
En una reunión que convocó a su gabinete en la Quinta de Olivos, el presidente de Argentina, Javier Milei, sorprendió al entregar como obsequio a sus ministros un libro que desafía los límites del debate público: “Defendiendo lo indefendible”. Esta obra, escrita por el economista estadounidense Walter Block y publicada originalmente en 1976, se ha instalado como un clásico dentro del pensamiento libertario y ha generado debates intensos desde su aparición.
La elección del libro por parte de Milei funcionó como un mensaje político para su equipo. Según distintas fuentes y declaraciones, el presidente buscó transmitir la importancia de defender la libertad individual incluso cuando esa postura resulte impopular y de reducir el rol del Estado en la vida de las personas. La entrega del libro fue acompañada por un asado en la residencia presidencial, donde el jefe de Estado explicitó su intención de marcar una línea ideológica clara a través de este gesto simbólico.
“Defendiendo lo indefendible” propone, desde su título, una tesis disruptiva: el Estado no debería prohibir actividades voluntarias que no impliquen agresión, incluso cuando generen incomodidad moral o rechazo social generalizado. El eje teórico de la obra se apoya en el principio de no agresión, una de las bases del libertarismo moderno. Desde esa perspectiva, Block sostiene que nadie tiene derecho a iniciar el uso de la fuerza contra otra persona o su propiedad, y que las regulaciones y prohibiciones suelen responder más a imposiciones morales que a criterios de eficiencia económica o de libertad individual.
Walter Block, el autor del libro, nació en Estados Unidos y se formó como economista en una época de grandes debates sobre el rol del Estado en la economía. Su obra ha sido leída en ambientes académicos y políticos como un intento de separar el juicio moral de la legalidad y del análisis económico. Block seleccionó para su análisis un conjunto de figuras y actividades marginales, entre ellas prostitutas, traficantes de drogas, prestamistas acusados de usura, chantajistas, difamadores y otros personajes a menudo condenados tanto por la ley como por la opinión pública.
En el prólogo de la obra, el autor enfatiza que el propósito central es demostrar que “si una actividad es voluntaria y no implica agresión, no debe ser objeto de sanción estatal”. Block sostiene: “El núcleo de mi posición es que existe una diferencia crucial entre la iniciación de la agresión y todos los demás actos que, si bien pueden disgustarnos, no implican tal agresión. Solo el acto de violencia agresiva viola los derechos del hombre. Abstenerse de la violencia agresiva debe ser considerado una ley fundamental de la sociedad. Las personas que aparecen en este libro, aunque sean despreciadas por los medios y condenadas por casi todos, no violan los derechos de nadie, por lo tanto, no deben ser objeto de sanciones judiciales”.

El libro recorre, uno por uno, casos que suelen despertar rechazo inmediato en la mayoría de la población. Por ejemplo, dedica un capítulo a la defensa económica y legal de la prostitución. Block escribe: “Sujetos al acoso constante de leyes azules, grupos religiosos, cámaras de comercio, etc., las prostitutas siguen comerciando con el público. El valor de su servicio está probado por el hecho de que la gente sigue buscándolas, pese a la oposición legal y cívica”. El argumento central es que la prohibición estatal de la prostitución no elimina la demanda, sino que empuja la actividad a la clandestinidad, generando más riesgos para quienes la ejercen y para sus clientes.
En relación al narcotráfico, Block no evita la controversia y dedica varios pasajes a analizar el caso de los traficantes de heroína. Afirma: “Prohibir las actividades de los vendedores de heroína daña no solo a las partes potenciales del intercambio, sino que puede perjudicar seriamente a terceros. Un ejemplo evidente es la prohibición de las actividades del vendedor de heroína. Además de perjudicar al vendedor y al cliente, la prohibición de la venta de heroína es responsable de una alta proporción del crimen cometido en nuestra sociedad, de la corrupción policial y, en muchas áreas, del colapso general del orden público”.
Block también presenta argumentos sobre la usura y la figura del prestamista. Históricamente, los prestamistas han sido objeto de condena social y legal. En su análisis, Block observa: “Desde los tiempos bíblicos, cuando los prestamistas fueron expulsados del templo, han sido despreciados, criticados, vilipendiados, perseguidos y caricaturizados”. A lo largo del capítulo, sostiene que los prestamistas cumplen una función económica relevante al ofrecer crédito en situaciones en las que el sistema financiero formal no está presente.
