Allá, por el 2010, Natalia conoció al hombre de su vida, pero a los dos años dejó que el amor se fuera entre lágrimas. ¿Por qué era tan difícil sostener un vínculo sin que los corazones dolieran? Antes de su llegada, había tenido otras relaciones, pero nunca jamás había sentido todo aquello que le provocaba él, su gran amor.
Sin embargo, en su pasado no todo había sido en vano, la vida la había bendecido con tres hijas (22, 19, 17) y nunca había dejado de trabajar por sus sueños. ¿Acaso era eso lo que había dificultado su vida amorosa?
Entre tantas dudas, la única certeza para Natalia, era que había dejado ir al amor de su vida, y se sentía incapaz de volver a amar tal como había amado. ¿Podría acaso recuperarlo?
Los miedos y las vergüenzas
Se conocieron en una aplicación de citas. Durante tres meses charlaron, Natalia sentía mariposas cada vez que tenía un mensaje y, claro, llegó el día en el que acordaron que era tiempo de conocerse: “Pero me daba miedo y a él vergüenza”, confiesa Natalia. “Mi temor era por mis experiencias pasadas y porque mis hijas en ese entonces eran chicas (10, 8 y 5 años). Él, por otro lado, no tenía trabajo en aquel entonces, por eso conversábamos tantas horas. Había llegado de Misiones, no tenía plata y le daba vergüenza no poder invitarme a tomar un café”.
Finalmente, envuelta en la sensación de que estaba ante un hombre diferente, Natalia tomó coraje y le propuso juntarse en Parque Rivadavia. El día de la cita, ella arribó nerviosa, no tenía idea de dónde venía él y poco tiempo faltó para que se fuera sin saberlo nunca. El buen hombre se había perdido en el camino y llegó casi dos horas más tarde. Natalia lo miró a los ojos, él le devolvió una mirada cargada de amor y solo alcanzó ese instante para que ambos lo supieran: “¡Desde que lo vi sentí que estaba perdida! Era el hombre de mi vida”.
Ese mismo día ella aceptó ser su novia y durante los siguientes dos años no se separaron y fueron muy felices.
A veces el amor no es suficiente: “No podía más seguir así”
Pero él era de Misiones y la vida en Buenos Aires se hacía cada día más dura. Natalia llevaba mucha carga a cuestas. Vivía con sus tres pequeñas hijas en lo de su abuela, e intentaba repartirse lo mejor posible entre el trabajo, la crianza de sus niñas y la facultad, ya que su sueño era convertirse en enfermera.
Ella lo intentaba con todas sus fuerzas, estar en todo y para todos, pero con el paso del tiempo el camino se volvió empinado, él cada tanto volvía a su provincia para tratar de sacar su propia vida adelante, y llegó el momento en el que Natalia supo que la relación debía llegar a su fin, a pesar de seguir amándolo. El día que le dijo adiós, eligió ocultar aquel sentimiento y los motivos de su decisión: “No podía más seguir así. Entre el trabajo de hospital y mis hijas…ya no podía dividirme y decidí apartarme”.
Su gran amor le dijo que le había roto el corazón y regresó a Misiones definitivamente, siguieron en contacto, evitaron hablar de sus emociones, aunque ella le propuso un pacto: “Le dije: si a los 40 años seguimos solos, deberíamos volver a estar juntos y casarnos”, cuenta Natalia. “Intenté olvidarlo y hasta me casé con otra persona, pero no duró nada. Él siempre estaba en mi corazón”.
La muerte despierta a la vida: “Le dije el motivo real”
Los años pasaron, Natalia jamás dejó de pensar en su gran amor y un buen día no aguantó más. ¿Por qué era tan difícil sostener un vínculo sin que los corazones dolieran?, se preguntó cierto día. Su despertar definitivo llegó en el año 2020, cuando el COVID casi se lleva su vida. Tras haber enfermado grave durante cuatro meses y estar al borde de la muerte, Natalia decidió que, si tenía una nueva oportunidad, debía honrar la vida. Al sanar lo buscó, volvieron a hablar y decidió decirle la verdad: “Le dije que jamás lo había dejado de amar y el motivo real por el que lo había dejado hacía más de una década atrás”, revela.
Natalia viajó de Buenos Aires a Misiones para su cumpleaños. Bajó del avión, y al encontrarlo lo miró a los ojos como aquella primera vez en Parque Rivadavia. En ese momento lo supo una vez más, siempre había sido él: “Si bien nos veíamos distintos era como si no hubiera pasado el tiempo”.
El tiempo acomodó todo, en diciembre de 2022 se casaron y hoy viven en Mar del Plata. Allí ambos trabajan y se sienten afortunados: “Somos muy felices”, concluye Natalia emocionada.
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