Tobias Dirty, en las puertas de las percepción abstracta

Un cuerpo que ES, se desARMA, desaPARECE. Un cuerpo que, en un recorrido secuencial, abandona sus curvas y se desintegra en geometría. Un cuerpo que abandona su plano en una muerte mística y se reconvierte en formas puras.

Ya desde el nombre, Estoy pensando seriamente en volcarme a la abstracción, muestra en la galería Isla Flotante, Tobías Dirty (Villa Gesell, 1990) pronuncia un statement, anticipa un cambio, donde la figuración y la abstracción se entrelazan, y en el que la materia se desmembra y ausenta para transformarse en línea y gesto, en lápiz.

“Me daba cuenta que me estaba agotando algo de la figuración, como que no me importaba tanto esa relación tan mimética con las cosas. Quería pensar en las cosas pero desde otro lugar, otro aspecto, más desde lo personal”, comenta el artista en un recorrido con Infobae Cultura.

Esta búsqueda lo llevó a preguntarse por la abstracción, no solo como un estilo, sino como una necesidad vital y filosófica. En ese sentido, su declaración de intenciones, surge de una mirada retrospectiva sobre su propio trabajo y es, a su vez, un ejercicio de memoria y de autoconocimiento.

Dirty se presenta en la galería Isla Flotante hasta el 15 de agosto

En su ensayo de los ‘50, Las puertas de la percepción, Aldous Huxley escribía: “Estaba tan completamente absorbido por el mirar, tan fulminado por lo que realmente veía, que no podía darme cuenta de ninguna otra cosa”.

La cosa, en la teoría del conocimiento, nos habla sobre una realidad estática, un sistema que se acepta fijo en sus posibilidades, en sus lecturas. Por otro lado, lo fenomémico refiere a lo que se manifiesta en los sentidos. Dirty ingresa, en su viaje hacia las puertas, en un proceso en que los objetos y los símbolos dejan de significar, y en ese dinamismo debe recurrir a un acercamiento alejado de lo conceptual, más animal en un punto, instintivo, a una cosa en sí que existe por si misma. Y para abrir traspasar la aberuta recurre a una deconstrucción, al desarme, a la desintegración.

“Creo que hay una pérdida de sentido de los símbolos y quiero preguntarme quizás sobre la paz más filosóficamente, por ejemplo. No en cómo luce la paz, sino cómo es realmente y si existe, ¿dónde está?. Y entonces, como que dije, esto lo puedo trabajar desde la abstracción”, sostiene.

En su transcurrir Estoy pensando…. inicia con ¿Cómo puedo abstrarme PARA la realidad?, la única pieza abstracta en su totalidad y la última que realizó en la serie, en la que el artista, además, juega por primera vez con la materialidad del papel al que arruga y sobre el que parece excarvar formando una caverna y abriendo así una dimensión hacia la profundidad de la búsqueda de su proceso.

“La idea era como que la abstracción sea como un vehículo que te puede llevar a otro plano, también una puerta por la que podés entrar y salir de la realidad. No puedo abstraerme de la realidad en Pensando en ESO o Leyendo sobre ESO, pero sí cuando estoy dibujando”, dice.

La pieza es tanto el final como el princio. El resultado al que llegó luego de realizar toda la serie: el acceso que invita a la cueva en que lo físico se vuelve etéreo.

Las obras

Hay un decisión sobre la circulación en la muestra que parece un detalle, pero que puede revelar más sobre el proceso. Ni bien se ingresa a la galería de Retiro el acceso hacia las otras obras de la serie se encuentra bloqueado por una pared de la que cuelga ¿Cómo puedo…?.

Así, para observar el resto de los dibujos, hay que atravesar la trastienda, donde se observan varias obras en pequeño formato de lápiz sobre papel de Primer aprendizaje, que corresponden a unos dibujos realizados cuando tenía 9 ó 10 años, a los que calcó y recoloréo.

