Lombard Street, en el corazón de San Francisco, es mucho más que una vía urbana. Su icónico tramo de curvas cerradas, bordeado de coloridas hortensias y con panorámicas inigualables hacia el Golden Gate Bridge y la Coit Tower, es probablemente la calle más fotografiada de la ciudad.
Lo que comenzó como una respuesta práctica a los desafíos de la topografía local, hoy atrae a cerca de dos millones de visitantes cada año, consolidando su reputación como “la calle más sinuosa del mundo”. Sin embargo, su historia revela una evolución tan fascinante como la propia ruta que describe.
El nacimiento de una leyenda
En sus orígenes, Lombard Street era una empinada calle de adoquines en el barrio de Russian Hill, sin mayor distinción que su pronunciada pendiente del 27%.
La llegada del automóvil en la década de 1920 puso en evidencia un gran problema: los nuevos vehículos simplemente no conseguían subir la empinada cuesta, tal como explican archivos históricos de la ciudad recopilados por San Francisco Gate.
Frente a este obstáculo, un propietario local propuso una solución ingeniosa: transformar la calle en una serie de curvas, suavizando así el recorrido.
Según una edición de 2009 del boletín San Francisco City Guides, el ingeniero municipal Clyde Healy diseñó el tramo de Lombard tal como se conoce hoy, reduciendo la pendiente al 16%. Las ocho curvas en un solo bloque convirtieron la pendiente en una experiencia singular.
Inicialmente, esta sección seguía siendo de doble sentido, pero en 1939 se estableció el sentido único actual para mejorar la seguridad y el flujo de tránsito.
De acuerdo con SF Travel, no fue hasta varias décadas más tarde que la calle se consolidó como un destino turístico obligado, gracias en parte a la incorporación de los jardines de hortensias que le dieron su aspecto de postal.
¿Es realmente la calle más sinuosa del mundo?
Pese a la fama inquebrantable de Lombard, la etiqueta de “la calle más sinuosa del mundo” está sujeta a debate. Basta con realizar una búsqueda rápida para encontrar videos y guías turísticas que promueven esta idea.
Sin embargo, ya en 2011, representantes del Departamento de Obras Públicas de San Francisco aseguraron en el programa “California’s Gold” que esta distinción podría no ser justa.
Una comparación de planos de construcción demostró que Vermont Street, en el barrio de Potrero Hill, posee curvas más cerradas y mayor número de giros por cada cien pies, aunque solo cuenta con siete curvas frente a las ocho de Lombard.
No obstante, ninguna otra calle de la ciudad logra el mismo magnetismo. Lombard es la que recibe una afluencia constante de turistas y automóviles, con conductores dispuestos a esperar hasta 45 minutos para descender el célebre tramo a una velocidad máxima de cinco millas por hora, según datos de la San Francisco Municipal Transportation Authority en 2019.
Ese año, incluso se debatió la posibilidad de cobrar una tarifa a los no residentes para regular el acceso, propuesta rechazada por el gobernador Gavin Newsom: “Todos deberían tener acceso a la experiencia, sin barreras económicas”, afirmó.
Lombard Street fue sede en otros tiempos de la popular Big Wheel Race, en la que participantes se lanzaban temerariamente cuesta abajo sobre vehículos de juguete. Actualmente, este insólito honor pertenece a Vermont Street.
Cómo visitar Lombard Street
La mejor manera para experimentar Lombard Street es a pie, en coche propio o, para una experiencia auténticamente local, a bordo del famoso cable car.
La línea Powell/Hyde realiza una parada en la cima del tramo sinuoso, ideal para fotógrafos y turistas. Asimismo, la línea Powell/Mason tiene parada en la base, perfecta para quienes prefieren ascender por las empinadas escalinatas peatonales que acompañan la calle.
Desde la cima, se disfrutan las mejores vistas de la ciudad, la isla de Alcatraz y la bahía de San Francisco, mientras que, desde la base, la cámara captura los característicos zigzags de la calle tapizada de flores.
Se recomienda destinar al menos media hora al recorrido completo y, especialmente en primavera y verano, estar preparado para encontrar el clásico manto de niebla de San Francisco, que otorga un aire aún más pintoresco al entorno.
Además de la calle, Russian Hill ofrece restaurantes, boutiques de época, algunas de las edificaciones más antiguas de la ciudad y terrazas escondidas que muchos visitantes pasan por alto.
Entre las paradas recomendadas tras recorrer Lombard sobresalen un helado en Swensen’s o un café irlandés en The Buena Vista Cafe. Eso sí, los vecinos aconsejan estacionar lejos de la zona.
Lombard Street en la cultura popular
El atractivo de Lombard llegó pronto al cine y la televisión, reforzando su estatus de leyenda urbana.
El mítico actor Vincent Price experimentó personalmente el vértigo de la bajada al grabar “Dr. Goldfoot and the Bikini Machine” (1965), donde su personaje pregunta, tras el frenético descenso: “¿Qué calle era esa?”, reflejando la sorpresa que causa el peculiar diseño de la vía.
Lombard ha sido escenario recurrente de persecuciones en películas como “What’s Up, Doc?” (1972), “Foul Play” (1978), y “The Love Bug” (Cupido motorizado, en español – 1969), donde el inconfundible Herbie desafía las angostas curvas.
Sin embargo, su momento estelar llegó de la mano de Alfred Hitchcock y su filme “Vertigo”, donde el protagonista Scottie, interpretado por Jimmy Stewart, reside precisamente en el número 900 de Lombard Street.
La popularidad de la película atrajo tal cantidad de curiosos que la familia propietaria del famoso inmueble debió reestructurar el acceso para proteger su privacidad.
El misterio que oculta
Sumado a su historia cinematográfica, la calle es también famosa por el misterio que envuelve una de sus casas más antiguas, situada al pie del tramo curvo.
La periodista y presentadora Pat Montandon relató en su libro “The Intruders” las tragedias que experimentó tras recibir lo que consideraba una maldición durante una fiesta en su residencia, donde a partir de ese momento ocurrieron robos inexplicables y fallecimientos que contribuyeron al halo de leyenda negra.
Estos hechos reafirman que la calle es un símbolo de ingenio urbano, un universo de historias cotidianas, e incluso un escenario de misterios y cine.