
Las aves y los peces en la Argentina no escapan a la avalancha de plásticos que se generan por actividades de los seres humanos.
Por separado, dos grupos de investigadores del Conicet, la Universidad Nacional de La Plata y otras instituciones públicas publicaron estudios con evidencias que van desde bolsas en los nidos hasta diminutas fibras en gaviotines golondrina que ingieren anchoítas.

Ambos estudios, que fueron publicados en las revistas El Hornero y Environmental Pollution, arrojan una certeza inquietante: los plásticos ya forman parte del día a día de la fauna argentina, tanto en tierra firme como en el mar.
En el país, se generan cerca de 1,1 millones de toneladas de residuos plásticos por año, según datos del Banco Mundial. Esa basura pone a prueba la capacidad de adaptación de las especies.
El plástico en los nidos
Uno de los estudios se concentró en registrar qué aves usan residuos plásticos para armar sus nidos. El estudio reveló que el 17,7% de los nidos analizados presentaba algún tipo de plástico, un dato que obliga a pensar en los posibles riesgos para las aves, confirmó la primera autora del trabajo Magalí Yassin en diálogo con Infobae.

También colaboraron Luciano Segura y Martín Colombo, del Instituto de Limnología Dr. Raúl Ringuelet, y Virginia Monges, del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE). Ambas organizaciones dependen del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata.
También participó Ana Chiramberro, de la División Entomología del Museo de La Plata. El grupo de investigadores realizó relevamientos en el partido de Punta Indio, provincia de Buenos Aires, entre octubre de 2022 y enero de 2024.
Localizaron y revisaron nidos de 30 especies de aves. Detectaron que 95 de los 884 nidos analizados tenían plásticos.

Las especies que más usaron plásticos en sus nidos fueron el benteveo y el carancho. También reportaron hallazgos en nidos de chimango y tijereta.
Los restos plásticos identificados incluyeron hilos y bolsas de polietileno, precisó la científica que publicó los resultados en El Hornero, editada por la organización Aves Argentinas.

Aunque el uso detectado del plástico no es masivo, su aumento genera preocupación sobre las consecuencias para el desarrollo y la supervivencia de las crías.
Los investigadores reportaron diferentes daños asociados al plástico: un juvenil de benteveo muerto, lesiones en pichones y estrangulamiento de un adulto del ave coludito copetón.
“Las aves pueden llegar a confundir materiales naturales, como pastos, con elementos de origen antropogénico, como bolsas plásticas o hilos de pesca”, resaltó Yassin.

“Consideramos que hoy es fundamental promover las actividades sostenibles, como el reciclaje y la gestión de residuos”, comentó.
“También es importante fomentar el consumo responsable mediante programas ecológicos dirigidos tanto a escuelas como a la comunidad adulta -enfatizó-. Se debería mejorar el sistema de gestión de la recolección de residuos y su destino final para reducir la contaminación que impacta en la biodiversidad”.

La bióloga Yassin recordó un momento del monitoreo que hicieron. Encontraron un nido de tordo músico que tenía pichones.
“Uno de esos pichones creció con una línea de pesca enredada en la patita, lo que le provocó un estrangulamiento y la pérdida de la extremidad. A pesar de eso, el pichón logró volar del nido, pero creemos que no sobrevivió”, detalló.
El hallazgo de microplásticos en peces y aves

Por otra parte, en la revista Environmental Pollution, editada por Elsevier, otro grupo de investigadores registró la presencia de microplásticos en los peces anchoítas y su transferencia a aves marinas, como el gaviotín golondrina, en la costa argentina.
Observaron que más del 40% de los peces examinados tenían partículas plásticas en su sistema digestivo.
“Ese hallazgo es una prueba de que los microplásticos disponibles en los ambientes acuáticos pueden ser ingeridos por los peces y luego transferirse a lo largo de la cadena alimentaria hasta las aves”, dijo a Infobae el doctor Andrés Ibañez, investigador del Conicet en el Museo de La Plata. Aunque esto no implica que las aves sean el destino final de los contaminantes.

Se habría producido una transferencia vertical de microplásticos desde los peces hacia los gaviotines, detallaron los científicos, quienes al hacer el trabajo revelaron la dinámica de una ruta de contaminación poco estudiada.
El trabajo fue realizado por el doctor Ibáñez junto con Micaela Carrillo. Contó con la colaboración de personal técnico y guardaparques del Ministerio de Ambiente de la Provincia de Buenos Aires.
Los microplásticos son partículas de entre 1 micrómetro y 5 milímetros, que se forman por la fragmentación de plásticos más grandes provenientes de residuos urbanos, industriales y agrícolas.

Estos contaminantes llegan a lagos, ríos y mares tras haber formado parte de objetos de uso cotidiano y quedar suspendidos en el agua.
“Las anchoítas son peces del estuario del Río de la Plata, que se alimentan filtrando agua y atrapan partículas y pequeños organismos. Durante ese proceso, los peces ingieren microplásticos que encuentran junto a su comida habitual o por confusión“, señaló Ibáñez.
Los investigadores hicieron el relevamiento en la Reserva Natural de Objetivo Definido Rincón de Ajó, en Bahía Samborombón, Buenos Aires.
Analizaron 120 anchoítas provenientes de 39 regurgitados de gaviotines golondrinas. Esto permitió conocer qué habían comido y cuántos microplásticos presentaban los peces.
Para identificar los restos plásticos, el equipo empleó digestión química, filtrado y microscopía. Se usó la espectroscopía FTIR para detectar el tipo de polímero.

“El 40,83% de las anchoítas contenían fragmentos de plásticos, principalmente en forma de fibras”, precisó el científico. Las aves, al alimentarse, incorporan directamente esos microplásticos.
A partir del estudio, los investigadores también recomendaron los monitoreos constantes y las políticas de reducción de residuos plásticos.
Aclararon que sólo examinaron el contenido estomacal de los peces y advirtieron que podrían existir partículas más pequeñas no detectadas.
“La prevalencia de microplásticos en el estuario obliga a actuar ante este circuito invisible de contaminación”, subrayaron.