Nadie sabe quién es Elena Ferrante pero qué bien que escribe, ¿no? La amiga estupenda, primer tomo de la cuatrilogía de la autora, de quien nadie sabe su verdadero nombre, fue un boom: se estima que ya la leyeron más de 40 millones de personas. ¡De locos! No conforme con eso, la novela se transformó en una famosa serie de televisión con millones de espectadores.
Como sea, este best seller italiano, comienza cuando una de ellas, ya adulta, se entera de que la otra desapareció. Se lo avisa Rino, el hijo de la “desaparecida”. “Rino me llamó esta mañana. Pensé que iba a pedirme más dinero y me preparé para decirle que no. El motivo de su llamada era otro: su madre había desaparecido. (…) Hace por lo menos treinta años que me dice que quiere desaparecer sin dejar rastro y solo yo sé qué quiere decir. Nunca tuvo en mente una fuga. Tampoco pensó en suicidarse. Su propósito fue siempre otro, quería volatilizarse, quería dispersar hasta la última de sus células. Y como la conozco bien, doy por descontado que ha encontrado el modo de no dejar en el mundo ni siquiera una migaja de sí misma, en ninguna parte”.
La que habla es Lenú o Elena Greco, llamada Lenuccia, la hija del conserje del ayuntamiento. Y la que se fue sin dejar rastro es su amiga desde hace más de 50 años y se llama Raffaela Cerullo, Lila, la hija del zapatero del pueblo: “Como siempre Lila se había pasado, pensé. No solo quería desaparecer ella, ahora, con 66 años, sino borrar además toda la vida que había dejado a su espalda. Me dio mucha rabia. Veremos quién se sale con la suya, me dije. Fue entonces cuando encendí el ordenador y me puse a escribir hasta el último detalle de nuestra historia, todo lo que quedó grabado en mi memoria”.
Así las cosas, Elena o Lenú es quien, en primera persona, cuenta todo lo sucedido desde la primera vez en que se hablaron hasta el día en que desapareció Lina. Y no quiero decir mucho más, pero sigo.
Amor, odio, lealtad y traición
La historia de estas dos mujeres comienza en Nápoles a finales de la guerra. Son apenas unas niñas, que se conocen en la escuela primaria, muy distintas la una de la otra y justamente por eso sienten una atracción mutua irreversible. Como resultado, se va tejiendo una amistad que oscila entre el amor y el odio y que se prolonga por décadas. Algo impensado cuando uno lee los encontronazos y las discrepancias que las separaban. Pero, como corresponde a toda buena amistad, eran las mismas diferencias las que las unían a muerte.
“La maestra Oliverio nos reveló que Lila iba mucho más adelantada que nosotras y empezó a llamarla más a ella para que se sentara a su lado (…) no sé qué sentí por eso, algo de celos como todas (…) tal vez por eso me obsesioné con Lila. Algo me convenció después que iría entonces siempre detrás de ella. Decidí que debía guiarme por aquella niña, aunque se molestara y me echara de su lado. (…) Me dediqué al estudio y a muchas otras cosas difíciles fuera de mi alcance solo para seguirle el ritmo a esa niña terrible y deslumbrante. Deslumbrante para mí. Para todo los demás Lila era terrible. De primero a quinto grado fue la niña más detestada del colegio y del barrio”.
Pero con la adolescencia y la juventud algo cambió. Como sea, Lenu siempre fue “la buena”, inocente, sensible, insegura y Lila se llevaba puestos a todos. Incluso a su amiga. Era temeraria, magnética y – por supuesto- “la mala”. Al igual que en Narciso y Goldmundo, de Hermann Hesse, las dos protagonistas viven así en permanente tensión y los contrastes y opuestos de sus personalidades definen el rumbo del relato que sucede en el marco de enormes carencias afectivas y económicas, propio del contexto de posguerra de aquel barrio marginal de Nápoles.
