La catedral de Martin Lutero, construida en 1893, es uno de los símbolos de la ciudad (foto: Wikipedia)

En el sureste de Letonia, a orillas del legendario río Daugava y a 232 km de la capital, Riga, figura la segunda ciudad más poblada del país, Daugavpils. Sin embargo, es mucho más que eso. Con unos ochenta mil habitantes, su historia está marcada por conquistas, resistencias y renacimientos.

La ciudad no solo es un testimonio viviente de la compleja historia de los países bálticos, sino también un espacio donde la diversidad cultural se fusiona con una energía renovada, capaz de cautivar a cualquier viajero curioso.

Un origen medieval y la fortaleza como “estrategia”

Daugavpils se encuentra al suroeste de Letonia, cerca de las fronteras con Lituania y Bielorrusia (foto: Captura de Google Maps)

La historia de Daugavpils se remonta al año 1275, cuando la Orden de Livonia levantó el castillo de Dinaburg en la confluencia de rutas comerciales esenciales entre varengos y griegos, muy cerca de las fronteras rusas y lituanas. Según OnLatvia, esta fortaleza no tardó en convertirse en un objetivo militar y comercial de valor estratégico, lo que desencadenó su aparición en las crónicas bélicas de la región.

Durante los siglos XIV y XV, el castillo fue escenario de ataques continuos de lituanos y rusos, alternando entre etapas de destrucción y reconstrucción. Hitos como la fortificación con cuatro torres bajo la dirección de Gosvin Gerik en 1347, y las batallas prolongadas —como el asedio de Troiden, príncipe lituano, en 1277— reflejan el carácter indomable del enclave.

En 1481, el poderoso ejército de Iván III de Moscovia tomó el castillo temporalmente, solo para ser devuelto a Livonia bajo condiciones de tributo y acuerdos de paz, de acuerdo con lo que detalla el sitio turístico Visit Daugavpils.

Imagen de la catedral de Martin Lutero en 1917, mientras la Primera Guerra Mundial seguía llevándose a cabo (foto: Wikipedia)

La importancia de Daugavpils no solo residía en la defensa, sino también en el comercio, gracias a su ubicación privilegiada en el curso medio del Daugava.

A lo largo de los siglos, el lugar se transformó en el cruce de intereses rusos, polacos y suecos. Cada cambio de manos dejó huellas imborrables: tras la extinción de la Orden de Livonia, el castillo y su entorno pasaron sucesivamente de Polonia a Suecia, y luego otra vez a manos rusas.

Visit Daugavpils, en tanto, resaltó que la ciudad experimentó cambios de nombre —Dinaburg, Borisoglebsk, Dvinsk— y derechos urbanos, como los otorgados en 1582 por el rey polaco Esteban I Báthory.

La fortaleza medieval de Daugavpils es uno de los principales patrimonios históricos de Letonia (foto: Wikipedia)

Políticas imperiales y el auge multicultural

Durante los siglos XVI al XVIII, Daugavpils (entonces Dinaburg) fue provincia polaca, posición que consolidó su rol administrativo y eclesiástico en Letonia oriental. Pero tras las particiones de Polonia a finales del siglo XVIII, la ciudad fue incorporada al Imperio ruso, donde adoptó el nombre de Dvinsk y se perfiló como un destacado nodo de comunicaciones y comercio.

La construcción de la nueva fortaleza de Dinaburg, iniciada en 1810 para defenderse de Napoleón, impulsó cambios urbanísticos y económicos determinantes. El trazado ferroviario, con líneas San Petersburgo-Varsovia y Riga-Orel, convirtió a Daugavpils en un eje ferroviario vital para la región.

La población creció rápidamente, pasando de tres mil habitantes en 1825 a cerca de ciento trece mil en 1914. Lo notable es que aquí convivían una pluralidad de culturas: rusos, judíos, polacos y, en mucha menor medida, letones.

La fortaleza es una construcción militar del siglo XIX, la única de su tipo en Europa del Este que se ha conservado sin alteraciones significativas (foto: Wikipedia)

Para 1897, los judíos constituían el cuarenta y siete por ciento de la población, haciendo de Daugavpils uno de los pocos centros urbanos del Imperio ruso en los que esta comunidad podía asentarse con libertad.

