Una niña palestina transporta cubos de agua en medio de la escasez, en la ciudad de Gaza, el 6 de agosto de 2025 (REUTERS/Mahmoud Issa)

La población de la Franja de Gaza enfrenta una crisis hídrica severa tras 22 meses de la campaña militar israelí, según organizaciones humanitarias como Oxfam y declaraciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Según estos organismos, pese a que la atención internacional se centra en la amenaza de hambruna, la escasez de agua potable y el deterioro de las condiciones sanitarias comprometen gravemente la salud de los 2,3 millones de habitantes del enclave costero.

Antes del comienzo de la guerra, la mayor parte del suministro hídrico de Gaza dependía de una red que incluía agua importada de Israel, pozos y pequeñas instalaciones de desalinización gestionadas por agencias de ayuda internacional. Actualmente, la infraestructura ha quedado destruida casi por completo; el agua que se consigue proviene de acuíferos subterráneos con alta salinidad, contaminados por la infiltración de aguas residuales y productos químicos, informaron expertos en salud pública palestinos. Esta situación ha favorecido la propagación de enfermedades como la diarrea y la hepatitis.

El organismo militar israelí encargado de la coordinación de la ayuda, COGAT, ha señalado que dos tuberías de agua gestionadas por Israel proporcionan millones de litros diarios a la franja. Sin embargo, responsables palestinos del suministro hídrico aseguran que estas conexiones han quedado inoperativas recientemente. Tras suspender la entrega de agua y electricidad al inicio de la guerra, Israel reactivó parcialmente algunos servicios pero el sistema de tuberías continúa con daños severos, informó COGAT.

En la vida cotidiana, la búsqueda de agua absorbió las pocas energías que tienen miles de gazatíes. Moaz Mukhaimar, joven universitario de 23 años, relató a la agencia Reuters que debe caminar un kilómetro y esperar hasta dos horas en largas filas para llenar canecas de agua turbia, que luego transporta en un pequeño carrito hacia la tienda donde vive su familia ampliada, en Deir al-Balah, en el centro del territorio. “¿Cuánto tiempo tendremos que seguir así?”, preguntó Mukhaimar, mientras explicaba que recoge diariamente varios bidones de agua: unos pocos para beber, otros para la limpieza.

Su madre, Umm Moaz, de 53 años, señaló que el agua disponible apenas alcanza para los 20 integrantes de su familia. “Los niños van y vienen. Hace calor y siempre quieren beber. No sabemos si mañana podremos llenar los recipientes de nuevo”, manifestó.

Un niño palestino espera con recipientes para recoger agua en medio de la escasez, en la ciudad de Gaza, el 6 de agosto de 2025 (REUTERS/Mahmoud Issa)

Los campos de tiendas improvisados, que ahora constituyen el hogar temporal de casi toda la población de Gaza, carecen de sistemas de saneamiento, alcantarillado o agua suficiente. Según la ONU, el estándar mínimo de emergencia es de 15 litros por persona cada día para beber, cocinar, limpiarse y lavar ropa. Sin embargo, el promedio diario en Gaza ronda los 3-5 litros, afirmó Bushra Khalidi, responsable de política humanitaria de Oxfam en los territorios palestinos ocupados por Israel. En comparación, el consumo promedio en Israel asciende a 247 litros por persona cada día, según la organización israelí B’Tselem.

La gestión de los escasos recursos hídricos genera tensiones a diario. Danish Malik, responsable global de agua y saneamiento del Consejo Noruego para Refugiados, indicó que la escasez extrema obliga a las familias a decidir entre destinar el agua para beber o para su higiene personal. El solo proceso de buscar y acarrear agua puede llevar horas e involucra a menudo a menores, quienes han asumido la tarea de cargar recipientes por extensos trayectos entre tiendas y filas. Según Munther Salem, director de recursos hídricos de la Autoridad de Calidad Ambiental y Agua de Gaza, los niños “se han convertido en portadores de bidones de plástico, corren detrás de los vehículos cisterna o caminan largas distancias para llenar agua para sus familias”.

Ante la imposibilidad de acceso seguro al agua dulce, muchas personas recurren al mar para asearse. Sin embargo, la exposición al agua salada no cubre las necesidades de higiene ni protege contra enfermedades. Oxfam destacó que, en los últimos tres meses, las enfermedades transmitidas por el agua han aumentado casi un 150%. Entre ellas predominan afecciones prevenibles, consideradas ya la principal amenaza directa para la vida cotidiana de la población.

Está en marcha la instalación de una nueva tubería financiada por los Emiratos Árabes Unidos para suministrar agua desalinizada a 600.000 personas en el sur de Gaza desde una planta en Egipto, aunque, según agencias, se prevé que pasarán varias semanas antes de que esté operativa.

El portavoz de UNICEF, James Elder, advirtió que la privación prolongada de agua y alimentos “deja de ser un efecto colateral y se convierte en un efecto principal del conflicto”. Las organizaciones humanitarias insisten en la necesidad de garantizar un cese al fuego y el acceso total de la ayuda, ya que, según Khalidi, de Oxfam, “de lo contrario, seguiremos viendo gente morir por enfermedades prevenibles, algo que ya ocurre ante nuestros ojos”.

Mientras tanto, Israel atribuye la responsabilidad al grupo terrorista Hamas y asegura que facilita asistencia adecuada a los habitantes del enclave.

(Con información de Reuters)