Cuando Ron Ely apareció por primera vez en 1966 como Tarzán, la historia en la pantalla de la creación más famosa de Edgar Rice Burroughs llevaba casi medio siglo y 14 rostros diferentes. No tardó casi nada en encontrar una identificación directa con el público y conquistar una rápida popularidad que de a poco, gracias al alcance de la televisión, se extendió a buena parte del mundo, incluyendo a la Argentina.

Nadie le quitará a Johnny Weissmüller el título del Tarzán más famoso de la historia. Pero a los ojos de toda una generación que disfrutó de una verdadera época dorada de la televisión en los años 60 y 70, Ely fue el “rey de la selva” más popular. Y también el definitivo, un reconocimiento que se ganó con creces a través de los años y a favor de las incontables repeticiones de los 57 episodios, agrupados en dos temporadas, en los que personificó a Tarzán.

Una clásica imagen de las aventuras televisivas de Tarzán, con Ron Ely como protagonista

Ely murió a los 86 años en Santa Barbara (California), pero la noticia se conoció casi un mes después, sin que trascendieran hasta ahora las causas del deceso. En el instante final estaba en la casa de su hija mayor, Kristen, y acompañado por el resto de su familia. Fue la propia Kristen quien reveló este miércoles por primera vez, desde su cuenta en redes sociales, que su padre había fallecido el 29 de septiembre pasado.

“Mi padre era alguien a quien la gente llamaba héroe. Era actor, escritor, entrenador, mentor, hombre de familia y líder. Creó una poderosa ola de influencia positiva dondequiera que iba. El impacto que ejercía en los demás es algo que nunca he presenciado en ninguna otra persona. Había algo verdaderamente mágico en él”, escribió Kristen a modo de despedida.

Algunos de los adjetivos que le dedicó en ese mensaje no son muy distintos a los que el público que lo conoció a través de Tarzán pudo descubrir a través de la imagen televisada: fuerte, protector, estoico y sensible. El primer atributo que saltaba a la vista en su caso fue una imponente presencia física. Con su 1,93 de estatura, ojos azules, una impecable condición atlética, facciones casi perfectas y una extraordinaria apostura, Ely sabía imponer respeto, confianza y una poderosa atracción desde el primer momento.

Ron Ely y su inseparable compañera, la mona Chita, en uno de los episodios de la serie, filmado en 1966

Pero además del éxito, la admiración y el reconocimiento casi unánime del público, Ely también atravesó en una instancia madura de su vida por un infierno difícil de superar. En octubre de 2019, la segunda esposa del actor, Valerie Lundee, fue encontrada muerta a puñaladas en el hogar familiar de Santa Bárbara.

La policía llegó al lugar tras recibir una serie de llamadas que hablaban de “disturbios familiares” y disparó mortalmente contra Cameron, el menor de los tres hijos del actor, identificado por los agentes como el responsable del homicidio. Un año después, Ely y su familia iniciaron una demanda contra la oficina del Sheriff de Santa Bárbara, argumentando que Cameron estaba desarmado en ese momento y que la policía había disparado contra él sin ningún tipo de aviso previo. En 2022, un juez dictaminó que los agentes actuaron en defensa propia.

En ese momento, Ely ya estaba prácticamente retirado. Había dejado hace tiempo la actividad con la intención de dedicarle todo el tiempo a su familia. Pero su figura se mantuvo en el recuerdo vigente de quienes descubrieron su presencia y su talento gracias a la serie de Tarzán que protagonizó entre 1966 y 1968. Ese último año llegó a la Argentina, a través de Canal 13, y con el tiempo se ganó un lugar irremplazable, sobre todo en la programación de los sábados a la mañana.

Inolvidable

Nadie que haya reconocido a Tarzán en aquellos episodios todavía emitidos en blanco y negro (y que luego se repitieron una y mil veces, inclusive en colores) olvidará algunas de sus señas más inconfundibles. La secuencia de títulos comenzaba con el clásico llamado de la selva (tomado de un registro grabado por Weissmüller) junto a una caída de agua que no tardaríamos en reconocer como muy cercana. Esa imagen es de las Cataratas del Iguazú, tomada desde el lado brasileño. Allí se filmaron los primeros cuatro o cinco episodios, antes de que el equipo completo y los actores se trasladaran a zonas selváticas de México y otros países de América Central hasta completar el resto de la serie.

Al ver en la presentación de cada capítulo al fornido Ely volando de liana en liana o corriendo, incansable, por la selva o la sabana, todas las representaciones previas de Tarzán quedaban en segundo plano, inclusive las más destacadas de la historia (Weissmüller, Lex Barker, Gordon Scott).

