La filial de Estado Islámico en Somalia está cobrando cada vez más peso dentro de esta organización terrorista y, aunque su amenaza a nivel local no alcanza los niveles de Al Shabaab, la rama de Al Qaeda en el país, todos los expertos coinciden en que no hay que perderla de vista por su capacidad de captar fondos para financiar atentados en otras partes del mundo.

En una reciente entrevista con Voice of America, el comandante del Mando África del Ejército estadounidense (AFRICOM), general Michael Langley, reconoció que le preocupaba «la situación en el norte de Somalia y los crecientes números de Estado Islámico». Aunque no quiso dar cifras concretas respecto al número de combatientes, sí que dijo que en el último año se habían duplicado.

El último informe del comité de la ONU encargado de dar seguimiento a las sanciones contra Al Qaeda y Estado Islámico, publicado en julio, apunta a que actualmente contaría con entre 300 y 500 combatientes tras haber «ampliado su estrategia de reclutamiento en África Oriental y Septentrional» y también con la llegada de reclutas desde Yemen.

Este reclutamiento se lleva a cabo a través de una red de personas que buscan a potenciales combatientes y se encargan de trasladarlos hasta Puntlandia, la región semiautónoma del norte de Somalia en la que el grupo tiene su principal bastión, donde son llevados a campos de entrenamiento.

«El crecimiento físico de Estado Islámico en Somalia se debe al creciente papel financiero que el grupo se propone ejercer proporcionando recursos financieros a Estado Islámico Jorasán (la filial en Afganistán) y a sus afiliados africanos», resalta el citado informe de la ONU, elaborado en base a la información que brindan los estados miembro.

La clave de la creciente importancia de la filial somalí la tiene Abdul Qadir Mumin, considerado como su líder y que también está al frente de la oficina Al Karrar, que coordina a las filiales en el este de África, quien «ha tomado medidas para reforzar la estructura financiera», «ha aumentado la extorsión» y está «reproduciendo la metodología de cobro de impuestos y extorsión de Al Shabaab para aumentar la base de recursos del grupo.

¿MUMIN, NUEVO ‘CALIFA’?

Prueba de la relevancia que ha adquirido Mumin en las filas de Estado Islámico es que en los últimos meses se ha especulado con que de hecho podría ser él el nuevo ‘califa’ del grupo. El pasado 31 de mayo, Estados Unidos llevó a cabo un ataque aéreo en el noreste de Somalia que tenía como objetivo a Mumin, quien sin embargo habría sobrevivido.

Caleb Weiss y Lucas Weber, dos expertos en yihadismo de Bridgeway Foundation y Soufan Center respectivamente, no ven factible que Mumin sea el nuevo líder de Estado Islámico, del que solo se conoce su nombre pero no su imagen, y apuntan a que este podría ser el jefe de la Dirección General de Provincias, la estructura administrativa que supervisa y gestiona todas las filiales.

En un reciente artículo sobre Estado Islámico Somalia en ‘CTC Sentinel’, la revista del Centro de Lucha contra el Terrorismo de la Academia de Westpoint, ambos sostienen que Mumin sería por tanto «líder operativo de Estado Islámico». Independientemente de su cargo efectivo, coinciden en señalar la relevancia que tanto él como la filial que comanda han adquirido en los últimos tiempos, algo en lo que también coincide Crisis Group en otro informe reciente.

«En los últimos tres años, la filial ha crecido en importancia para las operaciones globales de Estado Islámico. De enviar dinero a buena parte de África Oriental y Oriente Próximo y más allá, pasando por un mayor reclutamiento internacional y crecientes vínculos en la planificación de ataques internacionales, esta pequeña franquicia (…) está demostrando que puede golpear por encima de su peso», resumen Caleb Weiss y Lucas Webber.

Mumin desertó en octubre de 2015 de Al Shabaab para jurar lealtad a Estado Islámico junto a algunas decenas de combatientes pero no sería hasta 2017 cuando el grupo sería reconocido como «provincia». Actualmente, en torno a la mitad de sus combatientes serían extranjeros, principalmente procedentes de Etiopía, Kenia y Tanzania, según Crisis Group, que resalta que en 2023 se detuvo en Puntlandia incluso a cuatro marroquíes.

POCAS ACCIONES PERO MUCHOS RECURSOS

Operativamente, el grupo no destaca por sus acciones y de hecho no ha reivindicado ningún ataque de envergadura en los últimos tiempos. Así en la primera mitad de 2024 solo reivindicó tres asaltos, muy lejos de los alrededor de 60 contabilizados en 2018 o 2019, y durante toda su existencia solo ha perpetrado dos atentados suicidas, de acuerdo con el recuento de Crisis Group.

Su importancia viene motivada por su capacidad para generar fondos, tal y como resaltaba el informe del comité de la ONU. Según dicho documento, mediante la extorsión y el cobro ilícito de impuestos recaudaría unos 360.000 dólares al mes, lo que supondría 4,3 millones al año. El Departamento del Tesoro estadounidense ha estimado que desde 2022 hasta febrero pasado habría acumulado unos 6 millones de dólares.

Estos fondos no solo financian al grupo en Somalia, sino que a través de Al Karrar también sirven para apoyar a Estado Islámico Mozambique y Estado Islámico en África Central, a las que se coordina desde esta oficina que comanda Mumin y que antes encabezaba Bilal al Sudani, abatido por las fuerzas especiales estadounidenses en 2023.

Además, se ha constatado el envío de fondos a Estado Islámico en Turquía y Yemen, y también a Afganistán, donde se cree que el atentado contra el aeropuerto de Kabul en plena evacuación tras la toma de poder de los talibán en agosto de 2021 también se financió en parte desde Somalia. Por todo ello, el comité de la ONU sostiene que «es la principal fuente de financiación» para Estado Islámico en su conjunto.

CADA VEZ MÁS COMBATIENTES DE FUERA DE SOMALIA

También preocupa que sus filas las engrosen cada vez menos somalíes. «Una composición cada vez más internacional da al grupo mayores oportunidades para planear atentados terroristas internacionales», alertan Weiss y Webber, que resaltan la creciente presencia por ejemplo de norteafricanos, como marroquíes o tunecinos.

Estos combatientes «pueden obtener formación en los campos de entrenamiento de Estado Islámico Somalia y luego volver a sus países natales para perpetrar actos terroristas por su cuenta o dirigidos por el grupo», advierten.

Así las cosas, reconocen que preocupa que «pueda seguir la trayectoria de Estado Islámico Jorasán», la filial a la que se atribuye el atentado contra un centro comercial en Moscú el pasado enero que dejó casi 150 fallecidos así como el de Kerman (Irán) con otro centenar de muertos, y «desarrollar sus capacidades operativas para ataques en el exterior e incrementar sus esfuerzos para incitar y guiar a partidarios a la violencia» en países occidentales, en particular miembros de la diáspora somalí.

«Pese al modesto tamaño del grupo», incide Crisis Group, su persistencia demuestra que «los cuerpos de seguridad locales, nacionales y regionales harían bien en no quitarle la vista de encima» aunque la principal amenaza en Somalia siga siendo Al Shabaab. En este sentido, el ‘think-tank’ incide en la importancia de una mayor y mejor colaboración entre el Gobierno somalí y las autoridades de Puntlandia, donde tiene su bastión Estado Islámico.