El Estadio Monumental resplandeció en una noche de júbilo para el fútbol argentino. Pero más allá del marcador favorable, más allá de la despedida de una leyenda mundial, la velada también quedará grabada por la emoción que desató la interpretación a capella del himno nacional por Euge Quevedo. Fue ella, una joven de 33 años, quien de pronto se transformó en el centro de todas las miradas, en el instante en que la multitud aguardaba el inicio de un último ritual colectivo con Lionel Messi en territorio argentino.
Las tribunas vibraban de expectativa. La noche prometía fiesta: el equipo ganó 3 a 0, con dos goles del propio capitán y uno de Lautaro Martínez, pero antes de que la pelota rodara, el silencio respetuoso se quebró ante una voz. No era una voz cualquiera.
En el centro de la escena, erguida y solitaria, Euge Quevedo desafió con su presencia la presión monumental. Cantó sin música, solo su voz sostenida en el aire. En cuestión de minutos, su nombre se esparció como tendencia en todas las redes sociales. ¿Quién era esa mujer que, sin estridencias, había conmovido a miles en el estadio y a millones desde sus casas?
La propia intérprete compartió las respuestas pocas horas después, cuando, ya de regreso a Córdoba en un micro y buscando el bálsamo reparador del sueño, relató a Cadena 3: “En el momento que me paré ahí y miré para el frente, lo primero que dije fue: ‘¿qué hago acá? ¿quién me mandó a venir acá?’ Claro, porque ahí es como que te acobardás, te pasan un montón de cosas. Pero en ese momento caés un poquito en la realidad y vos decís: ‘la verdad que yo tengo que estar muy mal de la cabeza para estar parada acá’”, reveló.
Los nervios tensaban el pecho y la garganta. El desafío, según Quevedo, tenía proporciones gigantescas: “Sentí mucho nerviosismo y sentí que mi respiración no era por ahí quizás la adecuada. Se sentía como una tensión, una presión en el pecho, en la garganta… fue un desafío gigante”.
Algunos usuarios en redes sociales elogiaron la entrega y la valentía. Otros mostraron sorpresa por la versión poco convencional dee la canción patria. Eugenia no esquivó las críticas: “Supongo que habrán esperado quizás una versión lírica… Pero la realidad es que para hacer algo así requiere de mucha preparación y no es lo que yo hago justamente, yo canto popular. Eso, por un lado. Por el otro, sí comprendo que hay muchas maneras de cantar y cada uno tiene su estilo”.
“Traté de prepararme lo mejor posible en cuanto a respetar la versión del himno, pero obviamente el estilo siempre va a ser el mío. No voy a poder salir de eso”, explicó. ¿Resultó perfecto? Ella misma lo dudó, con absoluta franqueza: “Soy muy autocrítica también y siento que podría haber estado mejor en cuanto a los nervios… Claramente, si no hubiese estado tan nerviosa, hubiese tenido quizás otro rendimiento”.
No fueron días fáciles. Antes de salir al Monumental, la joven atravesó una crisis emocional. “Es superfácil pararse como espectador y opinar y lo entiendo, porque es parte de todo. Pero detrás de todo eso hay un ser humano que está pasando por una angustia, por un estrés, por una crisis… me llamaban de todos lados y yo no respondía, no por mala, sino porque estaba pasando un momento realmente que era muy personal”.
Su pensamiento voló entonces hacia los futbolistas, hacia los que están obligados a convivir con el peso de la presión frente a multitudes: “Imagínense esos chicos ahí, los que juegan al fútbol, en una final del mundo… Porque es fácil opinar tomando mate desde tu casa y decir: ‘No, a mí me hubiese gustado otra cosa. Andá a pararte ahí, o andá a intentar lograr algo similar o en otra área. Realmente hay que estar”.
Para Euge Quevedo, el himno es sagrado: “Me siento orgullosa de eso, de haber logrado estar parada ahí, de haber cantado mi himno, que lo amo, que lo respeto y lo valoro con mi alma”. Aunque el miedo a quebrarse frente a miles la rondó hasta el instante último: “Mi miedo era largarme a llorar porque hasta eso soy re maricona, lloro por cualquier cosa. Entonces mi miedo era eso, si yo empiezo a llorar la cagué porque ahí obviamente no iba a poder cantar ni dos frases… Pero gracias a Dios es como que canté en un estado de shock que a su vez estuvo bueno porque sentía que lo hacía como por inercia, como decir ‘bueno está saliendo’, y sale como sale”.
Cerró su sentir con una ráfaga de orgullo genuino: “Me gusta haber tenido el coraje de pararme y hacerlo. Entonces me siento realmente muy orgullosa de eso y también quiero darme un poco de ese amor propio… lo logré”.
Al final, en la noche colmada de símbolos, en un país esperanzado por el fútbol y emocionado por la despedida de su capitán, una voz sobresalió entre miles. Y aunque fue la voz de una sola, fue el himno de todos.