Ely, el Tarzán número 15 de toda esa historia, marcaba desde la amplísima difusión generada por la pantalla de TV, diferencias muy claras con la mayoría de sus predecesores. En sus manos, el “rey de la selva” era un verdadero “pez fuera del agua” por su aire ilustrado y sensible al conocimiento intelectual. Sabía jugar al ajedrez, manejar vehículos y conversar con todo tipo de interlocutores manejando un vocabulario amplio.

No había lugar para expresiones primitivas o expresiones guturales en su caso. El personaje creado por Burroughs había dejado de ser “Tarzán de los monos”. Ahora estábamos frente a una persona que en un momento decidió abandonar la jungla para educarse en ámbitos civilizados y urbanos, hasta darse cuenta de que su destino en la vida pasaba por la preservación del hábitat natural que conoció desde la infancia y el cuidado de las especies que lo habitaban. Había decidido volver a la selva.

Ron Ely y su esposa, Valerie Lundeen, durante un partido de tenis en Nueva York en junio de 1977; en 2019, la mujer moriría en circunstancias trágicas

El otro detalle que distinguía al Tarzán de Ely de quienes ocuparon anteriormente ese papel fue la ausencia de un personaje femenino de igual peso a su lado. Aquél monosilábico “Yo Tarzán, tú Jane” de los comienzos quedó afuera por completo de esta nueva y actualizada versión protagonizada por Ely. Los productores sumaron a la historia un nuevo personaje, un chico de ocho años, suerte de hijo adoptivo de Tarzán, llamado Jai y personificado por el actor mexicano Manuel Padilla Jr., que falleció en 2008. Del relato original solo se mantuvo la infaltable presencia al lado del héroe de la chimpancé Chita (o Cheetah, en la versión original).

El futuro Tarzán de la tele había nacido como Ronald Pierce Ely el 21 de junio de 1938 en Hereford, Texas. Estudió un año en la Universidad de Austin y decidió mudarse a California cuando descubrió su vocación artística. Debutó en la versión cinematográfica del musical South Pacific (1958), trabajó un tiempo contratado por los estudios 20th. Century Fox e hizo series televisivas y un par de thrillers y largometrajes de aventuras poco relevantes (El vicio de matar, Una vez antes de morir).

Su primer papel reconocido estuvo en la serie televisiva Los acuanautas, a comienzos de la década de 1960, sobre las andanzas de un equipo de buzos de aguas profundas que rescatan restos de navíos hundidos por naufragios en California. Con su carrera televisiva en alza se convirtió en la segunda opción para el productor Sy Weintraub para personificar a Tarzán en una serie televisiva después de que el ex astro de fútbol americano Mike Henry, que había sido Tarzán tres veces en el cine, renunciara al papel y pusiera en marcha una demanda por condiciones de trabajo inseguras porque un chimpancé lo mordió en la mandíbula.

Un rol de riesgo

Ely no se inmutó frente al riesgo físico que demandaba el rodaje de una serie sobre Tarzán en escenarios naturales selváticos. Estuvo dispuesto desde el primer día (y llegó a imponerlo en una cláusula de su contrato) a interpretar todas sus propias escenas de riesgo. “Solo durante la primera temporada sufrió 17 heridas, entre ellas quemaduras en brazos y piernas por correr en un escenario en llamas, la mordedura en la frente y en la muslo por un mal movimiento durante una escena con un león, la caída por una colina en la que se dislocó el hombro, la fractura de tres costillas y la torcedura de ambas muñecas”, según se evoca en una pormenorizada revisión de la serie publicada en estas páginas con la firma de Guillermo Courau.

Más tarde, con humor, el actor dijo que tomó la decisión de hacer todas sus escenas de riesgo porque, al no usar nada de ropa (a excepción del típico taparrabos), se le hacía casi imposible a la producción encontrar un doble parecido a él. En 1968, extenuado por tanto esfuerzo, decidió ponerle fin a la serie. “Estaba agotado física y mentalmente. Francamente, no sé si hubiese podido hacer más. Como mínimo habría necesitado unos meses para recuperarme. Mi cuerpo estaba destrozado. Tenía muchos tirones y desgarros musculares, además de fracturas en los hombros, las muñecas y varios huesos. Me había hecho daño en todo el cuerpo”, confesó años después.

Nada de lo que Ely hizo después se acercó al recuerdo que había dejado en el público su personificación de Tarzán. Su figura se suma a una larguísima lista de actores que pasaron a la historia por un único y destacado papel a lo largo de toda su carrera. Aunque siguió activo varios años en la televisión, encarnó a un Superman retirado en la película Superboy y escribió un par de novelas policiales. Su aparición más reconocida después de la serie fue como protagonista de Doc Savage, el hombre de bronce, en 1975. Más allá de todo, Ron Ely será para siempre y para todos un Tarzán insuperable que nunca dejaba de correr e imponer su presencia casi sin despeinarse y con la piel eternamente bronceada. Un Tarzán rubio, clásico y moderno. Para muchos, el definitivo y el mejor de toda su historia en la pantalla.