Pablo Molinari nació en Lomas de Zamora, vivió en Núñez, Moreno, Mar del Plata y Parque Chas. Hoy puede decir que vive de lo que ama. Influencer, standapero y locutor, nada de eso puede faltar en su CV. El formato de sus videos es diferencial, y aunque muchos hagan lo mismo, cuando empezó el boom de esa red social, él supo marcar su propio estilo: plantea un tema y distintos personajes reaccionan ante el tópico propuesto.
En el 2012 conoció a Flor, una comediante, productora y guionista, en una clase de stand up. El flechazo fue casi inmediato y comenzaron una relación sentimental que hoy disfrutan junto a su hija Juli.
Además de su participación televisiva como locutor de Bendita, el programa de Beto Casella, fue parte de varios elencos: Comedia de Dorapa, Algo Habrán Dicho, Snorkel. Ya independizado, su primer unipersonal fue Lógico. Sin embargo reconoce que incursionó en el stand up casi de casualidad. “Había terminado la carrera de locución y quería sumar humor pero no sabía bien qué hacer. Justo había un taller y aunque desconocía cómo era, me cuadraba el día, el horario y la propuesta, entonces lo hice, y seguí”, contó, y está claro que siguió por muy buen camino. De hecho actualmente, entre todas sus redes, “me siguen más o menos unos 2 millones de personas”, resume.
Acá, los momentos más destacados de su entrevista para la serie Nacidos en Redes.
Trabajo, rutina y equipo
Mai: —¿Se puede vivir de las redes sociales?
Pablo: —Se puede. O sea, es un trabajo. No es soplar y hacer botellas. Para hacer los videos trabajamos un montón de horas delante de la computadora. Ahora tengo una editora y una productora que hace la parte de apoyo visual, buscando imágenes y demás. Y un par de amigos que a veces ayudan en los guiones. Todo porque subimos dos videos largos por semana y es un trabajo.
Mai: —¿Te gusta tu trabajo como creador de contenidos?
Pablo: —Sí, me encanta. Me divierte. Yo siempre fui curioso y pasé horas leyendo Wikipedia. Por ahí me clavo cuatro horas leyendo cosas completamente random, así que convertí eso en mi trabajo. Me pagan por hacer eso mismo.
Mai: —¿Podrías haber sido periodista?
Pablo: —Sí, pero creo que hay otros talentos que requiere ser periodista que no sé si los tengo.
Mai: —¿Cómo te definís, entonces: comediante?
Pablo: —Si tengo que llenar un formulario, pongo comediante. Pero no sé si eso es lo que mejor me define… En los videos, más allá de que son de datos curiosos, siempre trato de que haya chistes y humor, porque si no me aburro yo. Trato de llevarlo por ahí.
La carrera como comediante
Mai: —También hacés teatro. ¿Qué es más difícil: llenar un teatro o tener miles de seguidores en las redes sociales?
Pablo: —Hoy, como funciona el teatro, especialmente en el stand up, están súper unidas las dos cosas. Es muy difícil vivir del stand up sin redes sociales. Podés, pero si mostrás tu trabajo en redes se te simplifica mucho; es parte del mismo proceso. Dicho esto, creo que es más difícil llenar un teatro que hacer videos.
Mai: —¿Qué implica hacer stand up para vos?
Pablo: —Lo siento como un trabajo, porque el teatro, y especialmente el humor, requiere todo un esfuerzo. Justo ahora estoy armando un show nuevo, y no se lo recomiendo a nadie…
Mai: —¿Sentís una presión extra porque el público paga la entrada y hace todo un esfuerzo para verte?
Pablo: —Sí, hay algo de eso, que lo tenés que hacer reír porque pagó la entrada. Frente a esa presión, vos estás ahí con lo que escribiste en tu casa, que son “hipótesis de risas”, como le gustaba decir a un profesor de clown que tuve. Uno sube al escenario con una hipótesis de que algo va a causar gracia; antes lo podés testear con colegas, pero no dejan de ser hipótesis. Después vas al escenario… y a veces funciona y a veces no.
Mai: —¿Cómo es cuando no funciona?
Pablo: —Si no funciona es una de las peores experiencias. Los shows de stand up donde tirás y tirás cosas y no pasa nada, ¡eso es terrible!
Mai: —¿Qué diferencia sentís con las redes sociales?
Pablo: —Que si un video funciona mal en TikTok lo podés borrar. En cambio el teatro es en vivo y ahí no hay forma de borrar nada: la cosa funciona o no funciona.
Mai: —¿Qué recurso emocional usás para salir adelante en esas situaciones?
Pablo: —Lo primero que trato de ver es qué le gusta a la gente. Hay públicos que prefieren que uno sea más pausado, más íntimo, y otros que prefieren que grites más. Hay quienes se ríen con el humor negro o con cosas más de observación. Uno va editando mentalmente mientras está en el escenario, calculando qué va a funcionar y qué no.
