La fertilidad masculina no tuvo protagonismo en el debate sobre los problemas reproductivos durante décadas, mientras el descenso en el recuento y la calidad de los espermatozoides se aceleró a nivel global.
A diferencia de la visibilidad social y médica del “reloj biológico” femenino, los hombres no suelen recibir advertencias sobre sus propios límites reproductivos ni sobre los riesgos que implica el ambiente actual para su capacidad de ser padres.
En el último tiempo, especialistas destacaron la importancia del factor masculino en la fertilidad, así como en las posibles complicaciones durante la gestación, y a futuro, en la salud del hijo.
“La fertilidad masculina merece una consideración más amplia”
En palabras de Jessica Grose, columnista en The New York Times, “a los hombres, rara vez se les anima a pensar en su capacidad de tener hijos”. La disminución de la fertilidad masculina quedó relegada a “subculturas peculiares”, pero la evidencia científica revela que el fenómeno ya es masivo y multidimensional.
La doctora Shanna Swan, epidemióloga ambiental y reproductiva, subraya en su libro “Count Down” (Cuenta regresiva) que los disruptores endocrinos —presentes en plásticos, envases, pesticidas y bienes de consumo— afectan la potencia masculina “desde el comienzo de la vida”.
En esta línea, Linda Kahn, profesora adjunta de pediatría en la Universidad de Nueva York, advirtió que la exposición temprana a estas sustancias puede generar alteraciones irreversibles en la salud reproductiva de los hijos varones.
Un descenso acelerado en la cantidad de espermatozoides
Los científicos documentaron una caída global de más del 50% en la concentración y recuento de espermatozoides en hombres desde la década del setenta.
Según un metaanálisis encabezado por Swan, publicado en 2023, “el recuento medio de espermatozoides en hombres a nivel mundial había disminuido más del 50% desde principios de la década de 1970, y la tasa de disminución aumentó después del año 2000”.
Este fenómeno, lejos de estar limitado a países occidentales, muestra variaciones regionales pero afecta prácticamente a todas las poblaciones analizadas.
Como resumió el doctor Michael Eisenberg, urólogo de la Universidad de Stanford, “la fertilidad masculina está en declive y debemos entender por qué”.
Los disruptores endocrinos: un enemigo invisible
Plásticos, microplásticos, ftalatos y pesticidas forman parte de la exposición diaria.
Swan advirtió que estos productos químicos, presentes “prácticamente por todas partes en nuestro mundo posindustrial”, pueden tener efectos nocivos desde etapas muy tempranas. Investigaciones recientes identificaron un vínculo entre la exposición prenatal y problemas como menor tamaño del pene, testículos no descendidos, bajos niveles de testosterona y una reducción permanente en la cantidad y movilidad de los espermatozoides.
“Los científicos no pueden realizar estudios controlados aleatorios sobre estas sustancias químicas, porque sería poco ético exponer a las personas a sustancias que ya se sospecha que pueden ser dañinas”, recordó Grose.
Eisenberg aconsejó: “Es difícil eliminar completamente la exposición a microplásticos, porque están presentes en nuestra alimentación y en el entorno”. Y consideró que la mejor estrategia es “consumir alimentos orgánicos, especialmente frutas y verduras que se comen con piel, porque tienen altos niveles de residuos”.
Edad, genética y calidad de vida: el reloj biológico masculino
Aunque menos perceptible que en la mujer, los especialistas coinciden en que los hombres también sufren un deterioro reproductivo asociado a la edad. El médico ginecobstetra especialista en fertilidad Sergio Pasqualini (MN 39914), miembro de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer) y director de Halitus Instituto Médico dijo en una nota a Infobae que “el hombre también tiene un reloj biológico, sólo que va a un ritmo diferente con respecto al de las mujeres. Con el paso de los años, los espermatozoides y la fertilidad del hombre disminuyen y esa disminución va ligada a su genética”.
En ese sentido, el médico especialista en reproducción humana y fertilidad, miembro del comité ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Medicina Reproductiva (Almer) Sergio Papier (MN 75952) sumó que la edad ideal para ser padres “podría decirse que es antes de los 45 años”, aunque reconoce que el ritmo de deterioro “es muy personalizado dependiendo de la genética y de la epigenética, de cómo el medioambiente influye en la pérdida de la vitalidad”.
Muchos factores empeoran el escenario: el consumo de tabaco, alcohol, drogas, mala alimentación y sedentarismo afectan la calidad seminal. “Todo lo que es bueno para el corazón es bueno para la fertilidad”, apuntó Eisenberg.
Consecuencias en la salud del hijo y la calidad genética
La edad avanzada del padre influye en la salud del embarazo y del hijo. Estudios mencionados por Pasqualini indican tres consecuencias principales: dificultad para concebir, mayor riesgo de embriones malformados y problemas en la salud de la descendencia, incluida una mayor prevalencia de trastornos como el autismo.
Papier detalló: “Luego de los 45 años se empiezan a ver ciertas alteraciones en la concentración, movilidad y forma de los espermatozoides, pero centralmente lo que se empieza a ver es lo que se llama fragmentación del ADN de los espermatozoides, que eso tiene implicancias en el desarrollo de los embriones, en la fertilidad y en las pérdidas de embarazo”.
Diagnóstico precoz y preservación de la fertilidad
Los expertos enfatizan la importancia del análisis seminal como primer paso de control. Pasqualini recomendó realizarlo incluso en hombres jóvenes y repetirlo periódicamente: “La única forma de detener el reloj biológico es criopreservar espermatozoides, y cuanto más joven se haga, mejor”. El procedimiento es sencillo y accesible económicamente en comparación con la vitrificación de óvulos.
Papier añadió que además del análisis convencional resulta clave buscar la fragmentación del ADN espermático. Las técnicas de reproducción asistida avanzadas permiten seleccionar los mejores gametos, y estudios genéticos en embriones pueden identificar mutaciones asociadas a la edad paternal.
La dimensión social y la urgencia de nuevas políticas
El estigma y el silencio persisten. “Se culpa a las mujeres de cualquier problema”, sostiene Swan y propone: “Los hombres deberían empezar a hacerse evaluaciones de fertilidad como parte de su atención básica, al igual que las mujeres acuden anualmente al ginecólogo”.
Algunos especialistas de hecho defienden la inclusión del análisis de esperma en controles de rutina y subrayan que los jóvenes deberían considerar la preservación de gametos.
Así las cosas, Grose concluyó en su columna: “La evidencia me ha convencido de que los hombres deberían saber que la mitad de los casos de infertilidad se deben a la infertilidad masculina. No solo porque podría impulsarlos a adoptar estilos de vida más saludables si desean tener hijos algún día, sino también porque, si son plenamente conscientes de su propia deficiencia de esperma, podrían estar más motivados a impulsar cambios en las políticas que realmente ayudarían a solucionar la infertilidad masculina a mayor escala”.