En la actualidad, muchas personas sienten una conexión cercana y emocional con celebridades, personajes mediáticos o figuras públicas a las que nunca conocieron en persona. Este tipo de vínculo recibe el nombre de “relación parasocial”, una forma de apego unilateral que surge cuando un individuo invierte tiempo y afecto en alguien que no responde ni conoce a su seguidor.
Este fenómeno se da principalmente con actores, cantantes, deportistas, influencers y personajes de ficción, y cobró fuerza con el avance de los medios de comunicación y las redes sociales.
De acuerdo con el psicólogo Raymond Mar, de la Universidad York en Toronto, mencionado por Science of people, “una relación parasocial se genera cuando alguien siente cercanía y familiaridad con otra persona, casi como si existiera un lazo real, aunque no haya intercambio entre ambas partes”.
El término fue acuñado en la década de 1950 por Donald Horton y R. Richard Wohl, quienes observaron la afinidad que los televidentes estadounidenses sentían por los presentadores de noticias nocturnos. El fenómeno, sin embargo, no es exclusivo de la era digital: incluso siglos atrás, autores como Voltaire sumaron fanáticos intensos a pesar de la distancia.
Según una revisión de la publicación Global News, el proceso detrás de las relaciones parasociales se sostiene en la posibilidad de tener acceso constante a la vida y obra de las figuras mediáticas. A diferencia de los vínculos tradicionales, este caso es completamente asimétrico: la persona seguidora conoce detalles, rutinas y estados de ánimo de la celebridad, sin que esa reciprocidad exista en sentido contrario. El avance de la tecnología y la proliferación de plataformas digitales intensificó la interacción y reforzó la ilusión de proximidad.
La psicología clasifica las relaciones parasociales en un espectro. Por un lado, se encuentran las formas moderadas, donde una persona disfruta del trabajo de una figura pública y le dedica admiración. En el otro extremo, aparece el “culto a la celebridad”, caracterizado por un nivel elevado de obsesión y conductas poco saludables, como la creencia de que existe una conexión especial o el desarrollo de comportamientos compulsivos.
Entre ambos puntos, existen grados intermedios en los que la relación puede volverse intensa y ocupar un lugar relevante en la vida personal.
De acuerdo con Science of People, una relación parasocial nace y evoluciona por etapas. Primero, surge el interés al descubrir a la figura pública a través de un concierto, una película, un libro o una red social. Luego, se repite el contacto, lo que construye familiaridad y refuerza la percepción de cercanía. Finalmente, puede aparecer la ilusión de intimidad, donde la persona seguidora siente que entiende, apoya y acompaña a la celebridad como si compartiera una relación genuina.
El desarrollo de las relaciones parasociales ocurre en todas las edades y géneros. No solo afecta a adolescentes o personas solitarias: adultos de distintas generaciones crean vínculos emocionales con músicos, conductores de televisión, escritores, deportistas y políticos.
El investigador Luke MacNeill, de la Universidad de New Brunswick, afirma que “la mayoría de las personas mantienen alguna relación parasocial a lo largo de su vida” y subraya que este tipo de apego, en general, resulta natural y no representa un riesgo por sí mismo.
Una de las virtudes de la relación parasocial es que puede ofrecer acompañamiento, inspiración y apoyo emocional. Celebridades públicas se transforman en referentes o modelos a seguir, y muchas personas se motivan por sus logros, la superación de dificultades o el trabajo artístico.
Cuando estos vínculos son balanceados, promueven el bienestar, aumentan la autoestima y ayudan a sobrellevar momentos de soledad o crisis personal. Por ejemplo, fans de deportistas pueden aprender a gestionar la presión o el fracaso al observar cómo sus referentes manejan situaciones similares.
Sin embargo, el fenómeno también tiene riesgos. La principal señal de alerta aparece cuando la relación parasocial sustituye los vínculos reales o interfiere en la vida cotidiana. Según MacNeill, la situación puede complicarse si el apego deriva en conductas obsesivas: realizar gastos desmedidos, invertir demasiado tiempo en actividades ligadas a la celebridad, o buscar información de forma invasiva. En estos casos, el culto a la celebridad puede afectar la satisfacción personal, provocar ansiedad y distorsionar la percepción de la realidad.
En contextos de alta exposición mediática, las redes sociales amplifican la ilusión de contacto y la idea de que se conoce a la persona admirada. Mar señala que “algunas plataformas hacen visible la vida privada de las figuras públicas y refuerzan la sensación de cercanía, aunque en la práctica la relación continúe siendo unidireccional”.
En ese sentido, el acceso a transmisiones en vivo, mensajes directos, fotos y actualizaciones constantes alimenta el vínculo y puede dificultar el establecimiento de límites saludables.
De acuerdo con Science of People, el modo de identificar una relación parasocial se basa en la unilateralidad: la admiración, el afecto o la preocupación solo fluyen en una dirección. El personaje o celebridad nunca es consciente de la existencia de su seguidor, aunque la persona que lo admira sienta que comparte alegría, tristeza o inquietudes con el otro.
En su nivel más intenso, la relación puede parecerse a una amistad, un enamoramiento o una dinámica familiar, pero siempre carece de reciprocidad.
Las consecuencias de una relación parasocial varían. La mayoría de estos vínculos resultan inofensivos o positivos, ya que permiten el desarrollo de valores, sueños e intereses compartidos. No obstante, es importante evitar que estas relaciones ocupen el lugar de los lazos sociales genuinos o afecten el bienestar mental.
Algunos especialistas recomiendan reflexionar acerca del impacto real de la relación, diversificar intereses, buscar el equilibrio y pedir ayuda profesional si aparecen sentimientos de aislamiento o ansiedad frente a la ausencia de reciprocidad.
Las relaciones parasociales forman parte de la cultura contemporánea y afectan a personas de todas las edades. Son un reflejo del deseo humano de conexión, admiración y pertenencia, que puede enriquecerse con referentes positivos pero que requiere responsabilidad y cuidado para preservar la salud emocional y la vida cotidiana.