Ariel Winograd se conecta con Infobae Cultura desde su habitación de hotel de la bulliciosa y maradoneana Nápoles, en donde está filmando escenas de la segunda temporada de la serie Coppola, el representante. Está lejos de Argentina pero atento a las repercusiones del estreno de otra serie sobre otro personaje relevante de una década (los 90), que siempre parece estar volviendo. Menem, protagonizada por Leonardo Sbaraglia y una selección de intérpretes, resume en seis capítulos la épica de un hombre osado, capaz de llegar desde una pequeña provincia del norte argentino a la presidencia de la nación, donde dejó su huella en la historia argentina contemporánea.
“Es mi visión de los 90″, dice uno de los directores más taquilleros del cine argentino contemporáneo (suyas son esas pequeñas joyas de puro entretenimiento como Mamá se fue de viaje y El robo del siglo), alguien capaz de contar historias a todo ritmo y volumen para atraer millones de espectadores a las salas, en un tiempo donde los espectadores eligen la pantalla hogareña, el control remoto y el sillón. “Hice mi primera película, Cara de queso, en los 90. Y ahora estoy contando los 90 con Coppola y con Menem, ¿ahí hay un quilombo, no?“, dice con una sonrisa a través de la videollamada.
En ese sentido, Menem es lo que podía esperarse si lleva la firma de Winograd: es irreverente y entretenida; filosa cuando tiene que serlo y también liviana (lo que toda serie debe permitir para su digestión). Alrededor del presidente Carlos Saúl desfila una variopinta serie de personajes que saltan en un instante de la ópera a la comedia de enredos -el discutible acento riojano de la mayoría suena bien solventado, contra todo pronóstico. Algunos de ellos son bien identificables, otros menos, pero todos cumplen el rol de aceitadas piezas capaces de motorizar el engranaje narrativo de una historia “basada en hechos reales” que no pretende (y lo advierte, por las dudas).
Disquisiciones críticas al margen, Winograd cuenta con total naturalidad que primero dijo “no” cuando le propusieron dirigirla. Y cambió de opinión. “Mariano Varela, el creador de la serie, vino hace tres años y me contó de la serie: ‘tengo los derechos y quiero hacerla’. Me preguntó si me gustaría, si estaba interesado… Me mandó el guion. Lo leí, me pareció muy interesante pero le dije que no. Después se lo leí a mi mujer y me dijo ‘esto es una locura, pensalo por lo menos’. Y así fue. Mariano me dijo ‘yo quiero que vos te apropies de la serie’. Me propuse encararlo desde un relato de la atmósfera de los 90 en el tono de lo que fueron los 90. No pretende ser un juicio político sobre la época. Quería encontrar el tono que ya había explorado en la primera temporada de Coppola, y que ahora se afianzó. Quería entender un personaje y contarlo».
Sbaraglia y el riesgo de la parodia
—¿No hay que tomársela en serio, entonces?
—El tema es ¿qué es lo que está esperando cada uno de la serie? Traté de hacer la serie que yo quería ver sobre los 90.
—Puntualmente en el caso de la interpretación de Leonardo Sbaraglia ¿Tuvieron en cuenta el riesgo de la parodia?
—Si, pero fue un viaje en que nos metimos. La actuación que fuera, tenía que ser real, verdadera. Fue camaleónico lo que hizo, incluso por la voz… Para mí, si la interpretación es de verdad no es una parodia. Pero que cada uno complete la serie como quiera. Creo que quienes todavía no la vieron, no se esperan lo que sucede.
Hacer cine argentino popular
—Tus películas han llevado millones de espectadores a las salas y eso tal vez te ubica en una posición distinta del “prestigioso” cine argentino de los festivales ¿Es tan así?
—Bueno, todo cambió… Las cosas duran muy poco, todo es efímero. Estás cuatro años laburando para que se hable dos semanas y después, nada. Todo lo que hice dentro de mi camino de filmar películas y series, tuvo que ver con la idea de contar algo. A veces con más suerte, a veces con menos suerte. Pero tengo constancia para seguir tomando riesgos. Es lo que más me interesa: viene un productor y me dice ‘quiero que hagas una serie sobre Menem’, y yo le respondo ‘¿que tal si lo personifica Sbaraglia?’, el riesgo es grande. Pero elijo seguir así, no quiero quedarme cómodo, sigo siendo curioso. Mi pregunta es siempre: ¿cómo podemos hacer para atraer la gente al cine, y que se cope?
—¿Cuál es tu cine argentino ideal, entonces?
—Qué difícil, no se. Te lo respondo así: me gustaría ver más seguido películas de Damián Szifrón… Una cada dos años (cada uno año, me encantaría). Tenemos que volver a enamorar al público. Por experiencia con Mamá se fue de viaje y El robo del siglo, sé que la gente prefiere ver una película argentina antes que cualquier tanque de Hollywood.
¿El streaming mató al cine?
—Hay una discusión subyacente sobre el perjuicio (o no) de esta nueva forma de ver películas en una plataforma. Para unos cuantos directores, Lucrecia Martel o Alejandro Agresti, este nuevo consumo termina por condicionar la forma de escribir, de filmar cine ¿Es así?
—Las plataformas de streaming nos dan el Blockbuster abierto las 24 horas… Que antes no lo teníamos, era “ojo que voy al cine”. Para mí no es malo esto que pasa ahora. Las plataformas son los nuevos estudios. Y mi experiencia ha sido muy buena. No hay que ser tan extremo, no sirve.
[Fotos: Federico Romero/gentileza prensa Prime Video]