Stand up, enseñanza y el vínculo con el público
Mai: —¿Seguís dando clases de stand up?
Pablo: —Sí, he dado clases. Casi todos los profes de stand up que conozco hacen shows, en teatros más grandes o más chicos, pero hacen shows y generalmente tienen escena. Sería muy raro que un profe de stand up no hiciera shows; hubo algún caso pero duró muy poco. La mayoría hacen shows en diferentes lugares.
Mai: —¿Se puede enseñar stand up sin la experiencia de estar en un escenario?
Pablo: —Sería muy difícil sostenerlo. Si no actuás se nota mucho, se te caen los papeles enseguida.
Mai: —¿Cómo ves el vínculo entre el stand up y el público?
Pablo: —El stand up es un género muy particular. Todo eso que parece improvisado, en realidad suele estar muy estudiado y marcado. Hay un espacio para la improvisación, algunos comediantes hablan con el público, y eso sí es improvisado. Pero la parte del monólogo, aunque parezca espontánea, está re estudiada.
Mai: —¿El stand up es tan divertido para quién lo hace como para el público?
Pablo: —No sé si tanto, para uno es un trabajo. La gracia es lograr que parezca fácil, que parezca que uno se sube al escenario y lo hace como si nada. Después hay gente que lo intenta y le pasa que sube y la gente no se ríe, algo que nos pasó a todos.
Mai: —¿Y cómo llevás ver colegas consagrados que no te causan gracia?
Pablo: —No es que no me causen gracia, pero sí pasa que les ves los hilos, sabés qué está haciendo técnicamente arriba del escenario, y no te sorprende porque ya sabés para dónde va el chiste. Me gustan más los que rompen con eso y logran sorprenderte. Es lo que los yanquis llaman el comediante de comediantes: hace reír a otros comediantes, aunque no tanto al público general, porque muchos ya le conocen las mañas.
Humor y redes sociales
Mai: —¿Cómo ves el humor en redes sociales, con filtros y personajes creados con objetos, pelucas, etc.?
Pablo: —Creo que es un tipo de humor efectivo y que tiene un público al que le gusta mucho, pero no soy yo. No consumo tanto eso, tal vez no me causa tanta gracia, pero sí creo que tiene un valor en sí mismo. Me molesta un poco cuando en redes hay cierta actitud de “lo mío está bueno, lo otro no”. Si alguien genera mucho público y le va bien, no es un caso aislado, eso funciona para su público, aunque no me interpelen a mí.
Mai: —¿Te molesta que haya humoristas que miren de reojo al que solo usa filtros o pelucas en internet?
Pablo: —Si yo me pongo un filtro, soy un espanto, no hago reír a nadie. No me veo haciendo eso, creo que sería aburridísimo. Pero no está mal, simplemente no va conmigo.
Mai: —Tenés muchos seguidores también en TikTok, que al principio era una red “para centennials”, ¿qué diferencias notás en cada audiencia?
Pablo: —Lo que pasa con las redes es que nosotros, los millennials, aprendimos a usar la tecnología y vamos corriendo a los centennials. Ellos se refugian en nuevas redes y nosotros vamos atrás. Antes estaban en TikTok, ya les invadimos TikTok y ellos buscan otra. Una cosa loca es que a veces en el teatro viene gente de diferentes generaciones, incluso familias, padres, hijos, abuelos. Y aunque yo no apunto a ese público, a veces terminan disfrutando todos porque cuento cosas que pueden resonar en varias generaciones.
Mai: —¿Cómo reacciona tu hija con tu trabajo en redes sociales?
Pablo: —Hubo una etapa en que no entendía nada. Aparecía en la tele y era raro para ella, porque de pronto me veía en la tele y un rato después estaba en casa. Después hubo un momento en que no le gustaba, pero se le pasó y ahora le copa mi trabajo y quiere hacer cosas ella también.
Familia y exposición
Mai: —¿Mostrás mucho de tu vida privada en las redes sociales?
Pablo: —A veces muestro cosas de la familia, pero no soy de los que muestran todo. Hay cuentas que funcionan como un Gran Hermano de una sola persona, te muestran desde que se levantan, y yo no. Trato de mostrar un poco, pero no todo.
Mai: —¿Por qué? ¿Es por vergüenza, miedo, olvido?
Pablo: —Porque me olvido. No tengo el reflejo de estar grabándome todo el tiempo o de pensar que lo que estoy haciendo podría mostrarlo. A veces me junto con otros creadores y están siempre grabando historias, y yo ni me acuerdo. Capaz amanezco, almuerzo, y no le saco fotos a la comida porque me olvido, no por otra cosa.
Mai: —¿Y eso te genera culpa?
