Ese invierno había ido varias veces a comprar leña a la casa de un poblador ubicada del cerro Chapelco, en San Martin de los Andes. En uno de los viajes notó que, a lo lejos de la casa, se podía ver un perro atado, solo, siempre en el mismo lugar. “El día anterior había nevado fuerte y se me estrujó el corazón de solo pensar que había pasado la noche en esa suerte de cucha improvisada que le habían armado con pocas ganas y nada de amor. Me acerqué a acariciarlo y noté que estaba totalmente flaco, se le contaban las costillas”, recuerda Mercedes Troyes.
Preocupada y angustiada, le preguntó al dueño de casa por ese perro. “Me dijo que se había vuelto mañoso con los animales que él criaba para vivir y había decidido atarlo y no soltarlo más. Y, además me aclaró que, a pesar de mi cara ese era un buen panorama para el perro; otro poblador le habría pegado un tiro sin dudarlo”.
Viajó de mochilera a la playa y un perro se refugió en la casa que alquilaba: “Llevalo con vos o lo matamos”
“Probablemente era un perro hambreado que lo usaban para cazar”
Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Entonces, le dijo al hombre que ella podría encargarse de conseguirle adoptante. “Como en todos lados, los perros acá dependen de cómo son sus tutores: hay quienes los cuidan y quieren como a un miembro más de la familia y, si hace frío, los llevan dentro de las casas. Tampoco les falta alimento ni atención veterinaria llegado el caso. Pero, lamentablemente también están quienes los tienen atados solo para que cuide el terreno o para cazar jabalíes. Esta práctica, que está permitida en la provincia -aunque no con perros- es cultural, se transmite de padres a hijos. El cazador rastrea con la ayuda de perros al chancho y cuando lo encuentra, los perros lo inmovilizan y el cazador lo mata con cuchillo, o con arma de fuego. Muchas veces estos perros terminan heridos y no son atendidos. Son perros que están hambreados y, cuando cazan, su dueño desposta al animal y entonces ellos comen”, detalla con crudeza Mercedes. “Creo que esa había sido la realidad de Tomi”.
El dueño de casa no objetó la decisión de la mujer que acababa de interrogarlo sobre el animal que él mismo había decidido descartar. Ya no lo quería, se había convertido en un problema y no estaba dispuesto a perder tiempo en buscarle un hogar donde pudieran cuidarlo. Mercedes le tomó fotos a Tomi, publicó sus imágenes en páginas de adopciones de perros, recibió llamados de algunas personas que lo querían para llevarlo a cazar. “Si bien tal vez eso era mejor que pasar la vida encadenado, tampoco era justo para el perro”.
“Vino con nosotros como si nos hubiera conocido de siempre”
Ese día el maltrato y la indiferencia habían terminado para Tomi. “Solo habíamos compartido unos minutos pero vino con nosotros como si nos hubiera conocido de siempre. Se mostró como un perro súper dócil. Me asombró cómo subió a la cabina de la camioneta y se echó y así viajó sin problema. Creo que estaba bastante débil y de inmediato sintió que estaba en un lugar seguro”.
Se puso en campaña para conseguir turno para esterilizarlo. Debía esperar tres semanas hasta llevarlo a la cita agendada y, mientras, aprovechó el tiempo para seguir conociéndolo. “Fue muy fácil. Es un perro sociable con niños, con otros perros, con gallinas y gatos. También le enseñé trucos y sabe sentarse a la orden, espera que le digan cuándo puede comer y hasta se hace el dormido”.
Al tiempo, apareció una familia interesada en su adopción. Mercedes organizó un encuentro para que conocieran a Tomi. “Me dijeron que aun no estaban preparados para reemplazar a su querida perra que habían tenido muchos años. Días después les escribí una carta con la esperanza de que pudieran darle a Tomi la oportunidad que merecía. Decía así: un perro no es solo un perro para alguien sensible. Es un amigo, un hijo, un compañero, un maestro. También yo he atravesado el dolor de perder. Pero así también he tenido la suerte de poder apostar a un nuevo compañero de camino y les aseguro que nunca me arrepentí. Porque el nuevo miembro de la familia siempre terminó prolongando la presencia de aquel que tuvo que partir. Y así continuó el ciclo eterno de la vida y del amor entre perros y hombres. Ojalá puedan atravesar ese dolor que los paraliza, ya que del otro lado estará el amor incondicional de Tomi esperándolos”.
Sin embargo, Mercedes no tuvo respuesta. Y de aquella emotiva carta ya pasaron tres meses. Todavía no ha aparecido la familia para Tomi. “Es complicado tenerlo porque nosotros trabajamos todo el día. Nos dedicamos al turismo y estamos fuera de casa doce horas al día. A Tomi no lo puedo dejar suelto y vive atado como vivía atado en Chapelco. Desde luego, no le falta comida, ni atención veterinaria, ni amor. Pero sí una familia que pueda atenderlo y dedicarle todo el tiempo que merece. Su edad es de aproximadamente dos años. Me dijo el señor de Chapelco que su hija se lo había traído, seguramente como siempre, habrá sido un hermoso cachorro mimado hasta que creció, generó problemas y quedó relegado al olvido. Solo espero que tenga una vida feliz, como todo perro debería tener”.
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