El tren de la Jungfrau conecta la localidad de Grindelwald con la estación más alta de Europa (foto: Wikipedia)

En el corazón de los Alpes berneses, un prodigio de la ingeniería suiza permite a los viajeros alcanzar un destino que parece reservado solo para los más intrépidos alpinistas: la estación Jungfraujoch, situada a 3.454 metros sobre el nivel del mar y reconocida como la más alta de Europa. El tren de la Jungfrau, que conecta la localidad de Grindelwald con este enclave, representa una proeza técnica y se ha consolidado como uno de los mayores atractivos turísticos del continente, según detalló National Geographic.

El viaje comienza en la moderna terminal de Grindelwald, inaugurada en 2020, que marca el punto de partida de una experiencia que combina historia, tecnología y paisajes de gran belleza. Desde aquí, los visitantes abordan el Eiger Express, un telecabina de última generación que en poco más de quince minutos los transporta hasta la estación de Eigergletscher, ahorrando 47 minutos respecto a los trayectos tradicionales. Durante este ascenso, la vista se fija en la imponente cara norte del Eiger, una montaña legendaria tanto por su dificultad como por su historia de desafíos y accidentes entre escaladores.

La llegada a Eigergletscher supone un cambio de época y de medio de transporte. Frente al glaciar del Mönch, los viajeros abordan el histórico tren cremallera que, desde 1912, asciende por el interior de la montaña hasta Jungfraujoch. Esta línea, de 9,34 kilómetros de longitud, ostenta el título de ser el tren cremallera más largo del mundo y salva un desnivel de 1.600 metros, una hazaña que requirió décadas de trabajo y la visión de Adolf Guyer-Zeller, el empresario suizo que impulsó el proyecto y fundó un banco para financiarlo, de acuerdo con National Geographic.

Un recorrido entre innovación y paisajes alpinos

El trayecto actual del tren de la Jungfrau refleja la evolución de la infraestructura turística suiza. La terminal de Grindelwald, con su diseño contemporáneo y servicios de alta gama, responde a la creciente demanda internacional y a la transformación de la región en un destino de primer nivel.

Con su velocidad y comodidad, el Eiger Express permite a los visitantes contemplar de cerca la cara norte de una de las cumbres más temidas y admiradas por los escaladores. Esta montaña, conquistada por primera vez en 1938, sigue fascinando tanto a montañistas como a turistas, que pueden observar su majestuosidad sin necesidad de equipo técnico.

Al llegar a Eigergletscher, el ambiente cambia radicalmente. Aquí comienza el ascenso final a Jungfraujoch a bordo del tren cremallera, que avanza por túneles excavados en la roca. El recorrido incluye una parada en Eismeer, a 3.000 metros de altitud, donde una ventana panorámica permite admirar el glaciar oculto en la cara sur del Eiger. Tras esta breve pausa, el tren continúa su trayecto hasta la estación final, situada justo bajo la cresta que une los picos Mönch y Jungfrau.

La estación Jungfraujoch se encuentra ubicada en el corazón de los alpes suizos, al suroeste de la ciudad de Berna (Captura de Google Maps)

Historia y construcción: el sueño de conquistar los Alpes

La historia del tren de la Jungfrau se remonta a finales del siglo XIX, una época en la que Suiza se había convertido en el destino predilecto de la élite europea. El auge del turismo de lujo, impulsado por la revolución industrial, generó una demanda de experiencias exclusivas y accesibles en los paisajes alpinos. Fue en este contexto que Adolf Guyer-Zeller concibió la idea de construir una línea ferroviaria que permitiera a los viajeros llegar a las alturas de los Alpes sin necesidad de escalar.

La realización de este proyecto requirió décadas de trabajo y la superación de enormes desafíos técnicos. Los ingenieros y obreros perforaron la solidez del Eiger y diseñaron un trazado que salva un desnivel de 1.600 metros en menos de diez kilómetros. El resultado fue la inauguración, en 1912, del tren cremallera más largo del mundo, que desde entonces ha transportado a millones de visitantes hasta la estación más alta de Europa. National Geographic detalla que la estación de Jungfraujoch se encuentra a 3.454 metros de altitud, un récord que mantiene más de un siglo después de su apertura.

El diseño original de Guyer-Zeller contemplaba llevar las vías hasta justo debajo del pico Jungfrau, desde donde partiría un montacargas. Sin embargo, la incertidumbre provocada por el retroceso de los glaciares y las limitaciones presupuestarias obligaron a modificar el plan, dejando como legado un mirador excepcional sobre el glaciar Aletsch.

La estación de Eigergletscher representa el punto de partida para el histórico tren (foto: Wikipedia)

La experiencia en Jungfraujoch: entre ciencia, naturaleza y ocio

Al llegar a Jungfraujoch, los visitantes encuentran una estación excavada en la roca, que alberga una amplia gama de instalaciones y actividades. Uno de los principales atractivos es el ascensor Sphinx, el más rápido de Suiza, que asciende a una velocidad de 6,3 metros por segundo hasta el observatorio Sphinx. Este mirador, situado en equilibrio entre las dos vertientes de la cordillera, ofrece vistas panorámicas sobre el glaciar Aletsch, la mayor masa de hielo de los Alpes, que se extiende como una lengua blanca entre las cumbres.

Desde el observatorio, la perspectiva sobre el glaciar resulta impactante. La monocromía del paisaje dificulta calcular las distancias, y solo la presencia de alpinistas en cordada permite dimensionar la inmensidad del entorno. Para los más aventureros, desde Jungfraujoch parten senderos que conducen a lugares emblemáticos como la Plaza de la Concordia, donde confluyen varias vertientes glaciares y que requiere varios días de travesía. Existe también una excursión más asequible hasta el refugio del Mönch, de cuatro kilómetros de longitud, que puede realizarse en una jornada. Para quienes buscan una experiencia menos exigente, la estación ofrece caminos asegurados que permiten disfrutar de la nieve y el paisaje sin riesgos.

Entre los espacios temáticos destaca el Palacio de Hielo, un recorrido esculpido bajo el glaciar que exhibe esculturas de hielo de inspiración pop. La estación cuenta también con restaurantes, tiendas de souvenirs y servicios que buscan satisfacer a un público diverso y global.

El observatorio Sphinx permite admirar el glaciar Aletsch, la mayor masa de hielo de los Alpes (foto: Wikipedia)

Excursiones y actividades

Tras la visita a Jungfraujoch, la región ofrece múltiples alternativas para prolongar la experiencia alpina. Una de las opciones más populares es la excursión a Grindelwald First, un complejo que incluye una pasarela elevada sobre el abismo y rutas de senderismo que permiten disfrutar de vistas espectaculares. Otra propuesta es la caminata hasta el lago Bachalpsee, un paraje de aguas cristalinas rodeado de montañas, ideal para quienes desean explorar la naturaleza a su propio ritmo.

La parada intermedia en Eigergletscher brinda la oportunidad de acercarse al borde del glaciar del Mönch o incluso descender a pie hasta Grindelwald, completando así un recorrido que combina historia, ingeniería y paisajes de una belleza singular. National Geographic detalla que estas alternativas convierten a la región de la Jungfrau en un destino versátil, capaz de satisfacer tanto a excursionistas experimentados como a viajeros en busca de nuevas perspectivas sobre los Alpes berneses.