Bautista Casella, Beto para cualquier consumidor de la tele o la radio vernácula, no necesita mucha presentación. Basta pensar en este eterno “pibe de Haedo” para pensar en Bendita TV (El Nueve), el ciclo que está a punto de cumplir dos décadas de fidelidad y que impuso los hoy tan habituales informes del zapping televisivo debatido por panelistas varios.
Es pensar, también, en un amigo de la radio, no por nada a fines de julio APTRA lo consagró con el Martin Fierro de Oro por su labor radial a través de Nadie nos para, su ciclo en las mañanas de la Rock & Pop. Enseguida recordó una anécdota de su infancia y mencionó a quienes los formaron desde el dial. “Le pedí a mi viejo que me regalen una Spica, una usada porque no había plata para una nueva y yo a los nueve, diez añitos, escuchaba Radio Rivadavia, nada más prácticamente, y yo solito estaba con Fontana, con Larrea, La vida y el canto, Carrizo, La oral deportiva a la tardecita. Después Pedro Aníbal Mansilla y las chicas como Lucha Mengual, Graciela Mancuso, Betty Elizalde, Las siete lunas de Crandall. Todo eso está en mi cabeza y en mi alma”, evocaba tras recibir el premio máximo.
Y Beto también es ese personaje viral a través de sus entrevistas con Ricardo Iorio o más de un contrapunto con Mirtha Legrand.
Invitado a la entrevista lúdica de Mi Cielo, aquí los momentos más destacados de la charla:
Mariano: —Beto Casella, bienvenido, ¿vos viste la VTV de los coches? La verificación técnica que te hacen, bueno, esto sería como la VTA.
Beto: —¿VTA?
Mariano: —Verificación Técnica del Alma. Acá te hacen un escaneo para ver cómo venís. Escuchá, ¿algo que quieras borrar de tu CV?
Beto: —Y, si se puede, borraría un programa que hice en América, Viva la tarde, con Carolina Perín, que era un bochorno.
Mariano: —¿Un sueño frustrado de la infancia?
Beto: —Y todavía hoy es un sueño recurrente: ser futbolista en Europa, en la Juve, con guantes, jugando con nieve, o sea, en el fútbol europeo.
Mariano: —El día que te toque, ¿con qué tema entrarías al cielo?
Beto: —“All You Need Is Love”, de los Beatles
Mariano: —¿Qué decisión llena de fe y de certeza fue la que te trajo hasta acá, a ser esta persona que sos hoy profesional y humanamente?
Beto: —Bueno, cuando empujado por las circunstancias dije “Tengo que hacer algo en la vida” y me puse a estudiar Periodismo, porque hasta ese momento era vendedor ambulante, había hecho mil cosas en la vida, pero dije “Algo tengo que ser”.
Mariano: —¿Qué edad tenías? Era bastante grande ya…
Beto: —Y… ya tenía más de veinte. No es que yo hice todo el proceso de secundaria y facultad. El secundario recién lo terminé después rindiendo materias; lo odiaba, detestaba la escuela… Así que le dije a mi viejo “No quiero ir más a la escuela”. Me dijo: “Bueno, acá se estudia o se trabaja”, bien de tanos, y me puse a vender por la calle; vendía libros o tocaba timbre puerta a puerta, y creo que eso me ayudó porque esa interacción…
Mariano: —El ingenio del vendedor, ¿no? Yo creo que el que hace televisión tiene que haber pasado por eso…
Beto: —Sí, alguna cosita de la comunicación por ahí uno trae genéticamente… “Yo alguna profesión tengo que tener”, pensaba, pero sin fantasear con nada de esto. Firmar una notita en un diario era con mucha fantasía, eh.
Mariano: —¿Eras curioso? ¿Te gustaba? ¿Eras melómano?
Beto: —Yo escribía sin faltas de ortografía a los diez años; le escribía las composiciones a mis compañeritos en la primaria. Raro, porque yo vivía en el seno de una familia que hablaba italiano, en mi casa no se hablaba castellano. Así que vaya a saber cómo uno lo desarrolla. Tampoco venía de un ámbito intelectual donde había libros, en casa compraban Radiolandia.
