En un foro internacional organizado por el Interamerican Institute for Democracy, Infobae, la Universidad Austral y el Latin American and Caribbean Center de Florida International University, el expresidente Lenín Moreno realizó una fuerte denuncia: durante el gobierno de Rafael Correa se habrían concedido indultos a narcotraficantes y pactado con estructuras criminales. La intervención de Moreno, que cerró con un llamado a defender la democracia y el Estado de derecho, reavivó las tensiones políticas internas en un momento de aguda crisis de seguridad en Ecuador.
Moreno señaló que no heredó un gobierno, sino “una emboscada diseñada para que fracase”, refiriéndose al endeudamiento, las obras con sobreprecio y el colapso institucional. Aseguró que una de las herencias más peligrosas del correísmo fue el debilitamiento deliberado del aparato estatal frente al crimen organizado. “Hubo alianzas con con el narcoterrorismo, con los grupos de delincuencia organizada, se indultó a los narcotraficantes”, dijo. También criticó la implementación de la llamada tabla de drogas, instrumento aprobado durante el gobierno de Correa que, según él, “favoreció el microtráfico”.
La afirmación no es nueva, pero adquiere otra dimensión viniendo de un exvicepresidente de Rafael Correa que luego, como presidente, rompió con el correísmo e impulsó reformas para revertir la concentración de poder: “Se indultó a los grupos de delincuencia organizada, se indultó a los narcotraficantes”, dijo. “Se tomó el dinero de todas partes: del Banco Central, de la reserva monetaria, con préstamos leoninos de países aliados”, añadió.
Moreno calificó la Constitución de Montecristi —impulsada por el gobierno de Correa en 2008— como “lindísima, colmada de derechos, pero casi sin ninguna obligación”. Cuestionó especialmente el diseño institucional del Consejo de Participación Ciudadana, que terminó permitiendo, según su testimonio, que el presidente designara a dedo a todas las autoridades de control. A partir de ahí, aseguró, “se acabó el Estado de derecho en el Ecuador” y comenzó un ciclo de encarcelamiento de adversarios, corrupción sistémica y connivencia con mafias.
Las declaraciones de Moreno se suman a un clima político y social en el que ha resurgido el debate sobre si Ecuador se encamina a un modelo similar al de El Salvador, con militarización extendida, suspensión de derechos y alianzas estratégicas con actores externos para enfrentar al crimen organizado.
De hecho, el domingo pasado, el presidente ecuatoriano Daniel Noboa denunció públicamente en una entrevista con el diario italiano Corriere della Sera que el aumento de la violencia en el país se debe a una “paz mafiosa”establecida en gobiernos anteriores. “Es posible que fuera una paz pactada. Que simplemente se transfiriera el problema a épocas posteriores. Estamos viendo el producto de esa paz”, dijo. Consultado sobre si se refería a un pacto con el poder político de entonces, respondió: “Es lo más probable. Los indicadores lo demuestran”.
Esa misma línea fue abordada por el analista Adam Isacson, director del programa de defensa en la Washington Office on Latin America (WOLA), en una entrevista con Infobae en junio. Isacson sostuvo que la baja violencia en años anteriores podría explicarse por una supuesta cohabitación entre el Estado y las mafias: “Es bastante probable que en el gobierno de Correa hubiera una paz mafiosa: (lo cual significa) si ustedes no causan problemas para mí, yo no los molesto. Tal vez incluso compartían algo con el Estado. Eso le permitía al gobierno escoger ganadores y perdedores”.
En ese contexto, Moreno reiteró que los populismos autoritarios como el correísmo no deben ser subestimados. “No se contentan con tener un poco del espacio de poder. Lo quieren todo. Fingen ser democráticos hasta que toman todo el poder y entonces se vuelven tiránicos”, afirmó. Recordó que incluso tras su salida del poder, cuando la mayoría daba por ganador al correísmo, se sorprendieron con una derrota que, hasta el momento, ha sido sostenida en cuatro elecciones consecutivas.
Durante su intervención, Moreno citó autores como Antonio Gramsci y Mario Vargas Llosa para explicar cómo los proyectos populistas han logrado instalarse en el poder mediante la hegemonía cultural y la simplificación del discurso. Según él, la narrativa del socialismo del siglo XXI fue “vendedora”, pero escondía prácticas autoritarias y pactos con el crimen. “Hubo una alianza con el narcoterrorismo”, insistió.
El expresidente también fue enfático en rechazar los intentos de negociar con regímenes autoritarios, como el venezolano, al que calificó de “dictadura”. “Con las dictaduras no se dialoga. A las dictaduras se las derroca”, dijo. También advirtió sobre “formas noveleras de democracia” que renuncian a las libertades en nombre del orden, en una crítica velada a los modelos represivos de seguridad como el de Nayib Bukele, aunque sin nombrarlo directamente.
Las declaraciones de Lenín Moreno ocurren en un momento en que Ecuador busca desesperadamente una solución a la violencia generada por el narcotráfico. Sin embargo, la idea de que existió una “paz mafiosa” en gobiernos anteriores, respaldada ahora por un expresidente, abre la puerta a una revisión profunda de la política de seguridad y justicia de las últimas dos décadas. También plantea interrogantes sobre la responsabilidad del Estado y sus líderes en la expansión del crimen organizado y el deterioro institucional.
Moreno concluyó su intervención con una defensa de la democracia como camino —no como meta— y con un llamado a todos los ciudadanos a asumir su responsabilidad.