“Está un poquito desfasado el festejo, y te voy a contar por qué…”, arranca Litto Nebbia, el músico rosarino que marcó el rumbo del rock nacional, en su charla con Teleshow al referirse a la celebración de los 50 años de su disco “Melopea”, un homenaje fuera del estricto calendario. Es que la obra fue plasmada en 1974… hace 51. Y fue tan importante en su carrera, que años más tarde le dio nombre al mítico estudio del autor de La Balsa, canción que para muchos sería la piedra basal del movimiento que tomó impulso a partir de ese éxito de Los Gatos, su banda en la década del ‘60.
“Con una carrera tan larga como la mía, todos los años un disco cumple cuarenta, el otro cincuenta, una canción cumple treinta. Es un lío”, reconoce Litto. Y revela lo que sucedió: “El desfasaje comenzó cuando estábamos por hacer un recital por disco anterior, Muerte en la catedral, en 2023, y tuve un resbalón viajando para Pergamino a tocar. Me fracturé el húmero del brazo y la rótula de la pierna. Eso me tuvo un año en cama, como la momia, sin poder moverme para nada. Suspendimos todo porque no podía tocar ni agarrar la guitarra, ni poner las manos en los pianos. Cuando pasó el año y empecé a recuperarme, dijimos ‘bueno, vamos a seguir’”.
—¿Y ahora como estás?
—Todavía no estoy curado del todo, faltan diez meses. Camino despacito, pero no me duele nada y puedo salir a tocar. Lo único que hago es vigilar mucho donde pongo el pie, queda un temor infernal.
— Y eso provocó que las celebraciones se corrieran de año…
— Totalmente. Después de ese parate, volvimos a tocar recién en 2024, cuando ya teníamos entradas vendidas del show suspendido. Hicimos los cincuenta años de Muerte en la catedral en 2024, cuando en realidad eran 51, y este año le toca a Melopea, que es del 74, y estamos en el 2025. Otra vez pasa lo mismo, y lo llamamos cincuenta años. Como es difícil dar esta explicación en todos lados, ya me inventé una: el año que viene hago ‘Recordando temas de los álbumes del 75 y 76’, así me emparejo (ríe). Parece una broma, pero mucha gente pregunta si uno sumó bien”.
“Melopea” ocupa un lugar singular en la historia del rock argentino y en la vida artística de Litto Nebbia. Grabado en trío con el contrabajista Jorge “Negro” González y el baterista Néstor Astarita, contó además con la participación de Mirtha Defilpo – autora también de la mayor parte de las letras -, Rodolfo Alchourron, Rodolfo Mederos y Héctor “Finito” Bingert.
El músico revela que eligió ese nombre casi como un juego, atraído por cómo sonaba y cómo se veía la palabra, hasta que se topó con su verdadero significado. “Busqué en el diccionario y es una palabra que viene del latín y que increíblemente quiere decir componer música, y en un vulgarismo, embriaguez o ensueño. Todo me parece bien”, cuenta entre risas el intérprete rosarino. El álbum, publicado en 1974, nació en un momento de exploración y crecimiento. Nebbia explica que ya en aquellos años comenzó a usar el concepto de “melopea” como una firma de fantasía para algunas producciones, aplicándolo primero tímidamente en los setenta y, más tarde, a su propia editorial musical. “Finalmente, cuando se me ocurrió inventar el sello independiente que tenemos hasta hoy en día, hace 39 años ya, le puse Melopea directamente”, afirma Nebbia.
El concierto aniversario
Para celebrar el aniversario de “Melopea”, Nebbia eligió una formación completamente renovada, un cuarteto compuesto por Ariel Minimal (guitarra, integrante de la banda Pez) y los hermanos Nica Corley (bajo, guitarra y canto) y Tomás Corley (batería y canto), ambos provenientes de Los Reyes del Falsete. Nebbia explica que convocó a músicos jóvenes con quienes ya había compartido distintos proyectos previos, y destaca la química especial que se generó en este grupo. “Son músicos que les gusta la música que yo hago y que además los he conocido a todos porque ellos me han invitado a participar en sus propios discos”, remarcó el pionero del rock nacional.
El concierto, que tendrá lugar el 30 de agosto en La Trastienda, propone una puesta mucho más coral y acústica que la original, con un repertorio que abarca no solo las canciones de “Melopea”, sino también clásicos de diferentes épocas de su carrera. Lejos del esquema típico de invitados especiales, el artista prefirió mantener el concierto en el perímetro del cuarteto.
Mirando hacia atrás, Nebbia reconoció que muchas composiciones del álbum quedaron guardadas tras la primera publicación, sin haber sido tocadas o revisitadas por décadas: “Me encontré con un montón de canciones que hace medio siglo que no las toco”.
— ¿Cómo es reencontrarse con esa canciones?
— Es de un gran disfrute. Primero, la sorpresa que te llevás, que por suerte tienen una estructura melódica y armónica muy sólida. Son canciones que le podría decir a alguien que las escribí hace tres o cuatro días. Están muy llenas de fantasía, de música, de rítmica.
— Tenés alrededor de 1400 canciones registradas, ¿cuántas podrías tocar ahora mismo de memoria?
— Vos me pedís un tema de hace cincuenta años o cuarenta y si me decís el título los recuerdo a todos como para identificarlo. Ahora, poder tocarlas, tenerlas ahora en el dedo, debo tener ciento cincuenta. Un diez por ciento. Si tuviera a todas sería una vitrola, imaginate.
