Es, quizá, el filme más subestimado del gran maestro del cine Stanley Kubrick. A 50 años de su estreno regresa a las salas Barry Lyndon, una joya técnica, que ahora restaurada en 4K podrá apreciarse aún más en toda su virtuosidad.
Estrenado en 1975, el filme fue recibido entre alabanzas y críticas: por un lado, se resaltó la admiración por su riqueza cinematográfica, aunque desde la crítica se la trató de “emocionalmente fría” y esa mirada especializada tuvo una repercusión en el público.
Barry Lyndon relata una tragedia clásica de ascenso y caída, plena de matices, donde la pasión, el engaño, la adulación y el deseo de poder representan la esencia humana a través de la figura de Redmond Barry, un irlandés que busca abrirse paso en la Europa del siglo XVIII.
Kubrick buscó crear una experiencia históricamente creíble y lo consiguió con un rigor sin precedentes en la historia del cine. Y, gracias a la nueva tecnología, podrá apreciarse como si los cuadros de William Hogarth y Thomas Gainsborough, en quienes se inspiró, tuvieran vida.
La restauración, en ese sentido, permite apreciar cómo cada plano, gracias a los zooms lentos y encuadres precisos, se convierten en un verdader tableau vivant. Y es que Kubrick, siempre innovador, decidió realizar esta obra con la mayor cantidad de luz natural posible y para esto recurrió a una serie de lentes diseñadas para el programa lunar de la NASA.
Para su rodaje, Kubrick y el director de fotografía John Alcott lograron filmar muchas escenas interiores únicamente con luz natural, especialmente a la luz de las velas, algo extremadamente complejo. Para ello, recurrieron a tres objetivos Carl Zeiss Planar 50mm f/0.7, desarrollados originalmente para la NASA y las misiones Apolo.
Estas lentes, con una apertura sin precedentes y distancia focal fija, requirieron modificaciones especiales para adaptarse a las cámaras, permitiendo que el elemento trasero quedara a solo 2,5 mm del plano de la película. Así, fue posible rodar escenas con una iluminación media de solo tres velas, recreando la atmósfera íntima de la época.
Aunque se evitó la luz eléctrica siempre que fue posible, la mayoría de los planos se rodaron con lentes y luces convencionales, pero buscando siempre imitar la luz natural. Para iluminar los interiores más destacados, se emplearon focos Mini-Brutes, situados en el exterior y dirigidos a través de ventanas cubiertas con material difusor, lo que protegía los edificios históricos y lograba una luz uniforme. En ocasiones, la luz natural se dejó pasar, generando un tono azulado en la película frente a la luz incandescente.
El rodaje comenzó en 1973 en Irlanda, país que, cuando ya se había filmado un tercio, debieron abandonar tras recibir una llamada que tenía al director en la lista de objetivos del IRA Provisional para continuar luego en Inglaterra y Alemania.
Barry Lyndon fue realizada entre las aclamadas La naranja mecánica (1971) y El resplandor (1980), y fue su cuarta producción en color, con la multipremiada Espartaco (1960) siendo su debut (y la que le permitió embarcarse en superproducciones). En su mente estaba realizar un biopic sobre Napoleón, pero el fracaso comercial de Waterloo (1970), producida por Dino De Laurentiis, llevó a sus financiadores a retirar el apoyo.
Calificada como excesivamente lenta o pretenciosa, la película fue reivindicada, entre otros, por Martin Scorsese, quien la considera su favorita del cineasta. El humor negro recorre la narración, potenciado por la voz en off de Michael Hordern y la música fúnebre de Händel, que la transforman este drama de época en una sátira sobre la ambición, la apariencia y el poder.
Pero el uso de la fotografía en Barry Lyndon no fue solo una cuestión técnica, ya que Kubrick recurrió a su talento como fotógrafo: su temprano recorrido, forjado en las calles de Nueva York y en la redacción de la revista Look, sentó las bases de una carrera que transformó la narrativa visual.
“Stanley era una persona estoica, impasible, fuerte, y con una gran imaginación. Imponía respeto de una manera tranquila, tímida. Lo que él quisiese, lo hacías, simplemente te cautivaba. Cualquiera que haya trabajado con Stanley, hizo exactamente lo que él quería”, dijo Walter Cartier en la biografía de Vincent LoBrutto sobre Kubrick.
