
Ya se sabe: hay muertos bien muertos, de los que no se acuerda nadie y muertos que viven en la memoria, en la cultura, que siguen influyendo y pesando en las ideas de una comunidad. O muertos que se fueron y luego vuelven, porque su nombre, sus pensamientos o lo que connota le sirven a alguien en el presente. Es la historia del mundo y, hace un tiempo, la de Francisco Franco.
Tras una dictadura de 36 años, hay de todo sobre Franco y el franquismo: libros, ensayos, películas. Y una sociedad dividida en ganadores y perdedores. “Dos Españas”, decía Antonio Machado en Españolito. No le daba igual: “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”, escribió.
Pero las heridas parecieron ir cerrando con los años. Franco murió en 1975 -hoy se cumplen 50 años-, cedió la censura, España entró en la Unión Europea, una y otra vez ganó las elecciones el Partido Socialista Obrero Español…
Y como en gran parte del mundo, el siglo XXI llevó una revalorización de la derecha, en parte desde el grupo más inesperado: los jóvenes. ¿Volvió Franco?
Aquí Santiago Roncagliolo, Cristina Peri Rossi, Fernanda García Lao, Gabriela Wiener, Luis Luna Maldonado y Raquel Garzón, seis escritores nacidos en América latina pero afincados en España, cuentan cómo lo ven.
Santiago Roncagliolo: “Es el líder de la oposición”

Franco es un fantasma. Está muerto pero todos lo ven. Y todos significa TODOS. Lo ves en las películas (la última: La Cena). Lo ves en la tele. Unos políticos amenazan todo el día con que está a punto de volver. Otros no lo desmienten.
Tenemos un gobierno que lleva tres años sin presupuestos pero no convoca a elecciones porque dice que las ganarán los franquistas. Franco es el líder de la oposición.
Los franquistas odiaban a los judíos y a los norteamericanos. Ahora son amigos de Netanyahu y de Trump. Amaban al Papa. Ahora lo aborrecen. Franco cambia de amigos, de cara, de nombre, pero sigue ahí. Podría ser tu vecino el del cuarto. O el que te sirve el café. Podrías ser tú.
Pero ahora no es rancio, es guay. Los chicos lo adoran. Si solo votasen los menores de treinta, ganaría las elecciones.
*Santiago Roncagliolo nació en Lima en 1975. Es autor, entre otros, de las novelas Abril rojo (Premio Alfaguara), Y líbranos del mal y El año en que nació el demonio. Vive en Madrid desde el año 2000.
Cristina Peri Rossi: “Fue un tirano”

Y yo, que había llegado a fines de 1972 huyendo de la represión en mi país, Uruguay, me topé con la represión franquista.
Por supuesto, había oído hablar mucho de ella y de su terror, de su ignorancia y miseria.
Pero la de Franco era longeva: tenía 40 años y le agradecí al destino que me hizo nacer en Uruguay, país democrático, librepensador, con una enseñanza laica, gratuita y universal que siempre me ha parecido un inmenso tesoro.
Viví un tiempo en Barcelona, dos o tres años, hasta que la dictadura franquista aliada con la Embajada me localizó y entonces tuve que huir otra vez, ahora a Francia. Pero quería volver a Barcelona y a través de una peripecia digna del mejor cine europeo (que no se exhibía en España) y la ayuda de resistentes anónimos, cuyos nombres nunca revelé, conseguí un pasaporte y regresar a Barcelona.
Franco fue un tirano, un fascista cuyo único mérito fue no aliarse con Hitler. Todavía hoy se encuentran los restos de sus víctimas, de su terror, sin contar la gente que tuvo que huir o colaborar. Y la destrucción de una cultura a la que persiguió y en gran parte eliminó.
*Cristina Peri Rossi nació en Montevideo en 1941. Es autora, entre otros, de La nave de los locos, Estado de exilio y La insumisa, obras que la consolidaron como una voz central de la literatura en lengua española. Ganó el Premio Cervantes en 2022. Llegó a Barcelona en 1972 tras su salida de Uruguay y reside en esa ciudad desde entonces.
Fernanda García Lao: “Su sombra sigue en las calles”

