Mileva Marić destacó como pionera en matemáticas y física en la Escuela Politécnica de Zúrich, superando a sus compañeros, incluido Albert Einstein (Wikimedia Commons)

A finales del siglo XIX, se forjó la complicidad entre dos jóvenes apasionados por la ciencia, que compartieron ideas, análisis y una relación intelectual mucho antes de unir sus vidas en matrimonio. Durante años, Mileva Marić permaneció en la sombra de Albert Einstein. Sin embargo, sus huellas surgen en cartas, relatos familiares y la memoria compartida de quienes los conocieron en Zúrich, donde ambos coincidieron en la Escuela Politécnica.

El vínculo entre ambos trascendió lo sentimental. Según distintos testimonios, recogidos por National Geographic, Einstein valoraba el talento matemático de Marić y solía consultar sus intuiciones antes de volcar teorías en papel.

En su tiempo universitario, ella logró calificaciones superiores a las de sus compañeros —incluido Einstein—, desafió los prejuicios de la época y demostró una destreza destacada en matemáticas y física, incluso bajo la presión de ser la única mujer en su clase.

Los relatos biográficos indican que Mileva Marić sobresalía en la mayoría de asignaturas en sus primeros años de educación. Marić se trasladó a Zurich en 1894 para poder recibir formación universitaria, ya que en Serbia las mujeres no podían acudir a la universidad. En la imagen, Mileva Marić en un retrato de 1896. / Bernisches Historisches Museum / Public Domain

Luego, cuando comenzaron a compartir casa y soñar con fórmulas, la colaboración entre ambos resultó tan natural como anónima para la historia oficial.

Cartas, rutinas y la mesa de la cocina: claves del trabajo conjunto

La historia de Marić y Einstein tomó fuerza en Suiza, entre el bullicio de las aulas académicas y la vida doméstica. Según detalló Brittannica, mientras el físico se ocupaba del trabajo en la oficina de patentes de Berna, Mileva se sumergía en las tareas del hogar, criaba a sus hijos y, cada noche, volvía junto a su esposo a la física, los apuntes y las discusiones científicas a la luz de una lámpara de queroseno.

El “año milagroso” de Einstein, en 1905, trajo artículos que revolucionaron la física: teoría de la relatividad especial, efecto fotoeléctrico, movimiento browniano y equivalencia entre masa y energía.

Mileva Marić y Albert Einstein, con su hijo Hans, en un retrato tomado entre 1904 y 1905/ ETH Bibliothek Zürich, Bildarchiv / Hs_1457-72 / CC BY-SA

En ese contexto, testimonios como los de Desanka Trbuhovic-Gjuric señalan que la matemática de Mileva aportó claridad en los cálculos. La frase “resuelve por mí todos los problemas matemáticos”, atribuida a Einstein, refuerza la imagen de equipo científico en la intimidad, precisó National Geographic.

El cuerpo de cartas entre ambos se convirtió en materia clave para los historiadores que defienden la coautoría de Marić. En sus mensajes, Einstein se refería a “nuestro trabajo” o “nuestra teoría del movimiento relativo”.

Además, familiares, como Hans Albert, relataron largas tardes en el jardín donde las ideas fluían y la física dominaba la conversación. Según el físico Evan Harris, la formación y la tesis presentada por Mileva en la Universidad de Zúrich pudieron constituir la base para algunos de los trabajos por los que Einstein ganó renombre internacional.

Mileva Marić con los dos hijos que tuvo con Albert Einstein durante su matrimonio, Eduard (nacido en 1910) y Hans Albert (nacido en 1904), en una imagen tomada en 1914/ Hebrew University of Jerusalem

Polémica, prejuicios y las dudas que persisten

Con el pasar de los años, el mérito recayó íntegramente sobre Einstein y, mientras su carrera avanzaba, la de Mileva se opacó. El ambiente social y académico no permitía igualdad de reconocimiento.

Los expertos señalan que, al divorciarse, Marić exigió ser la beneficiaria del monto económico de un eventual Nobel, lo que cumplió después de la premiación de Einstein y que, al parecer, destinó a la salud de su hijo Eduard.

El debate sobre el rol de Marić sigue dividiendo a la comunidad científica. De acuerdo con investigaciones recientes, la falta de pruebas concluyentes impide afirmar inequívocamente que los grandes artículos publicados entre 1905 y 1915 sean fruto de un trabajo conjunto.

Mileva Marić y Albert Einstein, en una imagen tomada en Kac (Serbia) en 1905 / ETH Bibliothek Zürich, Bildarchiv / Portr_03087 / CC BY-SA

Sin embargo, tampoco existen elementos para descartar esa posibilidad. Las cartas evidencian colaboración, aunque muchos especialistas advierten que las expresiones como “nuestro trabajo” no necesariamente implican coautoría científica formal.

Mientras tanto, el hecho de que la teoría general de la relatividad viera la luz después de la separación de la pareja, constituye otro argumento de quienes minimizan su aporte.

Marić nunca firmó un artículo junto a Einstein. Algunos familiares y allegados cuentan que ella prefería la producción intelectual al reconocimiento público y que, dadas las limitaciones y el desprestigio hacia las mujeres científicas de su tiempo, optó por quedar en segundo plano.

Los intentos recientes por recuperar su nombre también encontraron trabas, como el bloqueo judicial que impidió durante décadas la publicación de cartas entre los Einstein y sus hijos.

Hoy, la vida y el legado de Mileva Marić ponen en discusión el modo en que la historia reconoce o silencia los aportes femeninos en la ciencia. Más allá de los documentos y las pruebas divididas por el debate, su figura resurge como emblema de perseverancia y talento, y como una posible protagonista de uno de los grandes hitos de la física moderna