San Lorenzo sigue jugando mal. Lo hacía en el último tiempo con Rubén Insua, lo hizo con Leandro Romagnoli (más allá de algunas buenas intenciones) y lo hace ahora, con Miguel Russo en la conducción. En el debut del experimentado DT le había ganado a Barracas Central por 1 a 0 en el Nuevo Gasómetro. Este sábado perdió por el mismo marcador frente a Independiente Rivadavia en Mendoza. La primera vez oficial, según las estadísticas.

Casi, casi sin darse cuenta. Todo gris, monótono. El Ciclón juega con pesimismo, con la convicción escondida en algún rincón de Boedo. El partido empezó con todo. Con un cabezazo goleador de Victorio Ramis luego de un centro de Sebastián Villa, no convalidado hasta el llamado del VAR. Se sostuvo que no hubo interferencias para la visión del aruqero Facundo Altamirano, titular por el lesionado Gastón “Chila” Gómez. Generó revuelo, como cada intervención de la tecnología.

Miguel Russo, pensativo; lleva dos partidos en este ciclo en San Lorenzo y tiene muchísimo por corregir, como se vio en Mendoza.

Matías Reali, condecorado con una plaqueta y protagonista de una ovación, en este tiempo es suplente. Meses atrás el pequeño talentoso fue actor involuntario de una novela negra en su traspaso de Independiente Rivadavia a San Lorenzo, entre acusaciones serias por la falta de pago, por un supuesto comprobante apócrifo. “Nos estafaron”, llegó a decir Daniel Vila, el presidente del club mendocino.

Iker Muniain no solo se convirtió en capitán en tiempo récord: también es el cerebro de un equipo azulgrana que procura la reconstrucción, con la tranquilidad de Russo al mando. Villa es la contracara: a través de su velocidad por el sector izquierdo, provocó sismos momentáneos a la inestable última línea del Ciclón. Pudo empatar Nahuel Bustos, pero el disparo rebotó con el travesaño, en un momento de alta tensión. El resto, poco, casi nada.

Independiente Rivadavia celebra, San Lorenzo sufre; la Lepra mendocina es el último de la tabla general de la temporada, pero el Ciclón no supo vulnerarla.

El partido era oscuro, como la noche. ¿Por qué se jugó tan tarde? Lejos de las temperaturas de verano, no es habitual que un encuentro doméstico de un sábado por la noche comience a las 21.45. Pese a que los horarios para todos los partidos de las fechas 18 a 22 fueron dados a conocer el 7 de octubre, pocos días después la publicación de los horarios de la decisiva jornada 38ª de la Primera Nacional obligó a cambiar el del encuentro de la máxima categoría.

Originalmente el partido estuvo programado para las 15. Sin embargo, luego se supo que Gimnasia, de Mendoza, iba a jugar con Almagro desde las 15.05 en el estadio Víctor Legrotaglie, a cinco cuadras del Bautista Gargantini (el Lobo local se impuso por 3 a 1 y se clasificó para los octavos de final del reducido). A raíz de esa situación, y para evitar cruces entre los hinchas de los dos equipos que protagonizan uno de los clásicos mendocinos, la Liga Profesional alegó “cuestiones organizativas” para atrasar varias horas el choque entre la Lepra y el Ciclón, que terminó casi a la medianoche.

Compacto de Independiente Rivadavia 1 vs. San Lorenzo 0

Un rato antes, San Lorenzo intentó el empate con movimientos pausados, lógicos. No fue inferior a Independiente Rivadavia, tenía derecho a reclamar la igualdad. Disponía de otras armas en el ataque, como Andrés Vombergar, Nahuel “Perrito” Barrios e Iván Leguizamón, otro de los postergados en los últimos tiempos. Tres nombres que en épocas de Insua eran números puestos. Los tres. San Lorenzo, sin embargo, con el Gallego, Romagnoli y ahora con Russo, no posee lugartenientes reconocibles, más allá del recién llegado español.

Prácticamente no hay indispensables. Jhohan Romaña, un solitario, puede escapar de esa tendencia desoladora. Lo acompaña el vasco, que ordena, juega, advierte caminos mejores que los acostumbrados, pero está demasiado solo. Un unipersonal que gravita de vez en cuando.

Así no, San Lorenzo.