Confianza: esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Seguridad que alguien tiene en sí mismo. Ánimo, aliento, vigor para obrar.

Las diferentes acepciones que la Real Academia Española asigna a esa sensación o actitud intangible que caracteriza a los seres humanos (también a algunos animales) son claras y precisas, y cada seguidor de Independiente al que se le pida un motivo para explicar el momento que atraviesa su equipo repite el concepto como si se tratara de un mantra.

Cuando este sábado a las 19.30 el equipo preparado por Julio Vaccari pise el césped del estadio Bochini para enfrentarse con Godoy Cruz, además de disputar tres puntos fundamentales en su lucha por estar en un torneo subcontinental el año que viene, defenderá una racha que pasa casi inadvertida en medio de la vorágine que envuelve nuestro fútbol. El Rojo lleva 10 partidos sin perder en la Liga Profesional, una serie invicta que lo hizo trepar del 21er lugar de la tabla al 12º y, aun más importante, quedar por primera vez en el año entre los clubes que ocupan puestos de clasificación para disputar la Sudamericana en 2025, el primer objetivo al que apunta el club para empezar a recuperar el camino del prestigio perdido. Y por supuesto, con la confianza como principal herramienta.

“En nuestro país todos los equipos son más o menos parejos. En la medida que mostrás que estás seguro y con confianza en lo que estás haciendo, las posibilidades de ir mejorando aumentan y a la larga terminás subiendo en la tabla. Y al revés, cuando mostrás debilidad y flaquezas le das confianza al rival”, señala Ricardo Elvio Pavoni, legendario ex capitán del Rojo. Y su razonamiento es un breve compendio de los méritos y defectos visibles en la marcha del conjunto.

La ausencia de brillantez en el juego, y los seis empates que componen la serie invicta que acumulan los dirigidos por Vaccari (cuatro 0-0 y dos 1-1) le dan su carácter “silencioso” a la lenta progresión que, al menos en los resultados, viene exhibiendo Independiente. La última caída por la Liga ocurrió hace tres meses (el 27 de julio en Mendoza, 1-0 frente a Independiente Rivadavia), y ni siquiera el traspié por Copa Argentina ante Vélez, otro 1-0, alteró la marcha. Contrariamente, tras eso se sucedieron un empate con Tigre y victorias sobre Riestra y Lanús.

Un repaso a lo realizado por el equipo en estos diez partidos descubre muy escasas perlas. Hubo algunas ráfagas de juego bien elaborado ante la formación alternativa que Rosario Central presentó en Avellaneda (1-0) y un lapso más prolongado de dominio y llegadas en el 3-1 a Riestra, pero poco más. Los elogios se vuelcan sobre otros aspectos, como la garra, la personalidad y el espíritu de lucha, muy distintos al paladar negro, aunque también imprescindibles para llegar al éxito. “Los tres clásicos que se logró empatar jugando con un hombre menos desde muy temprano [San Lorenzo, Racing y River] ayudaron a que el equipo creciera mirándose y diciendo «podemos»”, afirma Norberto “Ruso” Verea, exjugador y referente del mundo rojo.

Nadie duda de que los últimos refuerzos incorporados por la entidad de Avellaneda subieron la calidad media del plantel y colaboran para mejorar el presente. Son los casos de Kevin Lomónaco, Felipe Loyola, Santiago Montiel, Federico Vera y Marco Pellegrino, pero una y otra veces el aspecto mental reaparece en la búsqueda de argumentos: “Me parece que el entrenador les dio a los jugadores un apoyo psicológico y de trabajo muy importante para lograr que dejen todo en la cancha. El equipo no llena los ojos, pero se mueve de manera distinta, y la gente reconoce el esfuerzo”, dice Ricardo Daniel Bertoni, otro prócer de la institución.

