
La expectativa de integrarse en la vida comunitaria puede desvanecerse de forma inesperada, como le ocurrió a un inquilino colombiano identificado como @taltalivan. Con entusiasmo, preparó bocaditos para compartir en la que sería su primera reunión de consorcio en el edificio donde reside.
Al llegar, el administrador le comunicó que la reunión era exclusiva para propietarios y que su participación no estaba permitida, ya que el dueño del departamento asistiría de forma remota. La ilusión de formar parte de la comunidad se transformó en una experiencia de exclusión, reflejada en la imagen que compartió: sentada en la cocina, acompañada solo por los bocaditos que había preparado.

La publicación de @taltalivan en la red social X, antes conocida como Twitter, superó los 3 millones de visualizaciones y acumuló más de 124.000 ‘me gusta’, convirtiéndose en una experiencia viral. La anécdota generó una ola de empatía y comentarios de apoyo, con mensajes como “El mundo necesita de más vecinos como tú” y “Ellos se lo pierden y tú te lo ahorras”, que buscaron consolar al inquilino y resaltar el valor de su gesto.
La viralización de la historia evidenció la identificación de muchos con la situación y abrió un espacio para que otros usuarios compartieran sus propias vivencias en reuniones de propietarios. Algunos relataron experiencias similares de exclusión, como quien observó la asamblea desde el balcón al sospechar que no estaba invitada.
Otros recordaron situaciones tensas, como la vez que la policía intervino en una junta tras una fuerte discusión. Entre los comentarios, no faltaron advertencias sobre el ambiente conflictivo que suele reinar en estos encuentros: “Te ahorraste un tema. Las asambleas de propietarios nunca son en son de paz. Lo mínimo que iba a suceder era ver volar los bocaditos por los aires”.

Estos testimonios reflejan una realidad compartida por muchos inquilinos: la dificultad de integrarse plenamente en la vida comunitaria de los edificios, especialmente en espacios de decisión reservados a los propietarios. La ilusión inicial de pertenencia y colaboración suele chocar con normas y dinámicas que excluyen a quienes no poseen la vivienda, generando una brecha entre las expectativas y la experiencia real de quienes viven de alquiler.
“Igual podés ir a escuchar, opinar y hacer reclamos pero no tenés voto”, “¿Cómo va a ir un inquilino a una asamblea? Lamento que te hayas ilusionado, pero no funciona así lamentablemente. Igual, yo te hubiera invitado por los bocaditos», “A mí se me hace que está mal que solo vayan los dueños, cuando se habla de cosas que suceden en el edificio, el inquilino es quien más sabe ante el dueño, ya que vive ahí. Se deberían citar ambos”, fueron algunos de los comentarios.
En ocasiones, la esperanza de encontrar un ambiente acogedor en la comunidad se ve opacada por la tensión y el desencanto que marcan las reuniones de propietarios, dejando a más de uno con la sensación de que la integración sigue siendo una meta lejana.