
En una época donde el arte incomoda, sobre todo la música, era cuestión de tiempo antes de que alguien cayera preso por vender un disco. No por piratería ni por evadir impuestos, sino por el contenido de las canciones, tan obscenas que se volvieron ilegales. En 1990 un vendedor de discos de Florida pasó a […]
Ver más noticias en Indie Hoy.