Otra figura analizada en el libro es la del chantajista. Sobre este punto, Block sugiere: “El chantajista es, por definición, alguien que ofrece guardar silencio sobre un hecho a cambio de dinero. Si el hecho en cuestión es cierto, y si la amenaza de divulgación no implica violencia física, ¿por qué debería ser ilegal la transacción?”.
En la misma línea, el autor se refiere a los “scabs” (trabajadores que no adhieren a huelgas), a los “slumlords” (propietarios de viviendas precarias) y a los comerciantes de barrios marginales. Sobre estos últimos, señala: “El comerciante del gueto hace una contribución positiva a la sociedad; sin él, la economía estaría peor. Que continúe en su ingrata tarea, en medio de abusos y vilipendios, solo puede ser prueba de su naturaleza básicamente heroica”. El texto plantea que las condiciones adversas de los barrios generan mayores costos para los comerciantes y que, en ausencia de ellos, la oferta de bienes en esas zonas se reduciría aún más.

Aunque sin inscribirse en el feminismo y sin ahorrar críticas a las regulaciones estatales asociadas a esa tendencia, Block hace una cerrada defensa de los movimientos reivindicativos de los derechos de las mujeres. E, incluso, del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo: “El aborto es otro caso ilustrativo. Aunque por fin se han conseguido algunos avances, el aborto está limitado por normas obstructivas. Tanto la prohibición total del aborto como el aborto bajo los controles actuales niegan el gran principio moral de la autopropriedad. Así, son un retroceso hacia la esclavitud, una situación definida esencialmente por las barreras que se interponen entre las personas y su derecho a la autopropriedad. Si una mujer es dueña de su cuerpo, entonces es dueña de su útero, y sólo ella tiene el derecho completo y exclusivo de decidir si tener un hijo o no.”
La obra no se limita a defender la legalidad de estas actividades, sino que busca ilustrar los efectos económicos de la intervención estatal. Block argumenta que muchas veces, al prohibir o regular con dureza ciertas prácticas, el Estado no resuelve los problemas sino que los agrava. El ejemplo del mercado de drogas es uno de los más citados: “El costo es responsable de los innumerables sufrimientos humanos que suelen atribuirse a la adicción a la heroína. El adicto típico es joven, sin educación, y no puede ganar lo suficiente de manera honesta para financiar su consumo. Si no busca ayuda médica y psiquiátrica, la única alternativa es una vida delictiva en la que puede terminar perseguido por la policía o por bandas callejeras”.
En el capítulo dedicado a la difamación y la calumnia, Block plantea que la defensa de la libertad de expresión debe incluir incluso a quienes divulgan información falsa o dañina. “Debemos tener especial cuidado en defender los derechos de libre expresión de los difamadores, porque si ellos pueden ser protegidos, los derechos de todos los demás —que no ofenden tanto— estarán ciertamente más seguros”, sostiene.
El principio de no agresión recorre toda la obra. Block insiste en que su defensa es limitada y no implica una valoración moral positiva de las actividades analizadas. “La defensa de quienes aparecen en este libro —prostitutas, prestamistas, narcotraficantes— consiste únicamente en afirmar que no inician violencia física contra terceros”, explica el autor en la introducción. Aclara que no pretende indicar cómo se debe vivir, sino analizar bajo qué condiciones el uso de la fuerza resulta legítimo.
El impacto de “Defendiendo lo indefendible” se mantiene vigente varias décadas después de su publicación. El libro circula tanto en ambientes académicos como en círculos políticos y sociales interesados en el debate sobre el rol del Estado, la moral pública y la economía de mercado. Decisiones como la de Milei, al regalar este libro a su gabinete, reavivan la discusión sobre los límites de la libertad individual y las funciones del Estado.
La obra incluye también reflexiones sobre otros personajes marginales, como el falsificador, el acaparador, el heredero de fortunas de origen dudoso, el comerciante de importaciones y el banquero acusado de inflar la moneda. Block plantea, por ejemplo, que “la solución al problema de la riqueza obtenida ilícitamente no reside en evitar que la siguiente generación obtenga los fondos, sino en asegurarse de que estos fondos no se retengan en primer lugar”.
“Defendiendo lo indefendible” se apoya en conceptos clave de la economía, como la oferta y la demanda, los incentivos y los precios, para analizar fenómenos sociales que suelen ser abordados desde la ética o la moral. Block concluye que “si el sistema de precios puede demostrar su beneficio mutuo y productivo incluso en estos ejemplos extremos, entonces el caso de los mercados en general se fortalece aún más”. La obra mantiene el foco en la separación entre legalidad y moralidad, y en la defensa de la libertad individual frente al intervencionismo estatal.