Cada grupo erigió sus templos y escuelas, configurando un auténtico mosaico multicultural visible tanto en la vida cotidiana como en el perfil arquitectónico, especialmente en la emblemática “colina de las iglesias”, donde los rezos resonaban en múltiples idiomas.

Catástrofes de guerra y transformación estructural

El siglo XX supuso una serie de profundas heridas para Daugavpils. Durante la Primera Guerra Mundial, la ciudad se convirtió en ciudad del frente ruso y sufrió grandes daños materiales y migratorios. Sin embargo, fue la Segunda Guerra Mundial la que dejó una marca indeleble: más del setenta por ciento de los edificios fueron destruidos y la población cayó drásticamente.

Las calles de Daugavpils durante la década de 1920 (foto: Wikipedia)

El Holocausto eliminó casi por completo la comunidad judía, y la represión soviética suprimió instituciones y diversidades culturales ancestrales. Finalizada la contienda, los soviéticos reconstruyeron Daugavpils con una impronta marcadamente diferente.

El centro histórico perdió muchos de sus vestigios originales, reemplazados por edificios estalinistas y monumentos propagandísticos. Miles de nuevos pobladores rusos llegaron para refundar la ciudad, borrando en buena medida la herencia multicultural que la distinguía.

En las décadas siguientes, el ruso se consolidó como idioma dominante, relegando a las demás comunidades y sus lenguas. A finales de la ocupación, solo una parte menor de los habitantes pertenecía a otras minorías (polacos, letones, judíos, bielorrusos), y la vida cotidiana giraba en torno a los preceptos soviéticos, entre la industria y la cultura oficialista.

Renacimiento letón, identidad y tensiones modernas

Miembros de la Policía Auxiliar Letona, una fuerza paramilitar formada por voluntarios y reclutas letones bajo la ocupación alemana nazi durante la Segunda Guerra Mundial (foto: Wikipedia)

On Latvia señala que, tras la independencia de 1991, Daugavpils se reincorporó a la Letonia soberana, aunque su integración fue cualquier cosa menos sencilla. La mayoría rusa mantuvo peso demográfico y cultural, y muchos ciudadanos no obtuvieron ciudadanía letona, quedando en una especie de limbo identitario. El letón, como lengua estatal, reemplazó progresivamente al ruso, generando retos de integración no siempre resueltos.

Entre fines del siglo XX e inicios del nuevo milenio, la ciudad enfrentó la pérdida de población progresiva y la transformación de su paisaje urbano. Sin embargo, la llegada de la modernidad se hizo visible en la rehabilitación del centro, nuevos centros comerciales y una progresiva apertura a los visitantes, sin dejar de evidenciar tensiones políticas y sociales.

Votaciones locales mostraron desacuerdos con la línea central letona en temas clave, como la pertenencia a la Unión Europea o el estatus del idioma ruso.

La Catedral de los Santos Boris y Gleb es un icono de la iglesia ortodoxa en la ciudad (foto: Wikipedia)

No obstante, Daugavpils mantuvo su carácter singular dentro del país: sigue siendo un referente industrial, universitario y cultural, con una identidad única marcada por la superposición de mundos ruso, polaco, judío y letón.

Patrimonios, turismo y el sentido de la memoria

Hoy, Daugavpils es un destino turístico que ofrece mucho más que paisajes urbanos marcados por la reconstrucción.

Lugares emblemáticos, como la fortaleza de Daugavpils —convertida en monumento nacional—, el Unity House, la colina de las iglesias y museos que rinden homenaje a sus diferentes comunidades, permiten a quien la visita descubrir una ciudad donde la memoria histórica convive con la vida moderna.

Daugavpils mantiene una tradición de multiculturalismo marcada por rusos, judíos, polacos y letones (foto: Wikipedia)

Sus murallas, plazas y rutas invitan a una reflexión permanente sobre el significado de la resistencia y la transformación.

Al recorrer sus calles, el viajero puede imaginar la vida de quienes cruzaron estos mismos caminos durante las guerras, las fiestas polacas, el bullicio del mercado judío o el ambiente soviético.

Daugavpils se proyecta como un lugar de cultura, turismo e identidad nacional, donde la diversidad, lejos de disolverse, forma la esencia de su patrimonio.