Una descripción es insuficiente para describir algunas películas, y Mátate, amor, dirigida por Lynne Ramsay, es una de ellas. Una pareja joven, Grace y Jackson, se muda a una casa en el bosque. Tienen un bebé y, en medio de una feroz depresión posparto, Grace comienza a perder el contacto con la realidad —o, algunos podrían argumentar, a recuperarlo. Esa es la trama.
Pero sería como describir El grito de Edvard Munch como “solo un tipo gritando”: no es exactamente incorrecto, pero sí totalmente fuera de lugar. Mátate, amor es lineal pero alusiva; a veces no estás seguro de cuánto tiempo ha pasado, y a veces pasa en un abrir y cerrar de ojos. Sumergidos en la realidad sobrecalentada, claustrofóbica, tediosa y enloquecedora de Grace, nos estamos ahogando, igual que ella. Es cine de inmersión total.
Su historia puede girar en torno a Grace, pero Mátate, amor gira en torno a Jennifer Lawrence, para quien este papel se siente como un hito en su carrera —aunque realmente no lo necesitara. Ha sido una fuerza durante 15 años, pero desapareció un tiempo y últimamente ha estado probando su rango, primero con el drama bellamente contenido Resurgir y luego con la comedia sexual más ligera Hazme el favor.

Mátate, amor es algo completamente distinto. Has visto papeles de mujeres al borde del colapso; incluso has visto a Jennifer Lawrence en ellos. (Hay una escena en particular que me recordó a ¡Madre! por un segundo, y tuve que reírme). Pero esas películas tienden a hacernos observadores de una mujer cuerda que se vuelve loca. Es cierto que esta película nos hace preguntarnos al principio si Grace está viendo cosas —el motociclista (LaKeith Stanfield), por ejemplo, que sigue pasando a toda velocidad frente a la casa. Pero en este caso, Grace ya es un cable pelado cuando la conocemos. Es como si los elementos tierra y fuego se hubieran mezclado y moldeado en una mujer. Casi puedes creer que sería algo errática con o sin el descontrol hormonal. No está ni cuerda ni loca: simplemente es Grace, y así es ella.
Por eso Jackson se enamoró de ella —él también es raro— y por eso la defiende durante tanto tiempo, incluso después de que su comportamiento empieza a llamar la atención de su familia. También por eso Robert Pattinson es perfecto en el papel, y un contrapunto ideal para Jennifer Lawrence. Ambos son actores instintivos e intuitivos. Pero ella es cruda, naturalista y expresiva, mientras que él es nervioso, contenido y más reactivo. Puedes ver exactamente por qué sus personajes, dos artistas con una idea romántica de hacer arte en el bosque, se enamoraron, y exactamente por qué se volverían locos el uno al otro: son como elementos opuestos, tierra y fuego tratando de fundirse con aire y agua. Esta casa en el bosque no es lugar para que vivan estas personas, pero Jackson creció cerca. Grace bien podría ser una extraterrestre.
Algunos temas que atraviesan Mátate, amor están más sugeridos que indicados abiertamente: la afición de Grace por fingir ser un animal acechando a su presa, por ejemplo, y la idea de que la locura ronda estos bosques, o tal vez solo esta casa. Y está la madre de Jackson, Pam (Sissy Spacek, en una excelente interpretación), que vive a la vuelta de la esquina, en la casa donde Jackson creció. Ella también ha perdido recientemente a su esposo, Harry (Nick Nolte). Su propio y repentino deslizamiento fuera de la realidad es como otro polo para la lucha de Grace, con ambas deambulando en la noche iluminada por la luna, con el tiempo y la realidad patas arriba.

Por momentos, Grace parece estar en una película de otra época —de hecho, durante largos tramos no queda del todo claro en qué año transcurre, lo que añade un aire onírico al filme. Lleva camisones y ropa interior translúcidos, y a veces su largo cabello rubio está peinado de una manera que me hizo preguntarme si buscaba evocar a Catherine Deneuve en Repulsión, o quizá a Brigitte Bardot.
Jennifer Lawrence comenzó a rodar la película cuando tenía cuatro meses y medio de embarazo de su segundo hijo, lo cual ya es notable de por sí, pero la pura fisicidad del papel lo hace aún más impresionante. Grace es sexual y violenta y tierna y maternal y salvaje; arranca papel tapiz, se sienta en su refrigerador, grita y le hace bromas al bebé. “Tour de force” es un cliché sobreutilizado, pero fue inventado para papeles como este.
Aunque casi todo el equipo creativo está compuesto por mujeres, la semilla de Mátate, amor provino —curiosamente— de Martin Scorsese, quien leyó la novela de Ariana Harwicz de 2012 en su club de lectura en 2020, la envió a la productora que la protagonista dirige junto a Justine Ciarrocchi, y dijo que podía imaginar a Lawrence en el papel principal. Ellas convocaron a la directora Lynne Ramsay, quien escribió la adaptación junto a Enda Walsh y Alice Birch, experimentados dramaturgos y guionistas.
El resultado, al final, es el tipo de película que polariza. Es difícil imaginarse una reacción tibia, y algunos la encontrarán exasperante. Pero la amé la primera vez que la vi, y la amé aún más la segunda. No solo porque se arriesga enormemente y acierta, sino porque este es el papel que he querido ver interpretar a Jennifer Lawrence desde que la vi por primera vez en Lazos de sangre hace tantos años. Ver a alguien arriesgarlo todo y lograrlo de verdad es emocionante. Y cuando una película me deja sintiendo como si acabara de nadar a través de rápidos y apenas logré salir con vida —bueno, por eso voy al cine.
Fuente: The New York Times