Mariano: —Pero sabías que la decisión era estudiar… Ser alguien, dijiste.
Beto: —Ser alguien, ser alguien.
Mariano: —Mirá, cuando entres vas a tener el minuto a minuto de tu vida y de los tuyos, ¿qué es lo primero que te gustaría volver a ver?
Beto: —Yo quiero ir a la casita prefabricada de la calle Sarandí, en Villa Luzuriaga, reconstruir eso… Nosotros dormíamos con un brasero, que la verdad que estamos todos vivos de milagro, porque eran carbones, ¿viste? Todavía no había llegado ni el calentador; mejor dicho, no se podía comprar. Mi viejo trabajaba en el Mercado de Abasto de changarín. Después se pudo comprar una casita de material, que era como ir a la mansión de Mirtha. Así que me gustaría entrar de nuevo a esa casa, volver a verla… Me gustaría ver a mi vieja y a mi viejo a los 40 años, a mi hermana a los 14, yo mismo… Pero si yo tuviera que editar, edito. La mañana, ahí mismo en la casa…
Mariano: —Vos le das play a lo que quieras…
Beto: —Yo me edito. La mañana, ahí por la calle Sarandí, en Villa Luzuriaga, potreando con los pibitos en el baldío, porque todo era campo y fulbito y subir mucho a los árboles, nos tirábamos con hondas o con el rulero. Después, los domingos al mediodía con la tanada que venía a comer fideos, ¡pasta para veinte personas!, escuchando tarantela, escuchando a Feliciano Brunelli, acordeón y los tanos jugando a la brisca y a las cartas, todos en musculosa blanca y fumando cigarrillos Particulares.
Mariano: —¿Te acordás hasta de los olores?
Beto: —Sí, sí, me acuerdo del olor de mi mamá. Y te voy a contar otra cosa, ahora que salió esto: el olor a papá. Cuando mi viejo se había secado en una toalla en el baño, yo me daba cuenta de que se había secado él por el olor. No era un olor feo, era olor a hombre: era el olor de mi viejo. ¿Vos sabés que mi toalla hoy huele igual…? Desde hace unos años, ¿eh?, no de toda la vida. A los cuarenta y cinco años empecé a oler como mi viejo olía cuando yo era chiquito. ¡Mirá lo que es la genética, loco!
Mariano: —Las dos veces arrancaste con mamá, pero enseguida te fuiste a papá. Y generalmente acá los varones que vienen son mucho de mamá, ¿viste?
Beto: —Yo también, eh. ¿Viste que a veces dicen que hay uno que ama y uno que se deja amar? Bueno, en el caso de mi viejo, mi vieja era la que se dejaba amar y él era el del amor desesperado. Es que cuando mi mamá falleció, mi papá perdió la cordura. Mi viejo, al poco tiempo, empieza a ponerse el pulóver por las piernas. Al principio entró en un estado de confusión, ya después a no conocernos… ¡Se fue! Mirá qué metáfora del amor absoluto: “No está más, no quiero estar más”.
Mariano: —¿Qué pregunta que nunca te animaste a hacer sobre tu historia te gustaría develar poniendo play a una cosa?
Beto: —Y yo también, armando un poco la historia, debo haber sido un accidente. Volviendo a aquella casa paterna, era un matrimonio de tanos con dos hijos en Argentina, que no sabían ni hablar, con un laburo de changarín, no sé si tendrían ganas de buscar un tercero. Debo haber venido de accidente. Nunca se lo pregunté a mi vieja porque no me lo iba a decir, creo.
Mariano: —Vos que sos un tipo muy curioso, muy lector, ¿qué te gustaría saber de los hechos de la historia?
