FOTO DE ARCHIVO. Trabajadores transportan tierra que contiene elementos de tierras raras para su exportación en un puerto en Lianyungang, provincia de Jiangsu, China, el 31 de octubre de 2010 (REUTERS/Stringer)

En Bruselas se ha encendido una señal de alarma que va más allá del comercio: el pulso entre la Unión Europea (UE) y China sobre las exportaciones de tierras raras ha escalado hasta amenazar tanto la industria como la diplomacia. El comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, anunció el martes que ha invitado al ministro chino de Comercio, Wang Wentao, a Bruselas “en los próximos días” para hallar “soluciones urgentes” ante las nuevas restricciones de Beijing.

La llamada entre Sefcovic y Wang se prolongó casi dos horas. El mensaje del responsable europeo fue claro: la UE no busca una escalada, pero las nuevas limitaciones “sin justificación” y “dañinas” proyectan una sombra sobre la relación con China y requieren una resolución rápida.

La disputa tiene un centro muy concreto: el acceso de la industria europea a minerales críticos —entre ellos varios de los llamados “tierras raras”— que China ha comenzado a someter a controles más rigurosos bajo su doctrina de “seguridad nacional”.

Según Sefcovic, las empresas europeas han presentado ocho listas prioritarias con cerca de 2.000 solicitudes de licencias de exportación que Beijing debe tramitar. Solo algo más de la mitad han sido correctamente atendidas. Ese cuello de botella se siente ya, dice, “sobre todo en la industria del automóvil, la maquinaria, y lo será con las nuevas medidas”.

ARCHIVO - Trabajadores utilizan maquinaria para excavar en una mina de tierras raras en el condado de Ganxian, en la provincia central china de Jiangxi, el 30 de diciembre de 2010. (Chinatopix via AP, Archivo)

La consecuencia no es teórica. Plantas europeas de componentes automotrices han tenido que suspender líneas de producción ante la falta de acceso a estos materiales críticos. El riesgo, tanto técnico como geopolítico, se está materializando.

Beijing, por su parte, asegura que actúa conforme a su legislación sobre bienes de uso dual (civil y militar) y que está dispuesto a acelerar la aprobación de exportaciones “cuando procedan” para la UE, aunque sin prometer excepciones generales.

El trasfondo estratégico es evidente. La UE depende de China para una parte sustancial de estos minerales. Según la propia Comisión Europea, en años recientes más del 90 % del aprovisionamiento de tierras raras ha estado en manos chinas.

La crisis aparece justo después de la cumbre de julio entre la UE y China, donde se elevó el diálogo sobre controles de exportación. Ahora ese canal está siendo activado de urgencia.

Sefcovic mencionó también que estaba en contacto con el gobierno holandés respecto de la compañía chipera Nexperia, de capital chino, cuya toma de control por el Estado neerlandés fue motivada por temor al traslado de tecnología sensible a China. El caso añade presión a un contexto ya dominado por las tensiones tecnológicas y de seguridad.

FOTO DE ARCHIVO. Las banderas de la Unión Europea ondean antes de las conversaciones sobre el gas entre la UE, Rusia y Ucrania en la sede de la Comisión de la UE en Bruselas, Bélgica. 19 de septiembre de 2019 (REUTERS/Yves Herman)

La invitación de Bruselas a Wang tiene dos vertientes: por un lado, estabilizar una industria clave de la UE —automóvil, maquinaria, tecnología—; por otro, enviar una señal de que la dependencia unilateral de China en materias críticas es un riesgo que ya no se acepta en silencio. Analistas europeos consideran que se está ante “un punto de inflexión” en las relaciones bilaterales.

Para la UE este puede ser el momento de elegir: ¿seguir confiando en que Beijing mantenga abiertas sus cadenas de suministro sin garantías explícitas? ¿O acelerar un movimiento hacia la diversificación, el abastecimiento propio y el desarrollo interno de capacidades? La reciente aprobación del Critical Raw Materials Act en mayo de 2024 sirve como telón de fondo de esta reflexión.

En Bruselas se preparan para la visita de Wang con una agenda clara: restablecer el flujo de licencias, definir criterios transparentes y, en paralelo, acelerar la reducción de la vulnerabilidad industrial. Pero también se reconoce que el resultado no está garantizado. Si China mantiene su línea, podría pasar de ser socio estratégico a convertirse en un factor de riesgo para la cadena de valor europea.