Hablar de Roque Narvaja es evocar éxitos que marcaron a generaciones enteras en Argentina, España y el resto de los países de habla hispana. Temas como “El extraño de pelo largo”, “Santa Lucía”, “La reina de la canción”, “Menta y Limón”, “Un amante de cartón” y “Como si estuvieras aquí”, entre otros, forman parte del cancionero fundamental de la música popular. Y ahora, este verdadero creador de hits titulará así a su próximo show en Buenos Aires, que tendrá lugar en el Café Berlín del barrio de Villa Devoto el 26 de septiembre: “Sólo hits”.

Narvaja, en diálogo con Teleshow, describe cómo es componer para él. Y lo primero que hace es desdramatizar la cuestión: “Mirá, yo compongo como puedo. Cuando tengo una idea, la desarrollo. No creo en la transpiración, creo en la inspiración profundamente. Porque yo por oficio puedo hacer una canción, pero no va a estar habitada, no va a tener el ángel que tiene una que te dictan desde un lugar del espacio o del alma”.

Con más de cincuenta años de música y escenarios, Narvaja concluye: “Con el tiempo esas canciones encuentran su lugar. La gente las capta enseguida”. Así, cada uno de sus éxitos trascendió las modas para convertirse en clásicos.

— ¿Cómo nació tu relación con la música?

—En mi casa importaba mucho la música. Y había una guitarra, con la cual todos tocábamos alguna zamba o alguna canción de la radio. Tomé algunas clases cuando era muy chiquito, pero no seguí. Por un lado, por la dificultad de estudiar música en serio siendo tan chico. También porque me costaba el tema de las posiciones porque tenía y tengo la mano muy chica para las exigencias que requiere un guitarrista profesional. Así que fui autodidacta, y empecé sacando las canciones que me gustaban.

—¿Cuándo comenzó La Joven Guardia?

—En la escuela armamos conjuntos folclóricos, que estaban de moda. Hasta que en el 63 o 64 aparecieron Los Beatles. Y cambiamos las guitarras criollas por las eléctricas. La primera banda que integré fueron Los Snobs. Hacíamos un montón de fiestas. Tocábamos el ranking de la radio, que básicamente era rock y pop. En el verano del 67 o 68, con Hiacho Lezica vimos que queríamos hacer algo más profesional. Lo citamos a Félix Pando y después buscamos un bajista. Apareció uno que tocaba en Los Nibelungos, el loco Enrique Maslloréns, Y eso fue La Joven Guardia.

Roque Narvaja, a la derecha, con sus compañeros de La Joven Guardia

— El éxito de “El extraño de pelo largo” fue inmediato. ¿Cómo se hizo?

—Lo grabamos en octubre del 68. Fue una canción que hice a partir de una idea armónica de Maslloréns. Está firmada por los dos. Yo tenía apenas 17 años. Y lo demás es historia. Lo demás es historia.

— Debe ser una de las canciones más versionadas de nuestro rock. ¿Te gusta cuando la escuchás por otros?

—No tengo idea de cuántas versiones tiene. Sé de la versión muy exitosa de Los Enanitos Verdes, y la de Los Violadores, que fue una versión punk. Lo que sí está claro es que El extraño de pelo largo es una canción de protesta. Eso me lo dijo Miguel Cantilo: ‘Es la primera canción de protesta’. Yo no sé si es la primera, pero sí que el tipo que tenía el pelo largo en esa época, para los militares era subversivo. Y para las familias argentinas era un demonio.

— ¿Cómo fue el salto del anonimato a la fama nacional?

—Bueno, habíamos tocado en muchas fiestas. Había que lidiar con los problemas de nuestra estructura y también con alguna competencia, a veces desleal, porque en esa época en la escena no era todo amor y paz. Por suerte nos hicimos fuertes, muy seguros de nosotros mismos. Empezamos a viajar por el interior. A veces teníamos aviones privados, a veces nos tenía que sacar la policía y los bomberos. Fue el fenómeno de los fans, todo eso que veíamos en las películas, a nosotros nos pasó.

El Extraño de Pelo Largo, el gran hit de La Joven Guardia

—¿Los afectó ese éxito tan de golpe siendo tan chicos?

—Es que nunca dejamos de ser chicos, ese es el problema (ríe). Éramos adolescentes y durante todo el éxito de La Joven Guardia seguimos siendo adolescentes. Fue lo divertido, por un lado, y por otro lado nuestros representantes y productores nos pedían que nos comportáramos, nos retaban. A mí, en particular, el éxito no me mareó en el sentido malo. Y si quedó alguna secuela la terapia la ayudó a zurcir. Y bueno, hemos tenido todo tipo de problemas entre nosotros, por supuesto, en la Joven Guardia había un montón de diferencias y algunas se dirimían bastante violentamente (ríe).

—Cuando saliste de La Joven Guardia, tu obra tomó un matiz mucho más político. ¿Cómo surgió esa transformación?

—Eran canciones muy de opinión política, desde luego. Bueno, eso sucedió porque en ese momento florecía lo que iban a ser después los años violentísimos que tuvimos en Argentina. La gente estaba oponiéndose con ideas radicales a los eternos gobiernos militares. Nosotros tomamos conciencia rápidamente de que vivíamos en un país que, por lo menos a la hora de la repartija, era injusto. Leíamos todo tipo de cosas. La juventud se volvió izquierdista, qué duda cabe. Hasta el peronismo tuvo un ala izquierdista que era impensable, porque Perón era un militar de derecha. Pero más allá de todo eso, son épocas. Hoy no es así y tampoco vemos, yo y mis amigos, a esa época como una foto llena de razón. Cometimos un montón de errores.

