Hace unas semanas, cuando iba a reunirme con un amigo en Silicon Valley, me crucé con tres Waymos autónomos que circulaban por el tráfico. Estos coches están ahora por todas partes, moviéndose como si siempre hubieran formado parte del paisaje. Cuando llegué, la maravilla que me producían esos coches futuristas dio paso a una visión mucho más inquietante de lo que nos depara el futuro.
Mi amigo me contó que un enorme call center en Filipinas —en el que había invertido su empresa de capital riesgo— acababa de implementar agentes de inteligencia artificial capaces de sustituir al 80 % de su plantilla. El tono de su voz no era triunfal, sino que denotaba un profundo malestar. Sabía que miles de trabajadores dependían de esos puestos de trabajo para pagar la comida, el alquiler y los medicamentos. Pero estaban desapareciendo de la noche a la mañana. Y lo que es peor, en los próximos años esto podría ocurrir en toda la industria de los call center filipinos, que representa entre el 7 % y el 10 % del PIB del país.
Esa conversación se me quedó grabada. Lo que está ocurriendo en Filipinas está relacionado con lo que está ocurriendo en las calles de San Francisco, Phoenix, Austin (Texas), Atlanta y Los Ángeles, ciudades en las que ya circulan coches sin conductor.
Creo que la inteligencia artificial desplazará a los trabajadores a una escala que mucha gente aún no se imagina. En menos de una década, Uber y Lyft han reducido el sector del taxi. Los coches autónomos podrían sustituir a los conductores humanos —una de las profesiones más importantes para los hombres en Estados Unidos— con la misma rapidez. Una vez que los vehículos autónomos dominen el transporte compartido, las rutas de reparto y el transporte de larga distancia no se quedarán atrás. En los próximos años, es probable que la inteligencia artificial y la robótica reduzcan significativamente el nivel de mano de obra humana necesaria en ocupaciones tan diversas como el trabajo en almacenes y la ingeniería de software. Hemos visto cómo el desplazamiento económico causado por la globalización y la inmigración ha provocado frustración y división. La próxima ola, impulsada por la automatización, llegará más rápido y será más profunda.
Por ello, mi amigo ha decidido destinar el 1 % de los beneficios de su empresa a ayudar a las personas a aprender nuevas habilidades para el empleo, demostrando cómo debe ser el liderazgo en la era de la inteligencia artificial. Creo que todas las empresas que se benefician de la automatización, es decir, la mayoría de las empresas estadounidenses, deberían seguir este ejemplo y dedicar el 1 % de sus beneficios a ayudar a reciclar a las personas que se ven desplazadas.
No se trata de caridad. Es lo mejor para estas empresas. Si el público ve cómo se disparan los beneficios empresariales mientras se evaporan los medios de vida, se producirá una reacción negativa, ya sea a través de la regulación, los impuestos o la prohibición total de la automatización. Ayudar a reciclar a los trabajadores es de sentido común, y es una petición tan pequeña que estas empresas apenas la notarían, mientras que los beneficios para el público podrían ser enormes. Incluso las empresas se verán afectadas si la IA desplaza a gran parte de la mano de obra, ya que los nuevos desempleados ya no podrán permitirse sus productos y servicios.
El 1% de los beneficios, no de los ingresos. Es un error de redondeo en comparación con lo que está en juego, y podría cambiar la trayectoria de la vida de millones de personas que se verán desplazadas por la IA. Aproximadamente una docena de las empresas más grandes del mundo tienen ahora unos beneficios combinados de más de un billón de dólares al año. El 1 % de esa cantidad crearía un fondo anual de 10.000 millones de dólares que, en parte, podría crear una plataforma centralizada de formación profesional a gran escala: aprendizaje en línea, formas de verificar las habilidades adquiridas y los aprendizajes, coaching y mentoría para decenas de millones de personas.
El fondo podría estar gestionado por una organización independiente sin ánimo de lucro que coordinaría con las empresas para garantizar que las habilidades que se desarrollan son exactamente las que se necesitan. Se trata de una tarea enorme, pero factible; en los últimos 15 años, las plataformas de aprendizaje en línea han demostrado que es posible aplicarlo al aprendizaje académico, y muchos de los mismos principios se pueden aplicar a la formación profesional.
La amenaza de la inteligencia artificial no solo supone una crisis laboral. También plantea un reto educativo. El problema no es que las personas no puedan trabajar, sino que no hemos creado sistemas que les ayuden a seguir aprendiendo y les conecten con nuevas oportunidades a medida que el mundo cambia rápidamente.
Para hacer frente a estos retos, no es necesario enviar a millones de personas de vuelta a la universidad. Necesitamos crear vías flexibles y gratuitas para la contratación, muchas de las cuales comenzarían en la escuela secundaria y se prolongarían a lo largo de toda la vida. Nuestra economía necesita mecanismos en línea de bajo coste que permitan a las personas demostrar lo que saben. Imaginemos un modelo en el que lo que importa es la capacidad, y no el número de horas que los estudiantes pasan en clase; en el que las habilidades demostradas les reportan créditos y en el que los empleadores reconocen esos créditos como prueba de la preparación para entrar en un programa de aprendizaje en oficios, atención sanitaria, hostelería o nuevas categorías de trabajos de oficina que puedan surgir.
He pasado casi dos décadas tratando de ayudar a personas de todas las edades a aprender. He visto cómo muchas personas no pueden acceder a campos en crecimiento porque carecen de conocimientos básicos de ciencias, comprensión lectora y matemáticas que deberían dominar en la escuela secundaria (pero que, lamentablemente, a menudo no dominan). Y también he visto lo que se puede conseguir cuando se da acceso a una educación gratuita que se adapta al nivel de cada persona y le ayuda a aprender a su propio ritmo. El mismo enfoque puede preparar a los trabajadores para nuevas carreras profesionales.
Millones de puestos de trabajo les estarán esperando. La Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU. prevé casi dos millones de puestos vacantes en el sector sanitario cada año durante la próxima década. La UNESCO estima que en 2030 habrá un déficit global de 44 millones de profesores. El sector de la construcción necesita más de 500.000 trabajadores adicionales al año solo para satisfacer la demanda, y las vacantes para electricistas y plomeros están creciendo más rápido que la media. Los sectores de la hotelería y el cuidado de personas mayores, trabajos basados en la empatía y la presencia, están en expansión, no en retroceso. No hay escasez de trabajos significativos, solo escasez de vías para acceder a ellos.
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