Miles de toneladas de madera siberiana cruzan la frontera hacia China por la ciudad de Manzhouli, donde son procesadas para fabricar componentes de muebles y palillos, mientras grandes cargamentos de colza rusa llegan para su conversión en aceite de canola. El dinamismo en este cruce fronterizo refleja cómo las economías de ambos países han reforzado su interdependencia desde la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.
El comercio bilateral superó los 240.000 millones de dólares el año pasado, un incremento del 66% respecto al periodo previo al conflicto. China se ha consolidado como el mayor comprador de petróleo, madera y carbón rusos, y se encuentra próxima a convertirse en el principal destino del gas natural de Rusia. Además, los datos muestran que el intercambio no solo incluye materias primas: el flujo de productos manufacturados chinos hacia Rusia, como ropa, electrónica y vehículos, ha crecido un 71% desde el inicio de la guerra.
Manzhouli mantiene un rol central en este intercambio. La ciudad, que cuenta con una línea férrea construida por Rusia en 1900, ve diariamente el paso de trenes y camiones cargados de materias primas. El eslogan económico oficial describe el modelo como “suministro ruso, procesamiento chino”, remarcando la función de Rusia como proveedor de materias primas para la industria manufacturera china, que supera ampliamente en escala a la rusa.
Cerca del 6% de la economía rusa ya depende de las exportaciones a China, una proporción comparable a la de Irán, otro país afectado por sanciones internacionales. A consecuencia de las restricciones impuestas por decenas de naciones a la economía rusa, Moscú ha reorientado su comercio exterior hacia el este, dependiendo cada vez más de su relación económica con Beijing.
En la actualidad, Rusia abastece a China de recursos como maderas de pino para construcción y mobiliario, abedul blanco para palillos, álamo para molduras y olmo resistente para soportes de minas de carbón, mientras importa del gigante asiático equipamiento industrial, bienes de consumo y automóviles. Según la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, la cuota de Rusia en la manufactura global es de solo 1,33%. China, en cambio, produce el 32% de los bienes manufacturados en el mundo.
Esta asimetría ha hecho que Rusia adopte un papel de proveedor de materias primas y consumidor de productos acabados chinos, consolidando en la frontera de Manzhouli el epicentro de una relación comercial estratégica marcada por el cambio de poder económico y la influencia de las sanciones internacionales.
La postura de China frente a la guerra en Ucrania ha fortalecido su relación con Rusia y generado fricciones con la Unión Europea (UE). Según directivos de ambos países, como el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, tras reunirse con su homólogo ruso, Sergey V. Lavrov, “las relaciones chino-rusas representan la relación entre grandes potencias más estable, madura y significativa en materia estratégica en la actualidad”. El suministro de drones y componentes por parte de empresas chinas para su uso en el conflicto destaca como muestra concreta de este apoyo.
Para la Unión Europea, esta colaboración ha suscitado preocupación. En una cumbre celebrada en Beijing, los dirigentes comunitarios solicitaron nuevamente a Xi Jinping, principal líder chino, que redujera la cooperación económica e industrial de China con Rusia en el contexto de la guerra. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, advirtió que el posicionamiento chino en el conflicto sería “un factor determinante” para las futuras relaciones bilaterales y que el respaldo continuo de China a Rusia genera “inestabilidad e inseguridad en Europa”.
El desplazamiento de importaciones de China hacia productos rusos ha tenido consecuencias para terceros países, como Canadá. Tras posicionarse junto a Estados Unidos y respaldar el aumento de aranceles a productos chinos, Canadá vio cómo China sustituyó importaciones de materias primas, especialmente la colza, optando por proveedores rusos. En represalia, el gobierno chino impuso aranceles del 100% a las importaciones canadienses de aceite y harina de canola, además de iniciar una investigación comercial sobre el envío de colza canadiense.
Estas medidas repercuten directamente en la estructura de las cadenas de suministro en Asia y contribuyen a realinear los flujos globales de materias primas, al tiempo que evidencian el uso de instrumentos comerciales para la presión política y la competencia por mercados estratégicos.
Las relaciones comerciales entre China y Rusia han mostrado señales puntuales de tensión, principalmente en el ámbito de las materias primas y el mercado automovilístico. Autoridades rusas prohibieron la exportación de pino recién cortado hacia territorio chino, imponiendo que la corteza se retire y los troncos sean aserrados en serrerías siberianas antes de su envío. Esta medida ha incomodado a empresarios chinos como Huang Baoqiang, gestor de un aserradero cercano a la frontera, que ve encarecido y complicado el acceso directo al recurso.
En respuesta a la competencia rusa en el sector energético, China introdujo aranceles a la importación de carbón ruso a principios del año pasado, tras el incremento de la producción de sus minas estatales. Estas acciones muestran que, pese al estrechamiento de la alianza, ambos gobiernos priorizan la protección de sus respectivas industrias cuando los intereses nacionales chocan.
El mercado automovilístico ruso ha experimentado una transformación significativa tras la retirada de los fabricantes occidentales después de la invasión a Ucrania. Los vehículos fabricados en China pasaron de tener una presencia marginal en 2021 a abarcar el 60% de las ventas en Rusia a finales del año pasado, según la consultora GlobalData Automotive. Ante el retroceso de las marcas occidentales, el gobierno ruso impuso desde el 1 de octubre una tasa de importación de 7.500 dólares a los automóviles nuevos, aunque dejó exentas las compras de autos usados por ciudadanos rusos.
Empresarios chinos en Manzhouli han aprovechado esta excepción. A poca distancia de la frontera, una sala de exhibición de autos usados, con una monumental puerta de bronce y un vestíbulo de 24 metros de altura, ofrece a los compradores rusos modelos casi nuevos de marcas como BMW, Land Rover, Volkswagen, y también de firmas chinas como Zeekr y Hongqi, permitiendo la exportación a Rusia sorteando el nuevo arancel. La ausencia de automóviles completamente nuevos y el aumento en la demanda de usados reflejan la rápida adaptación comercial ante las barreras regulatorias impuestas en el intercambio bilateral.