Parafraseando a Perlongher, en España hay cadáveres. Más de cien mil. Están bajo tierra, en fosas comunes que nadie ha tocado. Debajo de las rutas, en zanjas, en campos que se cultivan como si nada. El Estado lo sabe. Hace unos días publicó un mapa con más de seis mil fosas. Pero el mapa no abre la tierra. Solo la señala. Hay cadáveres. La Ley de Amnistía de 1977 sigue vigente. Se vendió como reconciliación, pero funcionó como blindaje. Los crímenes del franquismo no se juzgaron. Franco ya no está en el Valle de los Caídos, pero su sombra sigue en las calles, en los archivos cerrados.
Todavía hay quien dice que remover el pasado es peligroso. Como si el pasado no estuviera ya removido. Hay cadáveres en los márgenes. Y mientras tanto, los jóvenes. Casi un 20% de los que tienen entre 18 y 24 años cree que la dictadura fue buena. No lo dicen por experiencia: lo dicen por ignorancia. Ven a Franco como un tipo eficaz, orden frente al caos. No saben lo que fue. Confían más en un reel que en un libro de historia. Así se fabrica el olvido: con likes, con memes, con desidia. Hay cadáveres en los algoritmos, en los hashtags, en los filtros.
*Fernanda García Lao nació en Mendoza en 1966. Vivió en España desde 1976, cuando su familia se exilió, hasta la década de 1990, cuando regresó a la Argentina. Es autora, entre otros, de Muerta de hambre, La perfecta otra cosa y Nación vacuna, títulos que la ubicaron como una presencia destacada en la narrativa contemporánea en español. Desde 2022 vive en Barcelona.
Gabriela Wiener: “Su fantasma sigue votando”

¿Una nota con escritores cincuentones? Los 50 años de la muerte de Franco son mis 50 años. Nací en noviembre de 1975. Mi padre siempre me decía que para mi suerte llegué a un mundo ya sin Franco. En mi casa éramos todos muy de cantar que la tortilla se vuelva y qué culpa tiene el tomate, que está tranquilo en la mata y viene un hijo de puta y lo mete en una lata. Y de los poemas de Vallejo como los de España aparta de mi este cáliz.
Ya viviendo aquí, encima en Madrid, descubrí que mi papá se había equivocado, que Franco no estaba muerto. Que el franquismo era una costra imposible de arrancar. Mientras sigan sin abrirse todas las fosas de los fusilados y permanezca intacto el pacto de silencio, mientras este siga siendo un país sin comisión de la verdad, sin memoria histórica, mientras su imaginario político racista e imperial subsista y opere en la ultraderecha actual y sus votantes, seguiremos diciendo cómo solía decir Vázquez Montalbán: Franco murió pero su fantasma siguió votando.
*Gabriela Wiener nació en Lima en 1975. Publicó sus primeras crónicas en Etiqueta Negra y es autora de Sexografías, Llamada perdida, Dicen de mí y de los poemarios Ejercicios para el endurecimiento del espíritu y Una pequeña fiesta llamada Eternidad. La traducción al inglés de su novela Huaco retrato fue finalista del International Booker Prize 2024, del PEN America y del Premio Rómulo Gallegos 2025. Su novela Atusparia obtuvo el Premi Ciutat de Barcelona al mejor libro en español de 2024. Vive en España desde los años 2000.
Luis Luna Maldonado: “Que no merezca un sello postal”

Cuando era feliz y desinformado, es decir a los doce años, (cuando murió Franco) llegaba a casa una revista y en el sobre siempre estaba la estampilla postal con un señor calvo y cachetón en distintos colores (violeta, azul, verde) y con variados precios (1, 2, 3 pesetas). En realidad, no me enteré de la muerte de ese tipo tan multicolor y tan caro.
Ya más grandecito, cuando me gobernaban las juergas y el fútbol, supe que en España, la gente ya podía leer libros prohibidos (y escribirlos), escuchar música pecaminosa (y componerla) y que la anatomía humana había dejado las clases de biología y estaba en las revistas y en las películas.
No me tocó de primera mano su mandato, ni sus alcances, pero cuando –por fin– fui consciente del tamaño de “su huella”, no quedó otra que desear que esa clase de personajes (que al parecer vuelven a brotar bajo las piedras) no lleguen a merecer un sello postal.
*Luis Luna Maldonado nació en Pamplona (Colombia) en 1963. Es creativo publicitario y artista plástico, con exposiciones en Brasil, Venezuela, España, Inglaterra y Japón. Publicó la revista cultural pHi entre 2006 y 2014, además del libro Cortoletrajes. Historias comunes sobre gentes corrientes en 2013. Su novela Por aquí solo regalan perejil obtuvo el Premio Ñ BaPro – XX Premio Clarín de Novela 2017. Vive en España desde 1998.
Raquel Garzón: “Sigue siendo opaco”

