El hallazgo de un retrato en miniatura del siglo XVI ha reavivado las conjeturas sobre la naturaleza de la relación entre William Shakespeare y su primer mecenas, Henry Wriothesley. Un acto de vandalismo descubierto en la pintura podría aportar pruebas sobre la identidad del enigmático “joven hermoso” al que el dramaturgo inglés dedicó algunos de sus sonetos más célebres, según sostienen los expertos.
La pieza, de apenas 5,7 centímetros, fue identificada por las historiadoras del arte Elizabeth Goldring y Emma Rutherford, quienes quedaron impactadas por la apariencia andrógina del retratado: largos rizos dorados, chaqueta con motivos florales y ojos azules de expresión sugerente. En la época isabelina, el cabello largo en los hombres solía asociarse con rasgos femeninos y era objeto de estigmatización.
El retrato, fechado en la década de 1590 y atribuido al miniaturista inglés Nicholas Hilliard, miembro de la corte de Isabel I, representa a Henry Wriothesley, tercer conde de Southampton, conocido como “Southampton”. Esta identificación se ve reforzada por el hecho de que la obra permaneció en la familia del aristócrata hasta tiempos recientes.
La relación entre Shakespeare y Southampton ha sido objeto de debate durante siglos. El dramaturgo dedicó a su mecenas los poemas narrativos Venus and Adonis (1593) y The Rape of Lucrece (1594), una práctica habitual para mostrar gratitud hacia un protector, aunque la segunda dedicatoria destaca por su tono especialmente efusivo: “El amor que dedico a su Señoría es infinito”, se lee en el texto. Numerosos estudiosos sostienen que Southampton es también el “joven hermoso” al que aluden varios de los sonetos de Shakespeare.
Existen otros retratos de Southampton, pero los especialistas coinciden en que este destaca por su carga íntima e incluso erótica, especialmente por los rizos que el joven sostiene contra su pecho y la informalidad de su atuendo. Se trata de una imagen privada, probablemente destinada a ser guardada en un relicario y apreciada en la palma de la mano.
En declaraciones a The Times, Goldring sugirió que la pintura “debió de estar destinada a un amigo o amante muy, muy cercano”.
El elemento que otorga mayor fuerza a la hipótesis de un vínculo sentimental no reside solo en la apariencia seductora del retratado, sino en el trato que recibió la obra por parte de uno de sus poseedores. Al desmontar el retrato de su marco, Goldring y Rutherford descubrieron que había sido objeto de un acto de vandalismo que, según ellas, podría haber sido perpetrado por un amante despechado.
Como era habitual en los retratos en miniatura de la época, la pintura se realizó sobre vitela montada en el reverso de una carta de naipes. En este caso, la carta pertenecía al palo de corazones. Posteriormente, el corazón fue cubierto con tinta y reemplazado por una pica. La forma puntiaguda de la pica podría aludir incluso a la lanza que figura en el escudo de armas de Shakespeare.
Rutherford explicó que “nunca habíamos visto el reverso de una carta de naipes vandalizado de esta manera, con la eliminación de un corazón”. Añadió que, para acceder a la parte trasera de una miniatura en la Inglaterra isabelina, era necesario extraerla de un relicario de gran valor, lo que, en sus palabras, “se siente como un acto realmente apasionado”.
Una de las hipótesis planteadas es que Southampton regaló el retrato a Shakespeare, quien podría haberlo devuelto, ya vandalizado, cuando Southampton contrajo matrimonio con su amante embarazada, Elizabeth Vernon, en 1598.
Goldring respalda esta teoría y afirma que “es difícil no llegar a la conclusión de que esto lo hizo alguien que sentía que le habían roto el corazón”.
Incluso se ha sugerido la posibilidad de que Shakespeare aludiera a este retrato en su Soneto 20, donde se dirige al “amo-amante de mi pasión”, descrito como un joven “con rostro de mujer pintado por la propia mano de la naturaleza”. No obstante, la verdadera naturaleza de la sexualidad de Shakespeare y su relación con Southampton probablemente permanecerá para siempre fuera del alcance de la historia.