
“Nuestros hijos perdieron la vida por la inoperancia de los gobernantes de turno”, puede leerse aún en el sitio padresdekheyvis.wordpress.com, en referencia de la tragedia ocurrida en la disco de Olivos la madrugada del lunes 20 de diciembre de 1993, sobre la avenida del Libertador al 1965, partido de Vicente López, que dejó 17 muertos, 24 heridos graves y familias destrozadas. Aquella noche se celebraba la fiesta de graduación de alumnas y alumnos del Colegio La Salle de Florida.
Lo que continúa sorprendiendo treinta y dos años después son las similitudes con lo que sucedió once años y diez días más tarde, el 30 de diciembre de 2004, en el incendio de Cromañón, en el barrio de Balvanera, Once. Esta vez, la tragedia se cobró 194 víctimas fatales, dejó 1432 heridos, y volvió a instalar la misma sensación de impunidad.
Por ese entonces, en Vicente López el intendente era el radical Enrique “Japonés” García, quien gobernó entre 1987 y 2011. En la ciudad de Buenos Aires al frente de la jefatura de gobierno aquel 30 de diciembre de 2004 estaba Aníbal Ibarra. Ambos sobrellevaron sus respectivas catástrofes sin ningún tipo de consecuencias ni sanciones jurídicas.

El dictamen extraído del propio expediente judicial, luego de años de lucha y apelaciones por parte de los familiares de las víctimas de Kheyvis en la justicia, con una investigación cuya causa penal terminó prescribiendo en 2006, resulta tan espeluznante como coincidente con las irregularidades que presentó el boliche Cromañón:
- La capacidad máxima del boliche era de 150 personas, mientras que esa noche había alrededor de 600.
- La disco debía tener todas sus salidas de emergencia habilitadas y los materiales con los que estaba construida no debían ser inflamables. Ninguna de las dos condiciones se cumplió.
- La única puerta habilitada para la circulación de jóvenes y miembros de personal del boliche era la de entrada.
- Ninguna de las salidas de emergencia estaba habilitada.
- Los materiales del local eran altamente inflamables ya que su mayor componente era la madera.
- Cualquier foco de incendio de orden menor llevaba a la catástrofe por las características ilegales de la construcción y la existencia de materiales combustibles y productores de humo.
- La carencia de controles municipales fue determinante.
En comparación, lo de Cromañón, aparece como una historia repetida:
- El uso de pirotecnia dentro del local. Alguien encendió una bengala, un elemento prohibido en interiores, que prendió los materiales inflamables del techo y desató el incendio.
- Sobrecapacidad (había 4500 personas en un sitio permitido para unas mil) lo que dificultó la evacuación, materiales inflamables en el techo (como media sombra y espuma de poliuretano).
- Falta de habilitación y condiciones de seguridad adecuadas, sumado a funcionarios públicos que permitieron que el boliche operara en estas condiciones precarias.
- Materiales inflamables: el techo estaba cubierto con materiales altamente combustibles, como media sombra y espuma de poliuretano, que avivaron el fuego rápidamente.
- Salidas de emergencia: estaban obstruidas o eran insuficientes, y no había un plan de evacuación efectivo.
- Organización inadecuada: el grupo Callejeros y el dueño del local (Omar Chabán) compartieron responsabilidades en la organización, en un contexto donde no había una productora especializada, y la banda conocía las condiciones del lugar.
- La tragedia expuso una falla sistémica del Estado en el control y la regulación de los locales bailables.

Impunidad
En la causa Kheyvis el juicio civil recién tuvo lugar en 2011. Osvaldo de Jesús, uno de los dos dueños de la disco –otro era Jorge Fajardo, pero murió rescatando víctimas- recibió condena de prisión en suspenso, como así también la responsable de aprobar en la municipalidad de Vicente López el expediente de habilitación del boliche, Ofelia Molina, y la arquitecta Sandra Ponce de León, responsable de la construcción del local.
La Municipalidad de Vicente López debió pagar las indemnizaciones correspondientes a los familiares de las víctimas que fueron bastante menores a lo imaginado y despertaron sospechas además porque se permitió que se abonaran en cómodas cuotas. Todo de acuerdo con “el daño moral y psicológico que sufrieron”.
El abogado José Iglesias, papá de Pedro, una de las víctimas de la tragedia de Cromañón, colaboró siempre con los familiares de Kheyvis. En su oportunidad realizó una demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y en 2020 lo citaron en la Cancillería porque el asunto lo debía resolver el Estado argentino. El reclamo por “privación de justicia por incumplimiento de los magistrados intervinientes”, parecía que se encaminaba, pero consultado por Infobae, el letrado confirmó que luego nadie impulsó la medida.
El incendio y el dolor
Eran las 2.50 de la madrugada del 20 de diciembre de 1993, una noche en la que se realizaba la fiesta de graduación de alumnas y alumnos del Colegio La Salle de Florida en la disco Kheyvis de Olivos cuando comenzó todo. En la causa aparece un testimonio determinante de un joven de apellido Acevedo, amigo de un alumno de la escuela, que se encontraba allí la noche de la tragedia. Él fue quien ayudó para que en la comisaría de Roque Saénz Peña y Maipú se hiciera el identikit de los que a su juicio iniciaron el fuego. Y sostuvo ante los uniformados que “cuando entró a los reservados observó a dos personas, una de las cuales prendió algo que no pudo precisar si se trataba de un cigarrillo, un petardo, o simplemente un encendedor, donde había sillones apilados de goma espuma y después salieron corriendo. De inmediato dio el alerta correspondiente en la barra del boliche, pero al parecer el matafuego no funcionaba o no estaba cargado, y el empleado no pudo hacer demasiado”. Quince minutos más tarde todo ardía en medio de un caos generalizado.

