La búsqueda de vivir en un entorno natural, pero no tan lejos de las facilidades urbanas, guió a Ato hasta este terreno en el bajo de San Isidro. Aunque de tamaño modesto, la frondosa vegetación y su profunda conexión con el área protegida de la zona le decían que era el lugar perfecto para él. Un lugar tranquilo, donde poder meditar, observar increíbles puestas y salidas de sol, y cultivar su propia huerta.

La construcción tiene un voladizo adelante y otro atrás (los dos de cuatro metros).

Repensar lo existente

Al terreno, que originalmente era el sector de jardín y pilera de otra casa, llegó el equipo de IR Arquitectura, encabezado por Enrico Cavagliá y Luciano Intile. “Nos encontramos con un contexto casi bucólico”, recuerda el primero. Había varios desafíos: el primero, aprovechar al máximo un lote chico. El segundo, generar una conexión con la reserva que fuera más allá de la contigüidad física.

La pileta era de hormigón. El equipo de IR Arquitectura puso a punto su canalización para el recirculado y descarga de agua, y la revistió en un material cementicio impermeable tipo terrazo, hecho con cemento y piedra, que le da un tono homogéneo.

La estrategia fue diseñar una casa que se elevara sobre el suelo, pisándolo lo menos posible para mantener la exuberancia vegetal. Así, se proyectaron tres niveles, cada uno con un vínculo particular con el área protegida.

Ambientes simétricos

El primer primer piso es el único cerrado y, por eso, el más acogedor. Tiene dos grandes ambientes casi simétricos (uno al frente y otro al contrafrente), con una conexión visual,-casi escenográfica- con la reserva, a través de un gran ventanal.

El objetivo fue darle a la planta mucha flexibilidad, para que Ato pudiera moficar los espacios sin cambios estructurales.

Nos gusta pensar la arquitectura como un soporte que habla por sí mismo sin representar límites. Queremos que quienes habitan los proyectos se apropien de ellos; la neutralidad o poca definición de estos ambientes tiene que ver con eso.

Arq. Enrico Cavagliá

El ambiente principal contiene la cocina. Se lo pensó lo suficientemente grande y genérico como para poder ser adaptado fácilmente. “Se podría expandir la cocina o dejar que ocupe el menor espacio posible para que el resto sea un gran estar para recibir o armar una sala”.

A los costados de los tabiques (la casa tiene tres en total) se arman pasillos de un metro que conectan el espacio posterior con el anterior.

La casa se calefacciona con losa radiante. “Que el calor venga de abajo, genera una mejor curva de confort térmico. Cuando se lo genera por aire y sale de una boca elevada, es más seco y efímero al apagarlo. La losa radiante tiene un uso constante a una temperatura más baja, dando un calor más placentero”, dice Enrico. Por otro lado, un sistema de fancoil refresca el aire en las épocas de más calor.

Intimidad al contrafrente

El espacio que da al contrafrente se transformó en dos dormitorios. Lo que los separa es un placard que se puede remover si el día de mañana su dueño prefiere tener un único ambiente.

El techo es de hormigón a la vista y los pisos de parquet de bambú.

“Solemos trabajar mucho con los blancos y los negros porque son colores standar del mercado. Los materiales se consiguen más fácilmente y se genera cierta homogeneidad que después se puede intervenir sin complicaciones”.

Las carpinterías son de aluminio anodizado con doble vidriado hermético (DVH), que garantizan un gran rendimiento térmico.

La idea del placard y los accesos a los dormitorios fue darle a la planta dos circulaciones paralelas: una hacia el cuarto principal y a uno de los baños, y otra para el cuarto secundario, conectado con el baño de uso más público.

 Los baños están revestidos en placa de granítico fabricada a medida.

Para los baños, se eligieron colores neutros: el cemento y los tabiques de hormigón quedaron vistos y el granítico en terrazo presenta colores sencillos como negro, marrón y beige.

Huerta en altura

Además del clásico jardín en la planta baja, el gran espacio verde de Ato es la terraza con huerta. “Esta mancha de vegetación busca un intercambio ecosistémico con la reserva: sus especies se autogeneran acá, y se mezclan con las verduras que se van cultivando”, explica Enrico.

“Con la vegetación quisimos generar cierto aire de río, casi tropical, usando monsteras, orejas de elefante, bananos, salvias, etc.”, cuenta Ato. Hoy, todas las especies están mucho más crecidas, respondiendo, cumplidoras, a la abundacia buscada.

Ato heredó de su madre el gusto por cuidar del cultivo y hacer compost. “Con mi novia disfrutamos de trabajar en el jardín. Es un placer armar una ensalada directamente desde la huerta”.

Para que la humedad de la huerta y jardines no pase a la casa, se usó una impermeabilización plástica: “A la asfáltica, las plantas se la terminan comiendo y el agua pasa”, aclara el arquitecto. Arriba, se armó una capa de drenaje que escurre el agua de lluvia o de riego excesivoa través de una canaleta.

Construcción coherente

Uno de los núcleos de la casa es el circulatorio vertical, formado por la escalera que lleva al primer piso y de este a la terraza.

Considerando que en metros cubiertos, la casa no llega ni a 100m2, pudimos aprovechar el terreno muy bien, generando estos tres niveles que hacen a la vivienda muy rendidora y con espacios bien diferentes entre sí”, reconoce Enrico. Al igual que los interiores, los ambientes exteriores son completamente indefinidos.

“Propusimos espacios híbridos, sin una caracterización específica desde la arquitectura en sí. Lo que los marca son sus propuestas: parrilla por un lado, pileta por el otro”, explica Enrico.

Lo que más me gusta del diseño de la casa es su funcionalidad y simpleza. Tiene todo lo que preciso y está desplegada con coherencia.

Ato, dueño de La Rabona

La reja de la entrada se construyó unos centímetros arriba para que puedan pasar las torugas.

Territorio de tortugas

Como una presencia mágica y ancestral, las viviendas del área reciben la visita de las tortugas que habitan la reserva y cruzan el Camino de la Ribera buscando la tranquilidad de sus jardines para desovar. “Lo más cerca que las vi hacerlo fue en un pocito en el pasto de la vereda de casa”, cuenta Ato. Parte de lo que planearon al cercar la casa, fue la altura necesaria para no interferir con el trayecto de sus pobladoras originales.

Los revestimientos de la planta baja son de metal. En la parte superior de la casa, se usaron paneles Alucobond de aluminio.

“La sustentabilidad -señala Enrico- empieza desde el proyecto, al pensar una casa bien orientada, con ventilación cruzada y protegida de la incidencia solar”. Algunos de los recursos que aplicaron fueron:

  • Un sistema de geotermia con perforaciones en el suelo, que permiten intercambiar calor. La temperatura bajo tierra es de aproximadamente 15 °C, lo que permite en verano o en invierno aprovechar la diferencia con el exterior para aclimatar y refrescar el interior más fácilmente.
  • La casa está bien aislada, tanto la losa de la planta baja como las paredes hechas con steel frame.
  • Se instalaron paneles solares, que ayudan en el ahorro de energía.