Verónica Zumalacárregui, en Barcelona, uno de los lugares visitados en la nueva temporada de su ciclo (Prensa)

“Creo que es el mejor trabajo del mundo. No creo que haya otro mejor, pero es verdad que el cansancio se va acumulando”, aseguró Verónica Zumalacárregui, periodista española, sobre su recorrido incansable como viajera y conductora de Me voy a comer el mundo. El ciclo gastronómico, que estrenó su décima temporada por El Gourmet, la lleva una vez más a descubrir nuevos sabores y culturas. A lo largo de la entrevista, la comunicadora repasó los aprendizajes de una década, los desafíos de adentrarse en cocinas de todo tipo y la importancia de aprender a parar para poder seguir.

En charla exclusiva con Teleshow desde España, destacó que, tras diez años al frente del ciclo, cada destino y cada grabación supusieron nuevos retos y aprendizajes. Recordó que “las primeras temporadas fueron un verdadero suplicio”; las jornadas podían durar “dieciséis horas grabando, frío, calor, transporte público sin entender el idioma, Y al final vas viendo que todo el esfuerzo, tiene su recompensa y que unas cosas te van vinculando con otras”. Explicó que, aunque el programa ya está afianzado, el esfuerzo continúa siendo clave para sostener un envío que ya suma casi 60 emisiones.

En sus palabras, el secreto del éxito siempre fue ir más allá de lo turístico. “En Me voy a comer el mundo intentamos ir a otras zonas, no solamente lo turístico, sino a zonas más auténticas y más locales”, afirmó. La experiencia de entrar en casas de familias, compartir desayunos y abrir heladeras ajenas se convirtió en el sello distintivo de la comunicadora: “Para mí es un poco lo que me gusta de viajar, conocer realmente un país a través de la cultura y las casas. Ya sabes, ese es el sello diferencial de este programa. Al final, no es solamente que lo viva yo, sino abrir las puertas a los espectadores de que entren en casas de todo el mundo”.

Verónica Zumalacárregui no sólo recorre ferias y restaurantes, sino también ingresa a las casas de las familias. Aquí, en Cabo Verde

Esa cercanía, sin embargo, requiere no sólo persistencia. “Muchas veces me toca convencerle a alguno de abrir su heladera, porque hay gente que dice ‘por supuesto’ y otros que dicen ‘uy, ¿de verdad?’, y yo ‘venga sí, anímate’“, aseguró. “Ahora mismo estoy produciendo el próximo capítulo que nos vamos en unos días y parece mentira, pero cuando me enfrento a esto, siempre digo ¡qué esfuerzo!”, resaltó, mientras exhibía un block de hojas en blanco que pronto serán nuevas aventuras. Según aclaró, tras una larga preparación, a veces es posible resolver un itinerario en tres horas, pero el proceso siempre supone “un gran reto”.

En esta décima temporada, la conductora descubrirá nuevas realidades en Costa Rica, Sudáfrica, Cabo Verde y su país natal, España. Cada uno de estos destinos dejó una huella especial en el recorrido de la serie. La isla de Fogo, en Cabo Verde, fue uno de los lugares que más la sorprendió a quien aclaró que nunca antes había estado allí. “Estuvimos grabando en una casa local de una familia que estaba a los pies del volcán y estuvimos desayunando cuscús con café, que para mí era rarísimo. Ahí tengo muy buenos recuerdos de algo verdaderamente singular”, afirmó.

Viajar a través del paladar obliga a probar comidas desconocidas y, a veces, chocantes. La periodista recordó una experiencia en un chiringuito de Cabo Verde: “Probé un marisco que se llama buzio, que es como una caracola súper grande y en España no tenemos caracolas tan grandes. Allí me sorprendió porque estuvimos en un chiringuito con todas las caracolas ya vacías colgadas, como en forma de cortina. Para mí eso fue muy raro”.

Verónica Zumalacárregui también visitó Sudáfrica en esta nueva edición del ciclo

Los recuerdos gastronómicos se entremezclan con anécdotas de temporadas anteriores, pero la animadora aseguró que esos desafíos siguen presentes: “Siempre me toca probar unas cosas… Por ejemplo, la sopa de pezuña en Georgia, que la probé en 2022 y qué horror. Eso sabía a establo, era como chupar una vaca”.

Uno de los momentos más extremos fue el Sannakji, un pulpo vivo, en Corea del Sur. Cuando se sirve el plato y al llevárselos a la boca, uno puede ver los tentáculos moviéndose. Pero no es sólo un tema de gustos, puede ser un tema vital: los tentáculos se pueden llegar a pegar al paladar y sin dudas puede volverse difícil desprenderlos. Debido a la facilidad con que una persona puede ahogarse de esa forma, este pulpo crudo puede ser mortal: “Y con ese casi me atraganto, vamos”, rememoró Verónica.

Zumalacarregui sostiene que la esencia del ciclo es “vivir mucho y muy rápido”, enfrentando platos insólitos pero también compartiendo lo cotidiano de cada cultura: “El otro día hablaba con el director de la productora, que me ha acompañado durante todos estos años, y le decía que he vivido tanto que a veces no me acuerdo de todas las cosas porque ha sido todo tan trepidante. Y me decía ‘claro, pero es que tú has vivido más que ocho personas en toda su vida’”. Así, la periodista sigue sumando experiencias y sabores a una colección que ya abarca todos los continentes.

