El ahorrista Manuel Pérez Bravo estaba haciendo ejercicio un sábado de mañana en un club de Montevideo cuando un conocido se acercó y le hizo una pregunta que nunca quiso escuchar: “¿Te enteraste de lo que pasó con República Ganadera?”. Se refería a una de las empresas que se dedicaba a captar ahorro privado para comprar ganado y, a cambio, pagaba una renta fija cercana al 10%.
Pérez Bravo ya sabía que el negocio estaba en problemas. Hacía algunas semanas los medios uruguayos informaron que el Grupo Larrarte –otro fondo ganadero con un esquema similar– estaba siendo acusado de haber estafado a sus clientes. Pero este ahorrista creía que era una situación puntual. En realidad, no solo lo creía: los titulares de República Ganadera le habían transmitido que el negocio de ellos no tenía nada que ver, que todo marchaba de acuerdo al plan.
La pregunta que le hicieron ese sábado de mañana en el club fue un cimbronazo. Ese fue el momento en el que entendió que él también había sido estafado, que el ex alumno en el que había confiado le había mentido, que el dinero que había invertido para tener un retiro en paz se había esfumado.
“¿Dónde están mis vacas?”, se pregunta ahora Manuel Pérez Bravo y esa pregunta le dio el nombre al libro que relata, en primera persona, su historia personal. Un adelanto de la publicación fue informado por El Observador de Uruguay.
El negocio de República Ganadera
En el negocio de los fondos ganaderos de Uruguay hubo un efecto dominó. La caída del Grupo Larrarte generó una pérdida en la confianza en un negocio que, según expertos, estaba mal pensado desde el origen. Las empresas pagaban un porcentaje fijo a sus clientes, algo que no debería ser habitual en un negocio que está expuesto a factores cambiantes, como puede ser una sequía o las variaciones de los precios en el mercado internacional.
Después de la confirmación de la caída de Larrarte, la mira se puso en República Ganadera, la segunda empresa en admitir la crisis y en informarle a sus clientes que no tenía dinero para pagar.
¿A qué se dedicaba la empresa? En 2018, en una entrevista con el canal A+V, el director de la firma, Nicolás Jasidakis, contó que destinaban el dinero de los inversores a comprar vacas preñadas y con el ternero que nacía se pagaba la renta y los gastos del establecimiento.
“Sencillamente lo que hacemos es captar ahorro público para después pagar una renta fija sobre eso”, comentó esa vez. La empresa ofrecía una renta fija de entre el 8% y el 10%. En República Ganadera confiaron 1.450 inversionistas, que ahora buscan una salida que les permita cobrar el dinero que invirtieron. La empresa entregó una serie de datos preliminares a los inversores de los que surge que ocho de cada 10 tendrían solo entre el 1% y el 30% del ganado que les correspondería por el contrato que hicieron.
Ahora la empresa pretende alcanzar un acuerdo con los ahorristas, pero la propuesta que ofrecieron no los convence. El convenio implica el pago del 100% del capital invertido, con entregas parciales a partir del quinto año y la devolución total al final del noveno año.
El relato en primera persona en un libro
Pérez Bravo llegó a una agencia para comprar pasajes para un viaje que haría con sus hijos y allí fue atendido por un ex alumno de la Universidad de la Empresa (UDE), una institución en la que había dado clases de Psicología Social y Sociología durante 20 años. El hombre le mencionó a Jasidakis, un compañero de curso que estaba pasando por una especie de momento de fama: la revista Galería lo había puesto en su tapa por el proyecto de inversiones. Pérez Bravo tuvo curiosidad sobre la empresa de Jasidakis y averiguó más.
El acercamiento fue a través de un medio hermano del empresario a quien le preguntó si había invertido en República Ganadera. La respuesta fue que sí, algo que hizo a Pérez Bravo creer en el negocio. Había varios elementos a favor: un conocido había invertido y la actividad parecía ser exitosa porque estaba en la tapa de una revista. “Puedo confiar tranquilo”, pensó el ahorrista, según el adelanto publicado por El Observador.