— ¿Vas a adaptar esas canciones al interpretarlas hoy?
— Cuando vienen estos casos particulares tengo que fijarme en una cantidad de detalles; algunos no son para mejorar la canción ni para quitarle nada, pero sí una especie de adaptación, porque hay una química distinta, uno toca con otra gente, ha cambiado la sonoridad, hay mil cosas que son digitales y antes eran analógicas. Hay una cantidad de cambios y además está el cambio cronológico de uno mismo, y de la misma gente. Entonces, no es que las simplifico ni que las cambio, está intacta la letra, la línea melódica y los acordes.
— ¿Te sorprendió redescubrir alguna canción en especial?
— A veces me llevo sorpresas. No te olvides que yo tenía 25 años cuando las hice. Y por otro lado, también digo: ‘¿cómo nos aguantaban haciendo esto?’ Porque hoy en día, que todo es mucho más sencillo, hoy la música masiva tiene que ser una que sepamos todos. Y estas son una que no sabía nadie porque es muy difícil de cantar esto.
— Durante años tuviste fama de molestarte cuando te pedían clásicos como “La balsa”. ¿Cómo fue el proceso de reconciliarte con esas canciones y lo que el público espera de vos?
— Me llevó bastante tiempo, pero lo comprendo perfectamente desde hace ocho años, una década más o menos. Me doy cuenta la cantidad de tiempo que uno hace esta tarea y que soy un privilegiado por hacer siempre lo que me gusta. Toco lo que quiero y hay gente que me sigue, haga lo que haga. Pero esa gente, según la edad que tengan, tiene memoria afectiva de un montón de canciones. Y yo me doy cuenta que les hace bien, así que lo he ido analizando estos años y mi situación es que, por ejemplo, cuando toco una canción muy vieja, clásica, es como si me pidieran recordar algo de mi niñez. Y lo estoy evocando, es decir, lo hago con mucho sentimiento.
— ¿No te resulta repetitivo o cansador volver siempre a esos grandes hits?
— No, porque cada vez que lo hago es una versión distinta, otro público. Y además no soy la clase de cantante que se repite: improviso mucho, hago muchos cambios, muchas cosas. Así que no, me llevo muy bien con eso.
— ¿Antes no lo vivías así…?
— Es verdad, tuve una época brava donde me gané la imagen de ogro, porque mucha gente interpretó como que yo quería negar el pasado, y para nada. Lo que pasa es que yo tenía un montón de cosas que me apuntalaban a cerrarme. Una, y que no me equivoqué, es que no quería que me pasara como a otros músicos que, al encontrar el éxito con tal y cual cosa, después siempre hacían lo mismo. Yo no soy eso. Entonces, huyendo de eso, sentía que no quería usar canciones de mi adolescencia, que encima han tenido tanto éxito en toda América hispanoparlante.
— ¿Ese sentir cambió con el tiempo?
— Ya me amigué con eso, no tengo ese problema. Voy a tocar a Perú y me piden “El rey lloró”, “La balsa”, y voy a México y pasa lo mismo. Me reconcilié.
— ¿Qué importancia tienen hoy, a más de cincuenta años, las letras que escribió Mirta Defilpo, que además era tu pareja en ese momento, en Melopea?
— Es una época importante. Yo escribí con ella más de cincuenta canciones en esos años. Estamos hablando del año 73 al 78, por ahí, porque después me fui al exilio, a México. La poesía de Defilpo es más clásica que las letras que escribía yo, hasta si querés con un lenguaje mucho más rico, y con otra visión de la vida, con otra perspectiva. Con el rigor de una persona que es poeta exclusivamente, mientras que mis letras son evocaciones. Siempre estoy haciendo una crónica de lo que está pasando a mi alrededor, que a veces son cosas que me ocurren a mí o a alguien cercano, pero a las cuales yo soy sensible.
— “Melopea” se grabó en 1974, en una época muy convulsionada de la Argentina. ¿Cómo era componer y cantar en aquel contexto social y político?
— Siempre, en esa época y luego, y ahora también, uno lo vive de una manera natural porque es su sentimiento, es lo que uno es, es como uno hace las cosas. Uno no quiere enseñar nada ni dar un consejo, pero tampoco quiere que alguien se confunda creyendo que uno busca explicarle algo. Uno muestra una actitud frente a la vida y canta sobre eso, sobre la libertad, sobre cosas que te emocionan o no te gustan. Eso es el compendio de las letras. Después, la apelación de esas letras depende de cómo la reciba la gente; hay quienes están de acuerdo, hay quienes no. A veces les parecen letras intelectuales, pero yo trato de no enroscarme con eso porque, si no, parece que tenés que escribir de una manera como si fuera puro marketing.
— ¿Viviste situaciones de censura o amenazas en esos años?
— Sí, eso sucedía. A mí me pasó muchas veces y tuve muchos inconvenientes. Pero uno seguía haciendo lo suyo. Salvo que tuvieras algún problema mayor, como después, cuando se puso todo más grave conmigo, y nunca supe por qué razón, pero me tuve que ir porque no tenía trabajo, no tenía dónde tocar. Eso fue en el 78. Pasaban cosas muy violentas, no era una discusión dialéctica. Pero uno seguía adelante.