Bolivia se encamina a una nueva era luego de casi 20 años de masismo, repartidos entre Evo Morales y Luis Arce, con una brevísima interrupción institucional. Algunos dirán también que en verdad el país se dirige hacia lo desconocido.
Tras dos décadas, el pueblo boliviano apostó por un cambio radical para la conducción del país, decepcionados por gobiernos que no dieron respuestas a lo más básico: estabilidad económica, abastecimiento, combustibles, dólar, tranquilidad política. Así, casi el 80 por ciento del electorado votó por un candidato de derecha o centro derecha.
De acuerdo al conteo del Sistema de Resultados Preliminares (SIREPRE), Rodrigo Paz Pereira del Partido Demócrata Cristiano fue el más elegido por los bolivianos: obtuvo el 31,30 por ciento de los votos. Disputará la segunda vuelta con Jorge “Tuto” Quiroga del Partido Libre, quien consiguió el 27,30 por ciento de los sufragios, de acuerdo a ese conteo rápido del Órgano Electoral Plurinacional.
El resultado representa una sorpresa: nadie esperaba que Paz, un ex alcalde de Tarija entre 2015 y 2020, nacido en Santiago de Compostela, España, en 1967, senador e hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora, saliera victorioso este domingo. Ni siquiera que figurara en el podio. Sin embargo, cosechó un tercio de los votos bolivianos.
Samuel Doria Medina -quien todas las encuestas previas lo colocaban en el balotaje- ya anticipó que apoyaría al tarijeño en la segunda vuelta del 19 de octubre próximo. “Como dije varias veces, cumplo mis compromisos. A lo largo de la campaña dije que si no entraba a la segunda vuelta iba a apoyar a quien llegaba primero si es que no era el MAS. Ese candidato es Rodrigo Paz y mantengo mi palabra”, dijo en conferencia de prensa. El tercero en la terna recaudó el 20 por ciento de los votos.
Quiroga, el eterno opositor del Movimiento al Socialismo (MAS) quedó en segundo lugar. Le será difícil conquitar más seguidores: para muchos representa el pasado y hay quienes lo señalan como una figura funcional a Evo Morales. Era, a priori, a quien el jefe cocalero quería al frente de La Paz. Al hablar tras conocerse los resultados, dijo: “Bolivia le dijo al mundo que queremos vivir en una nación libre”.
Pero la sorpresa no se circunscribe sólo en la figura de Paz. Los tres candidatos que representaban el centro derecha y la derecha consiguieron el primero, el segundo y el tercer lugar de las preferencias populares y acumularon en total más del 78 por ciento de los votos con una alta participación del 92 por ciento del electorado. El plan de Morales de un aluvión de votos nulos no funcionó.
Si bien es cierto que el jefe cocalero no pudo registrar su nombre para participar de la contienda -la Constitución y la justicia se lo impiden-; que el MAS llevó un desdibujado y gastado candidato oficialista -el ministro Eduardo del Castillo-; que la izquierda en su conjunto estuvo fragmentada y que el gobierno de Arce fue una decepción y un fracaso, el rotundo cambio de preferencias del pueblo boliviano marca el hartazgo de una época y el comienzo de una nueva era.
Desafíos ciclópeos
Cualquiera de los dos candidatos que consiga la mayoría el próximo 19 de octubre tendrá desafíos monumentales. El primero será conseguir la unificación de un país dividido, “plurinacional”. Ese concepto le sirvió a Evo Morales para moldear a su medida la actual constitución, fragmentar el país y dejarlo al borde de un cisma. También le permitió “refundar” a su antojo una nación que ya existía.
Al mismo tiempo, el próximo presidente de Bolivia deberá ordenar las cuentas públicas: las reservas casi no existen, la cotización del dólar aumenta a diario, el combustible escasea y las filas para el suministro son eternas, la deuda pública se acumula alarmantemente, la inflación tiende a descontrolarse, el gas -principal receptor de divisas- ya no se exporta como antes, los medicamentos no se consiguen y el tráfico de todo tipo crece sin detenerse en las fronteras con Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Perú.
Esas mismas fronteras son testigo de un tráfico mucho más nocivo que cruza el Atlántico: el narcotráfico. Bandas brasileñas, peruanas y paraguayas se benefician de la permeabilidad no sólo de los límites geográficos bolivianos, sino de la amabilidad oficial, tanto política como militar. Todo mientras las plantaciones de coca crecen en superficie al resguardo de su principal jefe, Evo. ¿Podrán Paz o Quiroga combatir estos emprendimientos? ¿Querrán? ¿Se animarán a pedir ayuda si fuera necesario?
Deberán también reconstituir la estructura institucional del país: desde las Fuerzas Armadas hasta el sistema judicial, absolutamente secuestrado por el MAS y el evismo.
El reordenamiento de la política internacional también resultará un reto urgente. Bolivia mantiene desde hace casi 20 años una disciplina de obediencia hacia Cuba y Venezuela que la llevó a la actual situación. Desperdició una década y media de precios de comodities astronómicos para sostener el plan de influencia de La Habana y del Socialismo del Siglo XXI. Cuando esos valores se evaporaron, los bolivianos cayeron en la realidad de que todo fue un espejismo. Gas ya no hay y la infraestructura sigue siendo la misma del siglo pasado.
Esas relaciones la llevaron a la ruptura con Estados Unidos y con Occidente. En cambio, prefirió abrir las puertas a dictaduras regionales y teocracias como la de Irán o autocracias como la de Rusia y China, donde los valores democráticos y los derechos humanos se desprecian. Para peor: ninguno de esos regímentes presentaron inversiones que mejoraron la vida de los habitantes de esta rica nación latinoamericana. Sólo succionaron sus recursos.
Otro tema a resolver será el de los presos políticos. Desde Luis Fernando Camacho hasta Fernando Hamdan, hay casi 300 presos políticos en Bolivia, de acuerdo a Global Human Rights League. A eso hay que sumarle los centenares de exiliados que habitan fuera del país. La persecución judicial que el MAS ha hecho contra opositores durante 20 años fue demoledora. También los ataques a la prensa deberán corregirse.
63 días separan este domingo 17 de agosto del domingo 19 de octubre. Posiblemente tanto Paz como Quiroga acaparen el interés de los medios locales e internacionales y debatirán ideas, proyectos y alianzas.
Morales, en tanto, se mantendrá en su refugio del Trópico de Cochabamba para evitar ser detenido. Desde allí diagramará cómo frenar a la nueva derecha que gobernará Bolivia durante los próximos cuatro años. Apostará por el caos. No tendrá problema en incendiar el país ni en “contar muertos”. Ya lo hizo otras veces.
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