En julio de 1941, Kubrick recibió de su padre, el doctor Jacques Kubrick, una cámara profesional Graflex. Este obsequio resultó decisivo para el adolescente, quien hasta entonces había mostrado escaso interés por la escuela y prefería el ajedrez, la lectura y las funciones dobles en los cines del Bronx.
La cámara lo impulsó a salir de casa y a explorar la ciudad, obsesionado con capturar imágenes. Su pasión lo llevó a entablar amistad con Marvin Traub, vecino y aficionado a la fotografía, quien disponía de un cuarto de revelado en su hogar.
El propio Kubrick relató: “En la escuela era un inadaptado. Tenía muy poco interés por lo que me enseñaban, la lectura estaba relacionada a las tareas escolares. Creo que recién comencé a leer por placer cuando terminé el secundario. Sin embargo, sí había algo que despertaba mi interés: la fotografía”.
En otra entrevista, recordó: “Empecé simplemente tomando la cámara y sacaba fotos. Aprendí luego a armar un cuarto oscuro y todas las cuestiones técnicas, y así seguí. Hasta que llegó el momento en que empecé a buscar la manera de venderlas, de convertirme en un profesional”
Junto a Traub, Kubrick recorría las calles y experimentaba con los procesos químicos del revelado. Admiraba a Arthur Fellig, conocido como Weegee, reportero gráfico ucraniano que documentaba la vida urbana de Nueva York con crudeza.
“Fui paso a paso, enfrentando problemas y resolviéndolos. Y mirando hacia atrás, creo que esa experiencia es algo que no te enseñan en la escuela. Si puedes desarrollar ese costado, el de solucionar los problemas por tu cuenta, es increíble como te ayuda en cualquier otro tema. Así que creo que la fotografía fue algo mucho más valioso que las cosas que me enseñaron en la escuela”, sostuvo Kubrick.
Durante su paso por la William Howard Taft High School, el joven incursionó en la batería dentro de una banda de jazz, pero la fotografía prevaleció: se convirtió en director del club fotográfico escolar y comenzó a publicar imágenes en la revista estudiantil, cubriendo tanto eventos internos como noticias externas.
En 1945, con 16 años, Kubrick capturó la imagen de un vendedor de periódicos abatido tras la muerte del presidente Franklin D. Roosevelt. Llevó la captura a Helen O’Brian, jefa del departamento fotográfico de la revista Look, en ese momento, la gran competencia de Life. Salió de la redacción con USD 25 en el bolsillo y tras varias colaboraciones, terminó el secundario e ingresó al staff de la publicación, convirtiéndose en el fotógrafo más joven en su historia.
El trabajo en Look fue intenso y variado. Kubrick podía cubrir un circo por la mañana, retratar el tedio de los pasajeros en el subte por la tarde y documentar el trabajo en una siderúrgica por la noche.
Con el respaldo de sus colegas, desarrolló un nuevo formato narrativo: contar historias mediante secuencias de pequeñas fotografías. Una de las primeras, A Short Short in a Movie Balcony, se publicó el 16 de abril de 1946.
La serie, de carácter ficticio, exploraba los avances románticos de un joven y su novia en un cine. Los protagonistas eran amigos de Kubrick y la única espectadora visible, su hermana menor Bárbara. El director dio instrucciones contradictorias a los actores, lo que culminó en una bofetada real de la joven al muchacho por su atrevimiento.
La oportunidad de retratar celebridades llegó poco después. Kubrick realizó reportajes a figuras como Montgomery Clift, el pintor expresionista alemán George Grosz y el boxeador Rocky Graziano, además de ensayos fotográficos.
Uno de los más destacados, Prizefighter, publicado el 18 de enero de 1949, seguía la vida familiar del boxeador de peso mediano Walter Cartier durante dos combates. El trabajo mostraba el contraste entre la tranquilidad luminosa del hogar y la atmósfera oscura e inquietante del ring.
Esta experiencia resultó fundamental para su primer filme, Day of the Fight (1950), en el que volvió a seguir a Cartier con la cámara, replicando la estructura y el enfoque de Prizefighter. El vínculo con Look se mantuvo hasta 1950, periodo en el que Kubrick realizó cerca de 300 reportajes.
Con Day of the Fight inició su trayectoria como cineasta, que lo llevaría a dirigir 12 películas más. Aquella experiencia, de combate cotidiano con el uso de la luz, la creación de historias, ingresar en lo íntimo, lo profundamente humano y también lo mundanal, lo asistieron en un recorrido fílmico que vuelve a brillar a través del reestreno de Barry Lyndon.