La fortaleza de la psique incluso ha servido para superar los obstáculos que el contexto del club viene generando desde hace varias décadas. Sólo desde que comenzó el presente campeonato, Independiente tuvo que convivir con inhibiciones que le impidieron alinear a los nuevos componentes del plantel hasta el quinto partido de la era Vaccari, amenazas de clausura del estadio por desperfectos en las tribunas, la impaciencia crónica de una hinchada que va rumbo a cumplir 22 años sin festejar un título de campeón local y jugadores puntualmente marginados por diferentes motivos como Joaquín Laso, Álex Luna y, ahora, Diego Tarzia y Marco Pellegrino, que quedaron al margen del compromiso de este sábado por haber participado en una fiesta en un yate con jóvenes mediáticas, tras lo cual pidieron disculpas a los hinchas en Instagram.

Paulo Morales, empresario y periodista, fundador y director de 4D Producciones, amplía un poco la mirada. “Los futbolistas necesitan cierta tranquilidad para desarrollar su tarea. Son personas, y un entorno hostil, como el que ha tenido y sigue teniendo Independiente en los últimos años, hace que jugadores que en apariencia son buenos no rindan y acaben siendo expulsados, antes de rendir mejor en otros clubes. Hoy todos están al día en los pagos, sienten que hay un poco más de estabilidad, y esa mayor tranquilidad –que puede romperse si pierden dos partidos seguidos– se refleja en el estadio. La gente está menos intolerante y propicia el clima para que se den rachas positivas”, sostiene Morales. Entre los que tienen resueltos los pagos quedó ahora Laso, que acordó con la dirigencia del club luego de una duradera deuda que el club tenía para con él.

Futbolísticamente hablando, resulta evidente que el Rojo ha construido su serie de atrás hacia adelante. Lo dicen los números: 10 goles propios y apenas 3 ajenos en esta decena de encuentros. Pero, fundamentalmente, aquello se aprecia sobre el césped. “El equipo se ve mejor parado atrás, da menos lugar a que los rivales lleguen con peligro, y levantó mucho su nivel [Iván] Marcone”, apunta Guillermo “Luli” Ríos, integrante de los planteles campeones entre 1984 y 1995. “La contención en general, del medio hacia atrás, hizo que la defensa fuera menos vulnerable, y cuando los rivales logran crear peligro aparece el arquero [Rodrigo Rey], que mantiene un nivel muy alto”, añade Verea.

Así como la coincidencia es general sobre el valor de la confianza y el buen funcionamiento defensivo, ocurre lo mismo al señalar las carencias. “Falta juego. Crear más situaciones de gol, tener secuencias más largas de toques. Al director técnico le llevará más tiempo conseguir eso”, opina Ríos. “El equipo no resolvió con incorporaciones lo que le hace falta en ataque. Debido a la juventud y los tiempos acelerados de algunos chicos, como Tarzia, López y tres o cuatro más que entran y salen por necesidad y ausencia de jugadores que tienen más peso, el 9 tiende a quedar desnudo, y un 9 que no convierte se fastidia, porque la gente se impacienta con él”, reflexiona Verea. El 9, por supuesto, es Gabriel Ávalos, que aun así ha logrado torcer el rumbo y lleva marcados tres tantos en los tres últimos encuentros.

Julio Vaccari apunta a un 2025 superador; el director técnico ha hecho más sólido a Independiente en la defensa, pero debe hacer progresar su juego de ataque.

Ante esta realidad, Pavoni apela a una de sus frases de cabecera: “Es mentira que jugando bien, a la larga ganás. Es al revés: ganando, a la larga jugás bien. A mí dejame ganar, que así me levanto tranquilo y me entreno distinto”, subraya Chivo, y por esa senda camina por ahora Independiente.

Contra Godoy Cruz, el Rojo volverá a poner a prueba su solidez en la zaga, a intentar reforzar la senda goleadora que abrió frente a Riestra y Lanús y a tratar de mejorar lo global de su juego, la materia que continúa debiendo. En definitiva, a procurará mantener la seguidilla invicta que, ganando o empatando, va dándole los puntos para alcanzar la meta de volver el año que viene a recorrer el continente, más allá de que a su fútbol siga faltándole el brillo que añoran sus hinchas.