La violencia, dentro y fuera de las familias, era moneda corriente y las principales víctimas eran las mujeres. “Teníamos diez años, nos faltaba poco para cumplir los once. Yo estaba cada vez más rellena, Lila seguía siendo bajita, muy flaca, ligera y delicada. De pronto los gritos cesaron y poco después mi amiga salió despedida por la ventana, pasó por encima de mi cabeza y aterrizó en el asfalto a mis espaldas. Me quedé boquiabierta. Fernando se asomó sin dejar de chillar amenazas horribles contra su hija. La había lanzado como un objeto. (…) sangraba y se había roto un brazo”.
El machismo preside cada acción y la defensa del orgullo herido se impone de manera permanente. Pasa de todo lo que te puedas imaginar. Incluso dentro del seno familiar, ese espacio sagrado donde todos los niños y jóvenes debieran estar a salvo, pero no. El abuso físico y sicológico está normalizado y el sexual – que hoy sería un horror para cualquiera- en la novela supone dudas y confusión.
“El apartó las sábanas sin dejar de besarme y con la mano buscó mis pechos y me los acarició debajo del camisón. No dije ni hice nada. Me sentía aterrada por su comportamiento, por el asco que me daba. Sus bigotes me pinchaban el labio superior y su lengua era áspera. Sentí un odio incontenible hacia Donato Sarratore (el padre de Nino, su noviecito) y repugnancia hacia mí misma. Me quedé en la misma postura durante no sé cuántas horas. Después con las luces del día levanté todas mis cosas y me marché”. Y ese hombre que la pobre Lenu amaba como a un papá resulta que la manoseo a su antojo y encima, todo siguió como si nada. Durísimo panorama para aquellas chicas que, ahora ya con 15 años, trataban de salir adelante.
Sin embargo, y muy lejos de un entorno idílico, Lenu y Lila sobreviven los embates de ese ambiente espantoso que nos las deja vivir en paz. Cuando no eran sus padres, eran sus hermanos o sino sus novios. En este círculo cerrado de brutalidad e ignorancia se desenvolvían las amistades y las rivalidades dentro de una turbulencia permanente que gobernó sus existencias desde la más tierna infancia y donde la inocencia no era una opción y se había perdido hacía rato. A este panorama se sumaban las salvajes peleas de clase: los que tenían algo contra los que no tenían nada y viceversa. El rico del pueblo era el que cortaba el bacalao y era por eso un modelo a imitar, deseado y envidiado. Así y por cualquier pavada estallaba una guerra donde los palos, las barretas o incluso las facas eran cosa de todos los días. “Fue en ese momento cuando del coche bajó Michele, abrió con tranquilidad el maletero, sacó algo que parecía un trozo de hierro reluciente y se sumó a la pelea golpeando con una fría ferocidad que espero no volver a ver en mi vida. Rino y Pasquale se incorporaron enfurecidos, ahora repartían golpes, patadas y puñetazos tan transformados por el odio que me parecieron dos desconocidos.”
La amiga estupenda, la mejor novela del siglo XXI, según el New York Times, es una lectura obligada y preciosa que destaca por su realismo puro y duro, pero también por su enorme calidez. Narra con pluma maestra las aventuras y no tanto de Lenu y Lila, apenas dos nenas, en la Italia de la posguerra. El relato abarca más de 50 años de sus vidas en los que Elena trata de explicar el misterio de su amiga – y también enemiga- Lila. El resultado es un increíble viaje a los arrabales de Nápoles, a través de los ojos de dos chicas que se sobre adaptan a una realidad hostil y que nos enseñan que aún en la peor adversidad y ante el peor pronóstico se puede igual. Y porqué desapareció Lila y adonde se metió no te lo voy a decir y vas a tener que averiguarlo vos.
¿Quién es Elena Ferrante?
Aunque nadie conoce su verdadera identidad, dicen que nació en Nápoles, Italia, en 1943. Es escritora, guionista y traductora. Escribió Crónicas del desamor, La amiga estupenda, Un mal nombre, La hija oscura, El amor molesto, La niña perdida y La vida mentirosa de los adultos, entre otros. Varias de sus novelas fueron adaptadas al cine y a la tv.