Verónica Zumalacárregui visita los mercados para buscar la materia prima

La acumulación de viajes, comidas y rodajes a lo largo de los años marcó profundamente a la conductora, tanto en su vida profesional como personal. Admitió que, aunque disfruta revivir ciertos episodios, prefiere hacerlo con distancia: “Me gusta verlos años después, porque hay cosas que no recuerdo. Vivo tanto que ya tengo mala memoria y cuando los veo años después me ilusiona porque digo ‘anda, si yo sabía esto, he dicho esto, he probado esto, estaba con esta gente’”. Explicó que mirar su pasado televisivo le permite valorar aún más la intensidad de su carrera: “Visto con perspectiva tengo un mejor recuerdo”.

Los desafíos no fueron solo gastronómicos o logísticos, sino también de aprendizaje y visibilidad. La periodista recordó cómo la exposición internacional le abrió la oportunidad inesperada de dar una charla TED: “La persona que me llamó para darla lo hizo después de que estuviéramos en contacto durante la pandemia por unos directos de productos canarios. Para mí TED ha sido un referente y de repente soy yo la que está ahí”. En esa ocasión, compartió cinco aprendizajes vitales adquiridos viajando y comiendo por el mundo, experiencia que, subrayó, solo fue posible gracias al programa.

Enfatizó también el costo físico y emocional de tantos años de trabajo: “Tengo 37 años, llevo viajando como una loca los últimos diez y es verdad que cada vez es más cansador. Me sigue gustando muchísimo, pero es agotador”. El contraste entre la pasión por viajar y el agotamiento fue una constante. Reconoció incluso la necesidad de encontrar momentos de pausa y espacios para sí misma, fundamentales para sostener el ritmo y seguir disfrutando de lo que considera “el mejor trabajo del mundo”.

La experiencia y el paso del tiempo llevaron a la periodista a reconocer la importancia de “parar” para poder continuar. Sugirió que, en los primeros años de grabación, el ritmo la llevó al límite: “El primer año grabamos veintidós países, que es una verdadera locura y he llegado a momentos de verdadero cansancio. Después de eso aprendí, pero a costa de sufrir mucho y de estar demacrada. He aprendido a darme tiempo de descanso antes de llegar a este punto de burnout”. Relató que hoy, después de cada rodaje, dedica un día completo a no hacer nada: “A veces estoy tumbada en el sofá viendo series porque necesito resetear”. Señaló que esos espacios de soledad y pausa se volvieron una parte esencial de su rutina para cuidar su bienestar, tanto físico como mental.

El manejo de las redes sociales también fue un aspecto crucial en su búsqueda de equilibrio. La periodista contó que se reserva semanas para alejarse de la conectividad digital: “Es necesario porque si las tengo activas, tengo que publicar cosas y no quiero estar pensando en eso. Si estoy de vacaciones, estoy de vacaciones. Hay vacaciones en las que no quiero pensar en nada y no me quiero poner una gota de maquillaje en quince días”. Este autocuidado es, según explicó, fundamental para regresar recargada a cada grabación y poder renovar la pasión por los viajes y la comunicación.

A nivel personal, admitió que su curiosidad y espíritu inquieto la llevaron siempre a buscar nuevos destinos: “Creo que siempre he viajado mucho, pero no desde pequeña. He comentado con mis padres: ‘¿Por qué soy tan adicta a viajar?’ Creo que soy muy curiosa y siempre me ha gustado lo diferente”. Para ella, el viaje no termina nunca: “El mundo es muy grande. Queda mucho por visitar y viajar es lo que más feliz me hace. Yo sé que voy a viajar toda la vida”.

De hecho, respecto de la Argentina, reconoció que sólo conoce Buenos Aires y Mendoza, provincia donde estuvo hace solo unos meses. Así que destacó que aún tiene mucho por visitar y espera regresar pronto a estas tierras, de las que alguna vez destacó que “siempre cuando viene gente de Argentina le pido que me traiga alfajores, que me hacen muy feliz». “Me encantan los sandwichs de miga y aquí los consigo, entonces hay días que me entran antojos y hasta que no los consigo no me doy por vencida. Y por supuesto. las carnes, que las dominan a tope, y el chimichurri que lo hacen mejor que nadie. El choripán y el helado”, resaltó. .

Al margen de la televisión, logró compatibilizar su trabajo con otros proyectos, como la publicación de un libro que escribió durante dos meses en los que pudo tomarse un respiro de las grabaciones: “La vuelta al mundo en 15 mujeres, en el que presenta quince historias de mujeres que, como ella misma dice, le cambiaron la mirada y aportan distintas opiniones y perspectivas de temas y retos sociales a los que el mundo se enfrenta».

La presentadora destacó que aprender a detenerse y priorizar el descanso fue una lección indispensable de su recorrido: “He aprendido a darme tiempo de descanso antes de llegar a este punto de burnout. Si no, no se puede seguir”. Así, la comunicadora continúa su camino, alternando las grabaciones del ciclo con nuevas metas personales y profesionales.