El edificio en Glasgow donde vivía Mary. No había señales de entrada forzada, lo que generó múltiples hipótesis en su momento - (Crown Office)

En la cronología de una investigación criminal, hay casos que permanecen congelados en el tiempo durante décadas, esperando que una nueva pista, una confesión inesperada o un avance científico arrojen luz sobre lo ocurrido.

A veces, esa clave se encuentra desde el principio, inadvertida, archivada, aparentemente intrascendente. Este fue el caso del asesinato de Mary McLaughlin, un crimen ocurrido en 1984 en Glasgow, Escocia, que solo logró resolverse más de 30 años después, mediante un objeto tan simple como una colilla de cigarrillo.

El caso, reabierto varias veces a lo largo de las décadas, finalmente encontró justicia cuando el desarrollo tecnológico permitió extraer información vital de una evidencia que había estado esperando en una bolsa de papel durante más de 30 años.

La colilla de cigarrillo que no coincidía con la marca que fumaba Mary se convirtió en la primera pista sólida tras 30 años - (Crown Office)

Qué le pasó a Mary McLaughlin

Mary McLaughlin tenía 58 años y era madre de 11 hijos. La noche del 26 de septiembre de 1984, pasó un rato en un pub de Glasgow jugando al dominó y bebiendo, como solía hacer. Cerca de las 22:30, salió sola para regresar a su departamento, ubicado a menos de dos kilómetros. En el camino, pasó por una tienda de comida rápida y un taxista la vio descalza, llevando sus zapatos en la mano, seguida por un hombre solitario.

Seis días después, el 2 de octubre, su hijo Martin Cullen la encontró muerta en su departamento. El olor lo alertó antes de abrir la puerta. El cuerpo de Mary yacía sobre un colchón sin sábanas; su vestido verde estaba puesto al revés y su dentadura postiza, en el suelo. La autopsia reveló que había sido estrangulada con el cordón de una bata y que llevaba muerta al menos cinco días.

La escena del crimen era confusa. No había signos de entrada forzada, lo que sugería que ella conocía a su agresor o que este logró entrar sin violencia. En medio del caos, se recolectaron diversas pruebas: mechones de cabello, raspaduras debajo de las uñas, y varias colillas de cigarrillo. Pero en 1984, los métodos forenses eran limitados, y ningún perfil genético podía ser extraído de esas muestras.

Pese a que la policía realizó más de mil entrevistas y múltiples rondas de investigación, el caso se cerró al año siguiente por falta de pruebas. No obstante, la familia nunca abandonó la esperanza de que algún día se hiciera justicia.

Graham McGill, el asesino, fue identificado gracias a las nuevas técnicas de análisis de ADN. En 1984 tenía 22 años - (Crown Office)

Cómo descubrieron al responsable del crimen

Décadas más tarde, un renovado equipo de casos sin resolver revisó el expediente de Mary McLaughlin. En 2014, en el Scottish Crime Campus, una científica forense llamada Joanne Cochrane comenzó a examinar nuevamente las pruebas originales, conservadas durante 30 años en condiciones que permitieron su integridad.

Entre los objetos, una colilla de cigarrillo de la marca Embassy llamó la atención. No coincidía con la marca habitual que fumaba Mary. Con las nuevas herramientas disponibles, Cochrane logró extraer un perfil de ADN masculino completo. La muestra coincidía con el perfil de Graham McGill, un agresor sexual reincidente que estaba registrado en la base de datos forense escocesa.

Sin embargo, surgió una duda: en los registros oficiales, McGill estaba preso en la prisión de Edimburgo cuando ocurrió el asesinato. Pero una búsqueda minuciosa en los archivos físicos del sistema penitenciario reveló que el asesino había sido beneficiado con un permiso especial de fin de semana, parte de un programa de reinserción social llamado Training for Freedom. Había estado libre justo la noche en que Mary fue asesinada, y regresó a prisión horas después.

El hallazgo del ADN en la colilla fue apenas el primer paso. La prueba decisiva vino al desatar el nudo del cordón de la bata con el que se había cometido el crimen. En su interior, también se encontró ADN de McGill, confirmando que él había estrangulado a Mary. También se hallaron restos de semen en el vestido de la víctima.

En diciembre de 2019, Graham McGill fue arrestado. En abril de 2021, fue juzgado y condenado a un mínimo de 14 años de prisión. Mary había sido asesinada en 1984; la condena llegó casi 37 años después.

Gina McGavin, hija de Mary, nunca dejó de buscar justicia. Más de tres décadas después, logró ver la verdad salir a la luz - (Crown Office)

El avance de la ciencia en la tecnología forense

El caso McLaughlin es un claro ejemplo de cómo la evolución de la ciencia forense puede cambiar el rumbo de una investigación incluso décadas después. En los años 80, los análisis genéticos eran primitivos y no permitían identificar perfiles completos a partir de muestras pequeñas o degradadas. Recién en la última década, con la capacidad de analizar hasta 24 marcadores de ADN en lugar de los 11 originales, fue posible extraer una identidad clara a partir de una colilla olvidada.

Además del avance técnico, el caso también pone en valor la conservación meticulosa de la evidencia. Sin esa previsión por parte del equipo original de investigadores —que guardó en bolsas de papel lo que entonces parecía irrelevante—, no habría habido nada que analizar con la tecnología moderna.

La historia de Mary McLaughlin no solo habla de un crimen resuelto. También es testimonio del progreso de la ciencia, del compromiso inquebrantable de una familia en busca de justicia y de cómo, incluso, el objeto más insignificante en una escena del crimen, puede contener una verdad impensada.