En la actualidad, la prevalencia de dientes desalineados va más allá de la genética o el cuidado bucal. Investigaciones recientes, difundidas por National Geographic, destacan que el paso de una alimentación dura y cruda a una dieta blanda y procesada cambió la anatomía facial, generando más casos de maloclusiones.
Este fenómeno, que afecta a millones de personas, relaciona la transformación de la dieta y el tamaño mandibular con la salud dental y la percepción estética en la sociedad moderna.
Evolución de la dieta y reducción mandibular
El examen de cráneos antiguos revela que los primeros humanos tenían mandíbulas grandes y potentes, adaptadas a masticar carnes duras, vegetales fibrosos y semillas. Esta fortaleza mandibular era esencial por el esfuerzo requerido para procesar alimentos naturales. Según Sue Herring, docente emérita de ortodoncia en la Universidad de Washington, la comida extraída del entorno exigía un trabajo intenso de los músculos masticadores, lo que favorecía el desarrollo óseo y la amplitud mandibular.
Hace unos 12.000 años, la llegada de la agricultura marcó un cambio sustancial: los cereales y alimentos cocidos ganaron protagonismo, requiriendo menos esfuerzo masticatorio. Myra Laird, profesora adjunta en la Universidad de Pensilvania, subraya que una mandíbula robusta representa un gasto energético si no resulta necesaria. Así, la biología humana respondió con mandíbulas más pequeñas en respuesta a las demandas de la dieta.
El hueso mandibular es sensible al uso: menos actividad muscular implica huesos y mandíbulas menos desarrolladas. Estudios en animales muestran que una alimentación líquida o blanda puede modificar la estructura facial al reducir el uso de los músculos masticadores, confirmando esta tendencia también en los humanos.
Apiñamiento y maloclusiones: causas y evidencia
La reducción del tamaño de la mandíbula provocó que el espacio para los dientes resulte insuficiente. Mantener la misma cantidad de dientes en una mandíbula más pequeña produce apiñamiento y desalineación dental, especialmente en las muelas del juicio. Julie Lawrence, profesora adjunta en la Universidad de Nevada, explica que la erupción dental funciona como una cremallera, y la falta de espacio produce casos de maloclusión.
Laird señala que “la tasa de maloclusión aumenta muchísimo [en los humanos modernos], y esto es común en todas las poblaciones”. Sin embargo, también se encontraron casos de apiñamiento en cráneos de homínidos primitivos. Lawrence advierte que los datos fósiles pueden estar sesgados, ya que los dientes mejor conservados suelen encontrarse en condiciones favorables.
Ante este contexto evolutivo, la demanda de tratamientos ortodónticos como brackets o cirugías creció de forma exponencial. Sin embargo, la prevalencia de maloclusiones no se debe exclusivamente a cambios en la dieta.
Factores genéticos, ambientales y culturales
La alineación dental también está determinada por elementos genéticos, condiciones ambientales y alteraciones en el desarrollo. Algunas maloclusiones, como la submordida o sobremordida extrema, tienen origen hereditario y no se vinculan directamente con la industrialización. Además, existe predisposición genética en ciertas poblaciones, lo que confirma que el fenómeno es multifactorial.
La mayor conciencia estética de la sociedad contemporánea acentúa la demanda y percepción de los problemas dentales. Herring afirma que “ahora somos mucho más conscientes de las maloclusiones que antes”, y el interés por la apariencia dental repercute en la percepción de la frecuencia de dientes torcidos.
Una interacción compleja
La prevalencia de dientes desalineados en las sociedades modernas responde a la interacción de factores evolutivos, cambios alimentarios, genética, ambiente y una sensibilidad estética cada vez mayor.
La evidencia científica demuestra que la búsqueda de la sonrisa perfecta depende de mucho más que el simple cuidado bucal. La demanda de ortodoncia y tratamientos correctivos seguirá en aumento, impulsada por la forma en que la evolución y la cultura modelan la sonrisa moderna.