En la década de 1960, la isla griega de Hidra era un refugio para artistas, escritores y bohemios que buscaban inspiración lejos de las grandes ciudades. Entre sus casas blancas y aguas turquesa, un joven poeta canadiense, Leonard Cohen, encontró algo más que un paisaje idílico: conoció a Marianne Ihlen, la mujer que marcaría su vida y daría origen a una de sus canciones más emblemáticas, So Long, Marianne.

Cohen había llegado a la isla tras un tiempo en Londres, donde el clima y el ambiente no le ofrecían el estímulo que buscaba para completar su primera novela. En Hidra, la vida transcurría con un ritmo lento, entre tertulias, veladas musicales y largas jornadas de escritura. Marianne, de origen noruego, vivía allí con su hijo Axel tras separarse de su marido, el escritor Axel Jensen. Según recordó el propio Cohen en testimonios recogidos por ABC, la comunidad parecía cubierta de “polvo de oro”, una sensación propia de la juventud, pero amplificada por la belleza del lugar.

El vínculo entre Cohen y Marianne marcó la obra del músico, convirtiéndola en musa de canciones emblemáticas como Bird on a Wire y So Long, Marianne (Wikipedia)

El vínculo entre Cohen y Marianne fue inmediato. Ella le ofreció un espacio de calma para que desarrollara su escritura, mientras él cantaba canciones de cuna a su hijo y pasaba las mañanas trabajando en sus textos. En palabras citadas por Far Out Magazine, Ihlen fue para Cohen una verdadera musa, una figura que le permitió transformar su poesía en canciones y que inspiró piezas como Bird on a Wire y la ya mencionada So Long, Marianne.

En Hidra compartieron una vida sencilla, sin lujos, pero llena de creatividad. Cohen, que por entonces no pensaba en una carrera musical, escribía poesía y novelas con una disciplina diaria. Marianne se ocupaba de las tareas cotidianas y del cuidado de su hijo, sosteniendo un entorno en el que el poeta podía concentrarse en su obra. En declaraciones al medio español ABC, ella recordaba esos años como “absolutamente fabulosos”, marcados por el amor, la escritura y la libertad.

La isla griega de Hidra fue el escenario donde Leonard Cohen y Marianne Ihlen vivieron una historia de amor que inspiró la canción So Long, Marianne (Wikipedia)

La relación, sin embargo, comenzó a cambiar cuando Cohen inició su carrera como cantautor. El éxito de canciones como Suzanne, que Judy Collins incorporó a su repertorio, lo llevó a escenarios internacionales. Con la fama llegaron las giras, el contacto constante con el público y una vida rodeada de excesos que lo alejaba cada vez más de Hidra y de Marianne. Según La Vanguardia, lo que antes eran meses juntos se redujo a semanas, luego a días.

Cohen admitió en entrevistas que parte de su vida consistió en escapar. Marianne, por su parte, nunca se integró del todo en el ritmo frenético del músico. Aunque su relación sentimental terminó, ambos mantuvieron contacto intermitente durante décadas, a través de encuentros esporádicos y cartas. Parte de esa correspondencia salió a la luz en subastas recientes, revelando un vínculo que, pese a la distancia y el tiempo, nunca se rompió del todo.

La relación entre Cohen y Marianne se transformó con el éxito del músico, pero su conexión perduró a través de cartas y encuentros esporádicos durante décadas (Grosby)

Uno de los momentos más recordados que ilustra la influencia de Marianne ocurrió en 1970, en el Festival de la Isla de Wight. En plena actuación y con miles de personas frente a él, Cohen mencionó su nombre antes de interpretar So Long, Marianne. Era un gesto que, según ABC, parecía dirigido directamente a ella, incluso en medio del caos de una época marcada por drogas, giras y relaciones fugaces.

La canción, incluida en su álbum Songs of Leonard Cohen de 1967, se convirtió en un himno sobre el amor y la separación. Su letra mezcla nostalgia, gratitud y dolor, y fue interpretada por críticos y seguidores como un retrato honesto de la relación que ambos vivieron. Para Cohen, Marianne representaba un ideal de inspiración y libertad, pero también un amor que no podía sostenerse en las circunstancias que le impuso su carrera.

En julio de 2016, Marianne Ihlen falleció en Noruega a causa de una leucemia. Días antes de su muerte, recibió una carta de Cohen que se haría pública más tarde. En ella, el músico le escribió: “Estoy tan cerca detrás de ti que si extiendes tu mano, creo que puedes alcanzar la mía. Siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría… Buen viaje, vieja amiga. Te veré al final del camino”. Tres meses después, Cohen murió en Los Ángeles, cumpliendo de algún modo la promesa de que no tardaría en seguirla.

La despedida de Cohen a Marianne antes de su muerte y la posterior partida del músico sellaron una historia de amor y arte que trascendió el tiempo (Wikipedia)

La historia de Leonard Cohen y Marianne Ihlen fue llevada al cine y la televisión en varias ocasiones. El documental Marianne & Leonard: Words of Love (2019) exploró su relación desde sus inicios hasta el final de sus vidas, mientras que la serie So Long, Marianne, estrenada en 2023 dramatiza su romance y los traslados que realizaron a lo largo de una década: de Hidra a Oslo, de Montreal a Londres, hasta la separación definitiva en Nueva York.

Más de medio siglo después, la figura de Marianne sigue ligada a la obra de Cohen. Su historia conjunta trascendió lo personal para convertirse en parte de la mitología de la música popular, en un ejemplo de cómo la vida y el arte pueden entrelazarse de forma inseparable. El eco de So Long, Marianne aún resuena en conciertos, homenajes y grabaciones, como un testimonio perdurable de un amor que, aunque imposible, dejó una huella profunda en la cultura y en la memoria de quienes siguen escuchando la voz de Leonard Cohen.