Por qué una simple bebida energética puede arruinar tu sueño (Foto: Twitter/HoraMatamoros)

Para miles de estudiantes universitarios, una bebida energética representa un aliado en el día a día: ayuda a soportar las largas noches de estudio y a enfrentar las tareas y exámenes con mayor energía y concentración. Sin embargo, este hábito aparentemente inofensivo puede tener efectos secundarios graves, especialmente en la calidad del sueño. Según un reciente estudio realizado en Noruega, incluso el consumo ocasional de estas bebidas impacta negativamente en el descanso nocturno de los jóvenes adultos.

El estudio SHOT2022 (Students’ Health and Well-being Study), publicado en BMJ Open, analizó el comportamiento de más de 53.000 estudiantes universitarios de entre 18 y 35 años en Noruega, revelando una correlación clara entre el consumo de estos productos y la aparición de problemas de sueño. Los datos mostraron que la frecuencia de uso de estas bebidas influye directamente en aspectos clave del sueño, como la latencia de inicio y la eficiencia del sueño, factores determinantes para obtener un descanso reparador.

Este fenómeno no es exclusivo de los grandes consumidores. De hecho, la investigación revela que incluso quienes beben energizantes con moderación presentan patrones de sueño alterados. Estos hallazgos son una señal de alerta para una generación de estudiantes que, en busca de rendimiento inmediato, recurre cada vez más a estas bebidas, sin advertir que el precio puede ser una calidad de vida y una productividad deteriorada a largo plazo.

Los resultados mostraron que incluso el consumo moderado de bebidas energéticas altera la calidad del sueño de los jóvenes (Imagen Ilustrativa Infobae)

El uso de estos productos ha crecido notablemente en los últimos años, especialmente entre los jóvenes. En el estudio SHOT2022, un 4.7% de los hombres y un 3.3% de las mujeres reportaron consumir bebidas energéticas diariamente. Además, el estudio destaca una diferencia en la frecuencia de consumo entre géneros: mientras que casi la mitad de las mujeres (49.6%) rara vez o nunca consumen estas bebidas, sólo un 39.6% de los hombres comparte este patrón. En el extremo opuesto, un 7.8% de los hombres consume energizantes de 4 a 6 veces por semana, frente a un 5.5% de las mujeres.

Estas diferencias en el consumo tienen repercusiones en la calidad del sueño de ambos géneros, pero los hombres muestran una asociación más fuerte entre el consumo frecuente de bebidas energizantes y problemas como el inicio tardío del sueño y el aumento de la somnolencia diurna. A pesar de que el consumo de estas bebidas es menor en mujeres, su impacto negativo en el sueño es igualmente considerable.

Bebidas energéticas y el impacto en el sueño

El efecto de las bebidas energéticas en el sueño parece estar relacionado con la cafeína, principal componente activo de estas bebidas, y sus propiedades estimulantes. El estudio revela que aquellos que las consumen diariamente duermen en promedio 30 minutos menos por noche que quienes las consumen raramente o nunca, alcanzando apenas un promedio de 7 horas de sueño en comparación con las 7 horas y 39 minutos de los no consumidores. La disminución de sueño es solo uno de los problemas: el estudio también identifica efectos negativos en la eficiencia del sueño y en el tiempo de vigilia una vez iniciada la fase de descanso.

La latencia de inicio del sueño y el tiempo de vigilia después del inicio del sueño se prolongan con el aumento del consumo de bebidas energéticas (Foto: Karl-Josef Hildenbrand/dpa)

La latencia de inicio del sueño —el tiempo que se tarda en quedarse dormido tras acostarse— también se ve incrementada en los consumidores frecuentes de BE. A medida que el consumo de estas bebidas aumenta, la latencia del sueño y el tiempo de vigilia después del inicio del sueño se prolongan, haciendo que el descanso sea menos reparador y provocando despertares nocturnos. Esto sugiere que el consumo de bebidas energizantes afecta no solo la cantidad de sueño, sino su calidad.

El estudio también destaca la relación entre el consumo de estas bebidas y el insomnio. Los datos reflejan que un 51% de las mujeres y un 37% de los hombres que las consumen diariamente presentan síntomas de insomnio, frente a un 33% y un 22% de quienes no las consumen. Estos porcentajes sugieren que las bebidas energéticas no solo afectan al sueño en términos generales, sino que además pueden agravar problemas de insomnio preexistentes o contribuir a su aparición. Asimismo, la somnolencia diurna se ve incrementada entre los consumidores de estos productos, creando un ciclo en el que el cansancio durante el día puede llevar a consumir aun más, lo que a su vez empeora el descanso nocturno.

El insomnio no es el único problema asociado con el consumo de bebidas energéticas; el descanso no es lo suficientemente profundo para un completo rendimiento cognitivo y físico al día siguiente.

La combinación de cafeína y guaraná en las bebidas energéticas estimula el sistema nervioso central, afectando negativamente el descanso (Imagen Ilustrativa Infobae)

La composición de las bebidas va más allá de la cafeína; contiene ingredientes como guaraná, un estimulante que potencia los efectos de la cafeína, y azúcares, cuya elevada presencia en algunas de estas bebidas podría también influir en los problemas de sueño. Según una revisión del Comité Científico Noruego para la Alimentación y el Medio Ambiente, un joven adulto promedio podría experimentar problemas de sueño con tan solo 300 ml de una bebida energizante, debido a la cantidad de cafeína que contiene. Los niveles altos de azúcar también han demostrado afectar la eficiencia de sueño.

Los efectos de estos ingredientes en el sistema nervioso central pueden provocar una serie de respuestas fisiológicas, como el aumento de la presión arterial y palpitaciones cardíacas. Estas respuestas pueden hacer que el cuerpo esté en un estado de alerta constante, impidiendo un descanso efectivo y contribuyendo a un ciclo de sueño poco reparador y fragmentado.

A la luz de estos hallazgos, los expertos sugieren reconsiderar el consumo regular de bebidas energéticas y explorar alternativas menos perjudiciales para mejorar la calidad del sueño y, por ende, el rendimiento académico.