Pero Pérez Bravo no se decidió de inmediato. Quiso seguirlo pensando y, para sumar más elementos, mantuvo una entrevista con Jasidakis. El empresario lo convenció, y eligió un producto que implicaba tener a su nombre los animales si invertía más de USD 25.000. Firmó el contrato por primera vez en 2022. Un año después cobró el 10% de rentabilidad que le habían prometido y duplicó el monto.
En 2024, Pérez Bravo vendió una propiedad y decidió aumentar su cifra en República Ganadera. Tenía como objetivo llegar a 200 animales a su nombre, lo que equivalía a una inversión de USD 200.000. Antes de colocar esa cifra, en mayo de 2024, intentó sacarse varias dudas.
“Fui a hablar como amigo porque no quería arriesgarme. Pregunté si las vacas tenían garantía. Por ejemplo, si moría qué pasaba. Me dijeron que si se moría una vaca, nacía un ternero y al final se compensaba una cosa con otra”, recordó el inversionista.
En esa conversación también hablaron sobre la sequía que atravesó Uruguay entre 2022 y 2023 y, otra vez, la empresa le dio tranquilidad a Pérez Bravo. “Nosotros lo manejamos muy bien porque movimos los animales de un campo al otro. Ya lo vimos venir dos años antes, entonces lo monitoreamos bien y los animales fueron bien atendidos”, le contestó Jasidakis.
Luego, Pérez Bravo volvió a hablar con el empresario cuando la crisis en el sector asomaba. Había caído el Grupo Larrarte y el ahorrista temía por una corrida. Pensó que lo mejor era estar tranquilo, no salir corriendo a retirar el dinero para no contribuir con la sensación de pánico. Él, en realidad, no estaba apurado: pensaba dejar colocado su dinero en la empresa durante tres años más.
En octubre de 2024 Jasidakis se volvió a reunir con Pérez Bravo. Tomaron un café y el director de República Ganadera le dio, nuevamente, tranquilidad. La estrategia de la empresa fue mostrarle las guías de ganado, los animales que tenía a su nombre y el campo en el que estaban. La firma se había mudado hacia una casa en el barrio residencial de Carrasco. Había varias señales que no le daban motivos para desconfiar.
“Amablemente me dijeron: ‘Quedate tranquilo, las guías están a tu nombre’. Fue como diciendo: ‘la casa es seria y hacemos las cosas bien, administramos bien la sequía y no pasó nada’”.
Faltaba casi un mes para que la empresa enviara un comunicado a los inversores en el que les anunciaba que no podría cumplir con sus obligaciones. Fue en ese momento que Pérez Bravo mantuvo la charla en el club.
En la comunicación se refieren a la sequía como uno de los motivos de la crisis.
“Fue un cimbronazo. El golpe fue duro porque no lo esperaba y justo fue un sábado. No podés hacer mucho. Si querés consultar a un abogado, tenés que esperar al lunes. Pero pensé, lo mejor es mantener la calma. Si me veo afectado en mis ahorros, que no me afecte mi tranquilidad, mi equilibrio emocional ni me quiten la alegría”, expresó.
El ahorrista esperó al lunes, se contactó con su abogada y se encaminó a buscar desde el punto de vista legal cómo hacer para recuperar lo que había invertido. Pérez Bravo también averiguó por el rol que tienen el Ministerio de Ganadería y el Banco Central del Uruguay (BCU) ante una situación como esta y lamentó que los clientes están desamparados.
Pérez Bravo todavía no tiene elementos para saber si podrá recuperar al menos parte de su dinero, pero considera que la propuesta que presentó República Ganadera no es aceptable. El ahorrista decidió escribir un libro con su historia y la de otros damnificados.
“Ellos tuvieron la oportunidad de decirme en confianza que esperara, sabiendo que los ahorros que tenían eran para mi retiro. Me podían haber dicho que había un ambiente complicado con lo de Larrarte, no era necesario que me dijeran que estaban haciendo un esquema Ponzi. No es ingenuo pensar en que era un conocido y me podían haber dicho que esperara un poco. Hasta el último día estaban persiguiendo a cualquiera que quisiera invertir aunque fuera con USD 10.000”, expresó Pérez Bravo.