— ¿Te involucraste políticamente, más allá de la música?

—Yo tuve militancia en la juventud peronista, en modo de formación. En esa época tenía cierta responsabilidad en el sindicato de músicos, nos identificábamos con un proceso general donde se suponía que íbamos a vivir mejor. Tenía que ver también con las ideas que había en mi familia. No hice nada raro, no me convertí en ninguna cosa extraña. Era un momento de búsqueda y cada uno se agarraba a lo que podía.

Luego de una etapa de su vida donde militó en la Juventud Peronista, Roque Narvaja debió exiliarse en España ante las amenazas y la prohibición de actuar

— Pero tuviste amenazas y llegó tu exilio en España.

—Tuve varias. Fui prohibido y amenazado, desde luego. Pero prohibido total, ¿eh? No podía subirme a un escenario… Me lo comentó directamente uno que era responsable en el COMFER, que era el comité de la censura de la radio. Ese señor habló con la casa de discos y bajó las órdenes para mí. Y las órdenes para mí eran: ‘Cambiá de aire, pibe’. Y yo, como soy muy obediente, le hice mucho caso y me fui a España.

— ¿Te fue difícil insertarse musicalmente allá o los planetas se alinearon enseguida?

—No exactamente. Pero llegamos a un país donde pasaban dos cosas. La primera era que todos nosotros éramos bien recibidos por la gente. Porque ellos salían de una dictadura de cuarenta años, feroz, militar, y entendían que nosotros entrábamos en algo parecido. La otra cosa importante que pasaba era que en España había una moneda estable. Entonces, con una moneda estable vos podés hacer todo tipo de cuentas y no quedás nunca rezagado.

—¿Abandonaste la canción de protesta al llegar a España?

— Sí. Después de haber intentado seguir con la ristra de canciones de protesta, me di cuenta que estaban los cubanos, estaba Serrat, iba a empezar Sabina. Había mucha competencia que me iba a pasar por arriba. Así que mi etapa de cantante de protesta evolucionó hacia otro lado. Me convertí en un cantautor pop rockero, eso me dijeron, por lo menos, en las revistas de España.

— Uno de tus mayores éxitos en esa etapa fue “Santa Lucía”, pero la popularizó otro artista. ¿Cómo fue esa historia?

Santa Lucía se la entregué personalmente a Miguel Ríos. Yo estaba trabajando con el productor de él, Carlos Narea, que conoció la canción y me dijo: ‘la necesito para Miguel Ríos’. Me resistí un poquito, unos diez minutos y después le dije: ‘Sí, dale, bueno, que la grabe nomás’. A partir de ahí, tuve la posibilidad de empezar mi carrera como solista en España y en el mundo. Esa canción fue una puerta abierta que aproveché. Grabé el disco más vendido de mi vida y posiblemente el más inspirado, que es Un amante de cartón.”

— ¿Por qué decidiste volver a la Argentina después de tanto éxito afuera?

— Me volví porque después del éxito, tuve algunos problemas con la compañía de discos, no me daban la posibilidad de la promoción. En esa época, podías grabar un disco increíble, pero sin promoción, sin el elemento crucial que es la radio pasándote tus discos, no te conoce nadie.

Una pasión insospechada: Roque Narvaja es piloto de avión y durante años trabajó como instructor

— Además de la música, tenés un vínculo especial con la aviación. ¿Cómo nació esa pasión y cómo la llevaste adelante?

— Yo soy piloto comercial de primera clase, instructor de vuelo, y empecé hace 23 años. Ya estoy medio retirado de la actividad profesional, en principio porque la música retomó con mucha fuerza a partir de mi último disco, Mar de la tranquilidad, del 2021. A partir de la presentación de ese disco, con la banda que armé no paramos, porque la respuesta de la gente fue mucha. Mientras fui instructor de vuelo estuve en Rosario, y ahora volví a vivir en Buenos Aires.

—¿Sentiste que la música podía quedar en pausa o desaparecer de tu vida?

—No sé. A mí me encanta el trabajo, soy un poquito workaholic. El tema es que si vos trabajás pero no tenés ninguna posibilidad de promocionar tu producto, ¿qué vas a hacer? ¿Te vas a poner a cantar en la esquina?

El show que dará el 26 de septiembre en el Café Berlín

— Tu show se llama “Sólo Hits”, toda una definición. ¿Cómo armaste el repertorio?

—La banda que tengo es buenísima, nos encanta subirnos al escenario. Y yo no tengo ningún problema en tocar mis clásicos. Nunca tuve problemas con el pasado.

— Hay músicos a los que no les gusta que les pidan sus éxitos…

—Yo no. Soy un privilegiado. Me piden de vuelta ‘El extraño de pelo largo’ y la vuelvo a cantar feliz. Yo conozco a alguno en el ambiente que se cree Beethoven, y no, no es Beethoven. Me siento muy honrado de que a la gente le guste un tema mío, ¿cómo no se lo voy a cantar?