Los permisos para que las elefantas Kuky y Puppy, del ecoparque porteño, y Kenya, del ecoparque mendocino, pudieran salir de la Argentina y entrar en Brasil para pasar el resto de su vida en el Santuario de Elefantes, en las lomadas del Mato Grosso, llegaron ayer luego de una demorada gestión que superó los dos años. Paradójicamente, hoy por la mañana, Kuky –la elefanta africana que había ingresado al exzoo de Buenos Aires en 1990– murió.

A las 3 de la madrugada, quienes habían quedado de guardia en el predio de Palermo escucharon una vocalización de Puppy y corrieron hacia el recinto que compartían ambas elefantas. Kuky estaba caída. Durante tres horas hicieron lo posible para levantarla, pero los intentos fueron en vano. Pocos minutos antes de que arribara la grúa llamada con urgencia desde el ecoparque, Kuky tuvo un infarto masivo. Nada se pudo hacer.

La desolación es infinita para cuidadores, entrenadores, empleados y todos los que trabajaron incansablemente para que pudieran ser trasladadas a Brasil a tener una vida más parecida a la que siempre debieron haber tenido, caminando al menos diez kilómetros por día como necesita hacerlo de mínima cualquier elefante.

Kuky (derecha) y Puppy (izquierda) llegaron al exzoológico porteño desde Sudáfrica

Kuky y Puppy, también africana, ambas de alrededor de 30 años, habían llegado desde el Parque Kruger de Sudáfrica. Es todo lo que se sabe de su vida anterior. Eran inseparables. Kuky, de mayor tamaño, era conocida por su toc con una rueda con la que jugaba: jamás podía retirarse a descansar si su rueda no quedaba en pie. Podía tomarse todo el tiempo necesario hasta lograrlo. Puppy le obedecía y la adoraba. Mansas y tranquilas, las dos eran queridas por todo el personal del ecoparque.

¿Cuál fue la razón por la cual ni Kuky, ni Puppy, ni Kenya, que sería la primera en irse al país vecino, tuvieron que esperar más de dos años para poder vivir con dignidad y, en el caso de Kuky, no haberlo logrado? La enorme burocracia requerida para cada traslado es infinita. Y los tiempos son lentos.

En el caso de los cuatro elefantes que quedan en la Argentina –el cuarto es Tamy, un macho que habita el ecoparque de Mendoza– lo fue aún más. El Gobierno anterior, las elecciones, la convulsión de nuestro país, no facilitaron los permisos para que pudieran recorrer los miles de kilómetros por tierra hasta Brasil. Y Brasil tampoco aceptaba la entrada de nuestros elefantes. En estos últimos meses, la intervención personal de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, conocida amante de los animales, sumada a la del secretario de Ambiente, Daniel Scioli, y los embajadores de la Argentina y Brasil, facilitaron rápidamente lo que había sido imposible durante más de dos años.

Puppy (izq.) y Kuky (der.) se acompañaban mientras esperaban la autorización para el viaje a un santuario

“Desde Fondation Franz Weber trabajamos en conjunto con el ecoparque desde hace años para facilitar y garantizar la obtención de todos los permisos necesarios para así autorizar el traslado de los últimos elefantes cautivos en la Argentina hacia el Santuario de Elefantes Brasil. Lamentablemente, la gestión para el traslado de Kuki fue iniciada hace más de 27 meses y, a pesar de ello, recién estas últimas semanas se comenzaron a facilitar los permisos requeridos para el ingreso a Brasil, emitidos por dicho país”, lamentó Tom Sciolla, director del Santuario Equidad, de la fundación.

Y agregó: “Durante todo este tiempo, el equipo técnico del ecoparque ha hecho lo imposible para cuidarlas con amor y profesionalismo, además de prepararlas para su eventual traslado, supeditado a la emisión de los permisos correspondientes. Kuky siempre fue de carácter dominante y una líder natural. Compañera de Puppy, para juntas navegar la antinaturalidad de su cautiverio, suavizado por el cariño de los profesionales involucrados en su bienestar. Es devastador saber que Kuky tenía muchas décadas de vida por delante y que gracias al compromiso incansable de muchas personas estaba al borde de ser trasladada al santuario”. 

Sciolla reflexionó: “Ahora solo nos queda seguir trabajando por Puppy y el resto de los elefantes cautivos. La ciencia ya demostró que no pueden sobrevivir al cautiverio y que la única alternativa viable son los santuarios y la protección de su hábitat natural. Espero de corazón que este trágico desenlace sirva de aprendizaje para acelerar los permisos burocráticos y entender que hablamos de vidas, seres sintientes que no son muebles en depósitos a la espera de un certificado de exportación”.