Recuerdo que hace dos décadas, durante mi primera vida española (entre 2003 y 2005), todavía se vivía un poco bajo el efecto de Soldados de Salamina”, la novela que Javier Cercas había publicado en 2001 y que David Trueba había llevado al cine, volviendo a poner el tema de la guerra civil y su después en la conversación pública. Eran los años en los que el británico Paul Preston, biógrafo de Franco, hablaba “del holocausto español”, decía que el Caudillo no sólo era un personaje mediocre y cruel sino un ser complejo y que los historiadores tendrían trabajo para 50 o 100 años más con la Guerra Civil Española. No se equivocaba.
En todas las familias había (hay) heridas de la guerra, muertos, represaliados, emigrados y mucho que llorar. Aparecían novelas como El vano ayer, de Isaac Rosa y cuentos como los de Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez y en Barcelona se exhibía una muestra como Las prisiones de Franco, gestos todos que marcaban diferencias sustanciales con los primeros años de la democracia en el país, en los que se había entendido que si el objetivo era pacificar y avanzar, la memoria tal vez no era un precio demasiado alto (eso explica en parte la amnistía de 1977).
Me parece que ahora se habla menos de estos temas en la calle. Se disfruta de los efectos de una transición exitosa; en 2026 se cumplirán 40 años de la entrada de España a la UE, con el andamiaje de bienestar que eso supone; se conmemora medio siglo de democracia y la gentese preocupa más en el día a día por su metro cuadrado (cómo tener y conservar un empleo de calidad; cómo pagar el alquiler…).
Pero Franco y su dictadura de cuatro décadas siguen siendo opacos. Y la guerra civil y su después, tragedias incandescentes, con un número total de víctimas desconocido y difícilmente calculable. Aún hoy hay secretos por develar y sed por saber. Fijate que Paco Cerdá ganó este año el Premio Nacional de Narrativa con Presentes, basada en un episodio poco conocido de la posguerra (el cortejo fúnebre de José Antonio Primo de Rivera por parte de camaradas falangistas que lo exhumaron y lo llevaron del cementerio de Alicante a El Escorial, a lo largo de más de 400 km).
En ese sentido, es capital el trabajo que la ficción hizo y sigue haciendo por indagar, entender, valorar y restañar heridas. Pienso en la monumental El corazón helado (2007), de Almudena Grandes y su proyecto de Episodios de una guerra interminable, seis novelas sobre la resistencia antifranquista entre 1939 y 1964. Pero también en el interés que despiertan las propuestas recientes de escritores jóvenes como David Uclés, autor de “La península de las casas vacías (una historia de la guerra civil española contada con las armas del realismo mágico que lleva más de 200 mil ejemplares vendidos desde 2024) y Ana Campoy, autora de El paracaidista, uno de los textos que habla de cómo las mujeres vivieron esa posguerra en los pueblos.
El cine también indaga. El director Daniel Monzón trabaja en Ruega por nosotras, una película sobre una institución infame de la que se sabe casi nada: el Patronato de Protección a la Mujer, que funcionó hasta 1985, y al que el régimen franquista ingresaba a las chicas que tenían “conductas inmorales”. Será uno de los esperados estrenos de 2026.
*Raquel Garzón nació en Córdoba, Argentina, en 1970. Es autora de los poemarios Crucigramas, Cataclismos, Poemas grises, Riesgos de la noche y Monstruos privados y de la novela Fue la gripe, amor, editada por IndieLibros. Vivió en España entre 2003 y 2005 y volvió a radicarse allí en 2021. Es una de las dueñas de la librería Olavide, en Madrid.