un momento magnífico y muy especial, aunque ensombrecido por la muerte de sus seres queridos, especialmente la de sus dos sobrinos Fernando y Juan Gómez-Acebo, que fallecieron demasiado jóvenes, y algunos leales amigos”, desvelan fuentes cercanas a la Emérita a ¡Hola! sobre su gran día. Durante los últimos meses, el día a día de la abuela de la princesa Leonor se ha visto salpicada por las polémicas fotografías y audios de su marido, Juan Carlos I, y Bárbara Rey. Este escándalo volvió a poner el foco en una época que Sofía preferiría dejar en el pasado, pues aunque era un secreto a voces, el hecho de que esta infidelidad se haya expuesto públicamente ha sido una ofensa.
Centrada por completo en su papel dentro de la monarquía española, la madre de las infantas Cristina y Elena se ha volcado en su trabajo con la idea de obviar este duro capítulo. Tanto es así que su agenda oficial cuenta con cada vez más citas. Y es que “después de todo lo que ha pasado, sería normal imaginársela triste y decaída, pero no es así como se siente. Ya no duele como antes. Han sido muchos golpes”.
Su infancia en el exilio
La vida de la reina Sofía no ha sido nada fácil, pues en todos estos años ha tenido que enfrentarse a momentos muy duros, comenzando por su propia infancia, en la que tuvo que vivir la dura experiencia del exilio. Los Reyes Pablo y Federica formaron una familia con la llegada de sus tres hijos, siendo la primogénita la reina Emérita.
La felicidad que hasta entonces los caracterizaba se vio empañada durante la II Guerra Mundial (1939-1945), enfrentamiento militar global desarrollado que los obligó a exiliarse en otros países como Egipto, Sudáfrica y Londres. En 1946, Sofía regresó al país heleno teniendo ocho años. Un año después de su llegada, su padre se convirtió en rey.
Un único amor
Los años posteriores están repletos de luces y sombras, pues ha tenido un infeliz matrimonio que le ha dado los tres grandes tesos de su día a día: sus tres hijos. Ellos, a su vez, han llenado de alegría el día a día de Sofía con la llegada de sus vástagos, nietos de ella. Además, su papel institucional también ha jugado un punto fundamental en su vida.
Mientras que han sido varias las mujeres que han conquistado el corazón del rey Emérito, lo cierto es que Sofía siempre ha tenido un único y verdadero amor: Juan Carlos I. La pareja se conoció en el otoño de 1954 en el barco Agamenón, durante un crucero organizado por la madre de ella, la reina Federica de Grecia, para propiciar bodas entre los jóvenes príncipes europeos.
Aunque entre ellos nunca hubo un flechazo de amor, volvieron a coincidir en mayo de 1961 en la boda de los duques de Kent, entablaron una relación orquestada por la casamentera Federica, que enseguida invitó a Juan Carlos a pasar unos días en la isla de Corfú para discutir los detalles del compromiso de boda. Su enlace se celebró en Atenas en mayo de 1962 y, al año siguiente, comenzaron a circular rumores de crisis matrimonial. Y es que Sofía era la antítesis de todo lo que Juan Carlos buscaba y buscaría siempre en una mujer: apocada, de físico discreto, pacata y con poco sentido del humor.
Las deslealtades por parte del Emérito no tardaron en llegar, tanto que incluso en luna de miel le fue infiel, según Pilar Eyre. Sofía era consciente de todas y cada una de las infidelidades de su marido y, aunque pensó en divorciarse, pronto abandonó esta idea. En su lugar, antepuso totalmente su condición de consorte de España y su deseo de ver a su único hijo varón heredando un día la corona, a su felicidad personal.
Sus complicados primeros años en España
Cuando llegó a España, Juan Carlos era un príncipe sin trono. Los primeros años de Sofía en nuestro país fueron muy duros. Para gran parte de la opinión pública y de la alta sociedad y la aristocracia madrileñas, ella era una extranjera, ajena a las tradiciones de un círculo cerrado y muy conservador. Y es que, además de costarle hablar español, también se había educado en Grecia y Alemania. Siguiendo la tradición danesa, traía consigo un aire modernizador y cosmopolita, algo que no gustaba en la “corte” de Franco, por lo que tuvo que aguantar ciertos desaires por parte de Carmen Polo, esposa del franquista que estaba convencida de que su nieta Carmen Martínez-Bordiú podría aspirar al trono de España.
Pese a ello, logró formar una familia en el Palacio de la Zarzuela. Sofía siempre ha tenido un gran cariño a sus hijos, por lo que, cuando llegaron los suyos, y especialmente Felipe, la felicidad fue tremenda para ella. Los cinco se convirtieron en la imagen de una familia moderna y normal.
En medio de tantas alegrías, llegaron los problemas en su matrimonio, incluso antes de que Juan Carlos I fuese proclamado rey de España. Pese a ello, ella se ha mantenido inquebrantable a su lado, ejerciendo de manera impecable el papel de esposa y Reina.