En esa época cuenta, “todo lo que hacía era dibujar” y tomaba como modelo de inspiración un libro de Roger Dean, quien diseñó las portadas y elementos visuales de la banda Yes. En esas producciones prematuras se observan ya la cuestión psicodélica y el interés por la línea que se manifiesta en volumen de las rocas, en las curvas, y la expansión del espacio. “Ahora que lo veo es como que son más indicios desde dónde vengo”, dice.

En El espíritu en la pintura, de 2003, también en trastienda, el marco de la obra dentro de la obra parece derretirse en un gesto surrealista y la figura cadavérica, con los órganos a la vista, parece flotar, con una reminiscencia a Chagall o a La novia del viento, de Kokoschka, y allí aparece, por primera vez, la “cuestión del cuadro hundido”.

Para llegar a la sala principal se pasa por un corto pasillo oscuro para luego sentir el fogonazo de la luz que se abre ante esas figuras con una colorimetría razonada, mientras en la alfombra del piso hay islotes de manchas que parecen divagar, pero que marcan que ya se forma parte de ese ritual, con una fuerte alianza con lo místico, de la descomposición.

La caverna, ese “cuadro hundido”, es la mente del artista que, con esa obra -final e inicial a la vez- decide bloquear -físicamente- el acceso a lo anterior. Eso también es una toma de posición en el que Dirty parece querer ponernos o ponerse un muro. Un límite espacial y simbólico.

Ya en el recorrido, la muestra, sostiene, es “bien lineal”: empieza con Caliente y sigue con Pensando en ESO, Leyendo sobre ESO, PROBANDO nuevos gestos, Dibujando, Escapando de aquello y Volcándome SERIAMENTE en esto, a partir de las que se va desarrollando la disgregación.

En Caliente, entonces, el personaje —un alter ego del propio artista— comienza a transitar un vía crucis autoinflingido, en el que escena a escena se revela este vaciamiento hasta diluirse.

La influencia de las vanguardias históricas resuena en ecos referenciales, pero también como interrogante: “Pensé como en vez de hacer una vanguardia, estoy haciendo una revancha al vacío”, dice, sobre esta operatoria de la que tomó diferentes elementos para componer y descomponer de manera transtemporal, como si este viaje hacia lo abstracto fuese, también, un recorrido por aquello que observó, que ingirió, a lo largo de su formación.

Y es que a lo largo de su obra, la composición del cuerpo es algo que Dirty ha ido abordando, pero ese acercamiento a la figura es la cáscara, una capa que se necesita correr para preguntarse sorbe la identidad más allá de lo físico, sobre el auto reconocimiento y la mirada del otro.

En ese expandir del cuerpo, en su versión exterior o desde las mismas visceras, que podía verse en obras anteriores a las piezas de esta muestra, en la que lleva todo al elemento mínimo, a la línea, Dirty desafía una constante sobre la construcción del Yo, en un acto en el que parece tocarse con sus propias manos buscando, una y otra vez, reconocerse.

En estos enormes dibujos se puede en la movilidad de la muñeca, en los trazos “hasta donde le dan los brazos”, la formación de un vértice entre el cuerpo y la obra, un punto de unión en que se hacen uno, una entrega.

Las manos, por otro lado, aparecen de manera compulsiva: allí está el quéhacer, la repetición, la búsqueda, la búsqueda, la búsqueda. Ese contacto con el interior, ese autoindagar, esa necesidad de transgredir lo material, de hundirse en el cuadro.

En el ángulo en L de la sala tres dípticos que, a priori, son disonantes con el resto: Escritorio/Cueva, Taller/Cueva y Cueva/Galería. Estas fueron las primeras obras de la serie y, cuenta, realizadas con el objetivo de no desviarse del camino, de recordar que la búsqueda era subvertir el espacio, aunque, en el proceso, terminó haciéndolo sobre su propia figura.

Estoy pensando seriamente en volcarme a la abstracción puede ser una muestra bisagra en la producción de Dirty, quien comenta, con humor, “que todavía no tiene pensado repetirse”. Solo falta esperar cuál será la próxima puerta y cuán profunda es la cueva.

*Estoy pensando seriamente en volcarme a la abstracción, de Tobías Dirty, en galeria Isla Flotante, Viamonte 776. Hasta el 15 de agosto. Entrada gratuita.