Pablo: —A veces me pasa que estoy en un camping o charlando con amigos, y no se me ocurre ni sacar una foto. Después pienso que tendría que haber subido algunas historias porque estaba buenísimo.
Mai: —¿Tu hija participa en tus contenidos?
Pablo: —Sí, a veces se quiere sumar, y lo hacemos.
Mai: —¿Cómo separás tu vida personal del trabajo siendo creador de contenidos?
Pablo: —Es complicado, porque hago todo en casa: grabo, escribo, edito. Se confunden los espacios. Cuando nos mudamos, armé un espacio aparte de la casa para usarlo solo para el trabajo, y eso ayuda bastante.
Mai: —¿Te genera ansiedad pensar que alguna red social puede desaparecer de un día para el otro?
Pablo: —Sí, siempre está esa idea de que mañana Mark Zuckerberg baja una palanca y todo puede desaparecer. Por eso trato de tener otras formas de contacto con la gente que le gusta lo que hago, como una base de datos de mails. Así, si algún día pasa algo, puedo decirles por dónde seguirme o invitarlos al teatro.
Mai: —¿Tenés un newsletter?
Pablo: —Tengo una base de mails de gente que voluntariamente dejó su contacto. Vengo prometiendo armar un newsletter con recomendaciones de cosas curiosas que encuentro por ahí, pero nunca lo terminé de armar. Es algo pendiente.
De la tele a las redes
Mai: —Viviste la televisión y ahora trabajás en redes sociales. Si tuvieras que comparar tu experiencia en “Bendita” y en las plataformas digitales, ¿con cuál te quedás?
Pablo: —Creo que me quedo con las redes. La televisión en vivo tiene algo muy atractivo, una adrenalina que no viví en ningún otro lado, pero en las redes soy más libre, hablo de lo que quiero y trabajo a mi ritmo.
Mai: —¿Al principio sentiste nervios cuando empezaste en televisión?
Pablo: —Sí, sobre todo cuando empecé haciendo suplencias como locutor en “Bendita”. Las primeras veces sí estaba bastante nervioso, después, cuando fui ganando experiencia, estaba más tranquilo.
Mai: —¿Por qué dejaste la tele?
Pablo: —Empezó a crecer mucho el canal de YouTube y no me daba el tiempo para hacer las dos cosas. Tuve que elegir y me fui por el lado de las redes.
Mai: —¿Cuánto tiempo trabajaste en televisión?
Pablo: —Un año y medio, casi dos, pero fue muy divertido.
Mai: —¿Qué mitos existen sobre el trabajo en televisión?
Pablo: —El primer mito es que se gana mucha plata. Yo no sé cómo es la estructura salarial en general, pero hasta donde sé, no se gana tanto. Por eso hay gente que trabaja en cinco programas distintos, porque no les alcanza con uno solo. Las grandes figuras deben cobrar bien, pero los demás no tanto. En mi caso, no ganaba mal, estaba bien, pero tampoco era tanto.
Mai: —¿Sentís que las redes te dan más visibilidad que la televisión?
Pablo: —A mí personalmente las redes me dieron más visibilidad. Pero también porque en la tele era locutor, no la primera figura. Igual, no es fácil que alguien vaya al teatro. Que alguien haga todo ese esfuerzo es un mérito gigante.
Secretos (y mitos) del creador de contenidos
Mai: —¿Qué se necesita para ser creador de contenido?
Pablo: —Primero que nada constancia. Le ganás por constancia: si subís un solo video y no subís nunca más nada, no va a pasar nada. También hace falta resiliencia, esa cosa de insistir aunque vaya mal, porque no siempre sale bien.
Mai: —¿Qué le dirías a quienes se frustran si un video sale mal?
Pablo: —Que te va a ir mal. Va a haber videos que les ponés todo el amor y la cabeza, y después no funcionan, no les va bien. Y también hay videos que hacés así nomás y son espectaculares. Es azar; a veces el algoritmo ayuda y a veces no.
Mai: —¿Las plataformas digitales funcionan de la misma manera?
Pablo: —No, el algoritmo de YouTube no tiene nada que ver con el de Instagram, y cada una se maneja distinto. Pero yo tengo una idea de qué cosas le pueden gustar al público que me sigue.
Mai: —¿La perfección es necesaria para viralizarse?
Pablo: —La perfección es enemiga de lo posible. Va a haber errores, uno sube un video y no somos una mega productora. Al final, esto se gana por matemática: si subís mil videos, hay más chance de que uno pegue que si solo subís uno.
Mai: —¿Nadie puede prometer el video viral perfecto?
Pablo: —Nadie te puede prometer que un video se viralice de antemano. Lo único seguro es sentarse y hacerlo.
Fotos: Diego Barbatto
Producción de texto: César Litvak