Beto: —Belgrano, Castelli y Moreno son tres tipos que admiro tanto, ¡y con unos huevos! Reconstruiría fervorosamente de qué hablaban esos tres. Cuándo dijeron “¡Loco, vamo’a pudrirla!“. Porque estaba todo armadito con el Virreinato y este trío se la jugó en serio.
Mariano: —El primer día que entres al cielo y alguien pregunte “Beto Casella, ¿por qué te dejaron entrar?»
Beto: —Eh… sospecho que entré acá porque no he hecho daño, por lo menos sabiéndolo. Nunca, eh: nunca ejercí la crueldad, que yo sepa. Ni siquiera de chico con un animalito, cuando se usaba ponerle inyecciones a un sapo, por ejemplo. Entre la bondad y la maldad, me parece que me gané por lo menos el derecho de admisión.
Mariano: —O sea, “Soy Beto Casella…”, ¿y cómo seguís?
Beto: —Un hombre con mucho culo a lo largo de toda su vida. En general dicen que llegar a algún lugar más o menos exitoso requiere de talento, de esfuerzo y de suerte. Lo mío es ochenta y cinco por ciento suerte.
Mariano: —Cuando bajes vas a poder sacarle un dolor muy profundo que alguien tiene atravesado por años. ¿A quién elegís y por qué?
Beto: —Iría a un dolor grande, el de mis dos hermanos por la pérdida de mis viejos. Y a un dolor muy concreto y menor, que es mi hermano mayor, que es un dedo que se tiene que operar porque tiene artritis y vive con dolor y me gustaría extirpárselo de inmediato. Y también te sumaría, ya que me das ese poder absoluto, casi como una poción mágica, de sacarle el dolor a los papás que han perdido un hijo, que es el peor dolor que se puede sufrir, un dolor que no se va nunca.
Mirá, mi primer nietito, Gabi, nació de cinco meses. En plena pandemia, Juampi, mi hijo, con la mujer embarazada de cinco meses, me manda un mensaje: “Pa, no te asustes, pero hubo que hacer nacer al bebé y Noe -su mujer- está mal”. Y no se podía cruzar la General Paz porque esto era en el Italiano de San Justo. Me voy con el auto. Llovía. Y por cómo me lo dijo, yo iba pensando: “Se mueren los dos”. Había tenido lo que se llama síndrome de HELLP la mamá. Bueno, la mamá se recompone más o menos rápido y Gabi quedó en observación, pero los médicos te decían: “Cinco meses, no desarrolló un montón de órganos que los va a tener que desarrollar afuera. Así que no esperemos un milagro”. Y por suerte ahí está Gabi hoy, cinco añitos ya, corriendo… sí, con las limitaciones propias de alguien que nació cuatro meses antes de cuando hay que nacer. Así que ni de lejos lo llegué a vivir, pero me imagino el agujero que te debe dejar. Y en mi caso era un nieto, ¿no?
Mariano: —Ahora pensá esto: cuando bajes, vas a poder traer por un par de horas a alguien que está arriba, ¿a quién elegís?
Beto: —Por supuesto que lo primero que se te ocurre pensar es “La traigo a mi vieja o a mi viejo y me como una pasta”. O me lo traigo al Tano (Ricardo) Iorio y me tomo un whiskycito dos horitas. Capaz que por lo fresco de la partida, ¿no? Pero fue el primero que se me cruzó.
Mariano: —Porque hubo un final medio confuso entre ustedes, ¿no?
Beto: —No, no, no…
Mariano: —¿No era que él estaba ofendido…?
Beto: —No, lo agarró un pavote una mañana que el Tano estaba de pésimo humor y le daba manija. El en su última etapa estaba como enojado con todo: con la política, con la realidad nacional, con la vida. Pero ojo, no nos quedó ninguna cuenta pendiente. Nos volveríamos a abrazar y a cagarnos de risa.
Mariano: —¿Y te lo agarrás para vos o llamás para compartirlo?
Beto: —Y si puedo llamo a mis amigotes de toda la vida y si hay una guitarrita nos ponemos a tocar algo.
Fotos: Maximiliano Luna