Un soldado que fue novicia huye con dos nenitas, dos monos, una perrita, y una yegua y su potrillo por la selva misionera para cumplirle el deseo a la Virgen del naranjel. Y también para escapar de la horca. Es que fue condenado por algo que no hizo. Pero eso no importa. Aquí la gran protagonista es la aventura en medio de la selva que muy bien desarrolla Gabriela Cabezón Cámara en esta preciosura de novela llamada Las niñas del naranjel, editada por Random House. Pura poesía.
“Soy inocente y tan a imagen y semejanza de Dios como cualquiera, como todos, no obstante haber sido grumete, tendero y soldado, más antes- antes- niñita en tu falda. ‘Hija’, ‘hijita’, llamábaseme y ni aún hoy, creo, ni aún con mis hombros militares ni con mi bigotillo ni con mis callosas manos armadas de espada llamaríasme de modo otro”, le escribe Antonio, a modo de confesión, a su tía, la priora del convento, donde vivió desde los 4 años hasta los 15 cuando se fugó.
Es como una confesión, pero no. En verdad son 25 años de andanzas que, la antaño niña vasca Catalina de Erauso, hoy Antonio, redacta casi en modo expiatorio y de diario, con la esperanza de que algún día la hermana de su madre o padre (después les explico) reciba. Es que Cabezón Cámara retoma en este relato fascinante la historia de la famosa Monja Alférez, que un día agarró la calle por su cuenta y nunca más paró. Bueno, sí. Pero eso no se los voy a contar.
El mundo es redondo
Hay algo de circular en esta novela que me hace acordar a Italo Calvino pero igual nada que ver. Lo digo más que nada porque la primera noticia que tenemos del personaje es que está huyendo para que no lo cuelguen en la horca, pero en el medio pasaron casi 3 décadas que a su vez habían comenzado cuando abandonó los hábitos y se escapó del convento en San Sebastián, España.
No es que el tipo se la pase huyendo, pero algo así: primero profugado del convento y al final prófugo de la justicia. Y en ese camino, además de encontrarse consigo mismo (la razón de todas las cosas), complicarse un poco con juegos de azar, algunos crímenes y terminar preso, se liberó de una carga pesadísima que le permitió finalmente ser Antonio, el mismo que le hizo la promesa a la Virgen del naranjel (una virgen que solo existe en la novela) de proteger a Michi y Mitãkuña, las dos nenas guaraníes que no lo dejan en paz con tantas preguntas.
“¿Con quién hablas vos, che, Yvypo Amboae? Antonio. He venido de tierras lejanas. No extrañas. Extrañas son éstas. Y no hablaba, escribía. ¿Mba’érepa? ¿Qué dices, Michi? Que por qué, te pregunta, por qué hablas solo, che. Le estoy escribiendo una carta a mi tía. (…) Dónde es tu tía? Lejos, en España. Cállate un ratito, Mitakuña, déjame seguir escribiendo.” Los tres habían escapado de un cuartel junto a dos monos, bautizados por las chicas como Tekaka y Kuaru, caca y pis en guaraní. También los acompaña Roja, una perrita que encontró al lado de Michi, la menor de las dos hermanas que hace todo el tiempo la misma pregunta ¿Mba’érepa?, que significa “¿Por qué?”.
La mayor, Mitãkuña es la que traduce. Y el grupete se termina de conformar con la yegua Orquídea y su potrillo Leche. Y no me quiero olvidar de mencionar el ave carroñera que los sobrevuela, muy atenta, como una “nube negra”, mientras dura la increíble correría de los personajes humanos y no humanos de esta preciosa épica.
“Tus ángeles son espíritus mitad pájaro mitad hombre. ¿Mba’érepa?. Porque tienen alas, Michi. ¿Ángeles mujeres hay? Los ángeles no son hombres ni mujeres. Como vos, che. Yo soy hombre, Mitakuña. Nde japu. ¿Soy mujer? Nahániri. ¿Y qué soy entonces?, Ángel, che. Pajarraco. Las niñas se ríen. Antonio también: no necesita que nadie le diga qué es. Y un ángel no está tan mal.”
Selva, guaraní y latín
La trama de Las niñas del naranjel es una tela de araña que se teje entre palmeras, árboles de palo santo, el idioma guaraní y el latín, que remite a un pasado que ya fue. Así, el territorio misionero, los protagonistas y sus idiomas forman parte de una misma red que los envuelve a ellos y a nosotros también. Porque Antonio no niega. Tampoco reniega de su pasado y es eso tal vez lo que me encanta de Cabezón Cámara. Su prosa es pura poesía. Todo se transita con dulzura y amor. Hasta lo más terrible.
O lo más difícil, como puede ser definir la identidad, y caminar cargado con tanto como si fuera nada. Y de fondo o primer plano la espesura que los cobija y les hace las veces de hogar en el hueco de un árbol. Es que la selva y su musicalidad lo son todo en esta obra ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz y el Premio Ciutat de Barcelona. “He oído el aleteo de un colibrí, ah tía, si verlo pudieras, imagínate un diminuto corazón color de noche, latiendo incesante y veloz, todo vestido de arcoíris (…) Huelo el perfume embriagador del palo santo. El orín que yo mismo he derramado y se ha llenado de mariposas negras y azules con un azul brillante como de Meditarráneo y de mariposas naranjas y rojas y de otras extrañas que tienen dibujado el número 88 en el reverso de sus alas. (…) He mirado también la nube de insectos que se complace en flotar sobre el agua. Tanto tiempo la he mirado, tía, que he descubierto que no se mojan. (…) Patinan sobre el agua.”
Gabriela Cabezón Cámara escribe magistralmente esta novela inspirada en una historia real y hace base allí para contar la destrucción de América y la codicia sin límites de los invasores. Parte de la vida de Catalina de Erauso, la Monja Alférez, que nació en 1952, como mujer, para sumarse años después a la conquista del continente americano como hombre. Ese hombre es Antonio quien, en la ficción de la escritora, es el que escribe una larga y detallada carta a su querida tía, que supo cuidarlo mientras fue una niña en el convento donde ella era directora y hoy es un señor hecho y derecho (o no tanto) que ha pasado por las mil y una y que lo único que lo mantiene en pie – después de 25 años donde hizo de todo- es el cuidado de sus niñas del naranjel, la perrita, la yegua, el potrillo y dos monos.
¿Y saben qué? Al final creo que todo esto es una gran excusa de la autora para revelarnos como lo bello y amoroso puede rescatarnos de la peor versión de los otros y de uno mismo. Es de lectura obligatoria. Y te va a encantar.
Quién es Gabriela Cabezón Cámara
Nació en Buenos Aires. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Entre sus publicaciones se encuentran las novelas La Virgen Cabeza (2009), Le viste la cara a dios (2011), Romance de la Negra Rubia (2014) y Las aventuras de la China Iron (2017). Su versión en inglés, The adventures of China Iron, estuvo en la Short List del International Booker Prize del 2020. Su versión en francés, fue shortlisted para el Prix Medicis en lengua extranjera 2021. Su obra fue traducida a once lenguas. Las niñas del Naranjel, recibió el premio Ciutat de Barcelona 2023 y el Sor Juana Ines de la Cruz. Fue además Premio Konex de Platino 2024.