Entre avalanchas y gritos de desesperación cientos de jóvenes salieron de ese infierno ubicado en avenida Libertador 1965 como pudieron. Pero 17 de ellos perdieron la vida de manera injusta: Mariano Bravo, Rolando Broda, Leandro Buganem, Francisco Gaeta, Darío Pablo García, Erica Gori, Hernán Grosso, Cristian Gutiérrez, Pablo Petralli, Juan Mantenga, Sebastián Simonini, Fernando Tablada, Maximiliano Tejedor, Rodolfo Unold, Nicolás Blanc, Nicolás Roberto Bonomi y Jorge Luis Fajardo, éste último, uno de los dueños del lugar.
La jueza de menores María Cristina Piva de Argüelles investigó a un adolescente Nicolás Z. como presunto autor material, quien permaneció 45 días detenido, pero más tarde la Cámara –Tribunal superior- le indicó que no había logrado suficientes pruebas como para que siguiera preso y salió en libertad.
El antes mencionado Jorge Fajardo, conocido como “El Gordo”, era otro de los propietarios de Kheyvis que esa noche estaba presente. Por entonces tenía 29 años y cuando advirtió lo que sucedía no dudó en salvar todas las vidas que pudo. Entró y salió siete u ocho veces rescatando de a dos o de a tres pibes. Hasta que no pudo más y murió asfixiado. Dejó a una nena de dos años y a su compañera, María Mercedes, que esperaba un bebé. Le faltaban pocos días para trasladarse a Villa Gesell para hacer la temporada en el boliche Le Brique, él mismo en el que años después, más precisamente la madrugada del 18 de enero de 2020, un grupo de rugbiers de Zárate comenzó a atacar a Fernando Báez Sosa, hasta que luego fuera de la disco le provocaron la muerte a golpes.
Dos ex futbolistas reconocidos por sus trayectorias hoy directores técnicos, fueron alumnos del Colegio La Salle, Hernán Crespo y Lucas Pusineri. El primero cursaba el quinto año y no pudo estar presente en el festejo porque debió concentrar esa noche cuando jugaba para River y compartía habitación con “El Burrito” Ariel Ortega.
Pusineri sí estuvo allí. Y debió sufrir además infamias de parte de algunos irresponsables que lo quisieron involucrar. “Fue una locura que me mencionaran, personas totalmente imprudentes”, supo decir en su momento en medio del dolor que él también enfrentó por sus compañeros y porque allí murió su gran amigo Pancho Gaeta.
La mamá de Nicolás Roberto Bonomi, una de las 17 víctimas, sigue recordando a su hijo como cada aniversario, con profunda emoción y dolor a flor de piel: “Nació el 15 de abril de 1976, es decir que el día del incendio de Kheyvis tenía tan solo 17 años. En la desgraciada noche fue a bailar junto con su hermano Ezequiel y su primo hermano Maximiliano Tejedor. Cuando yo los fui a buscar, solo me pude reunir con Ezequiel quien se encontraba desesperado al no haber podido encontrar ni a él ni a Maxi en medio del caos. Estaba muy cerca de la puerta de salida, así que fue uno de los primeros en salir cuando estalló el incendio, pero cuando se dio cuenta de que adentro había todavía amigos suyos que corrían el riesgo de morir quemados, no dudó en volver a entrar, siempre acompañado de su inseparable primo Maximiliano, y así estuvieron entrando y saliendo durante cinco veces, hasta que la sexta vez ya no pudieron salir. Mi hijo puede ser definido con pocas palabras: Alegría de vivir y servicio. Amaba los deportes y la vida. No fumaba, no tomaba y rescató a muchos chicos de la droga. Esta vocación de servicio lo llevó a salvar vidas esa noche. Ese fatídico día quedó atrapado su cuerpo en el fuego pero no su espíritu que libre sigue inspirando buenas obras”.