“Elon Musk ha causado enormes daños en el mundo, especialmente con Doge (Departamento de Eficiencia Gubernamental por sus siglas en inglés), pero siento mucha simpatía por él». Así resume Jesse Armstrong en una entrevista con The Guardian su visión sobre el magnate tecnológico, en una reflexión que revela la complejidad de su mirada hacia los protagonistas de su nueva película, Mountainhead. El creador de la multipremiada serie Succession reconoce que, aunque el dueño de X fue brutalmente acosado en la escuela y tuvo una relación difícil con su padre -según una biografía de 2023-, no todo trauma justifica las acciones posteriores: “No todos los niños acosados acaban haciendo saludos nazis en el escenario. Eso no estuvo bien”.
En el centro de Mountainhead se encuentra una sátira sobre los llamados “tech bros” y la élite multimillonaria, inspirada en figuras como Elon Musk, Mark Zuckerberg, Sam Altman, y los inversores Peter Thiel y Marc Andreessen. La película reúne a estos arquetipos en una mansión de esquí, mientras una inteligencia artificial creada por uno de ellos desata el caos global. Dentro, los personajes compiten por el estatus en una jerarquía de billonarios, mientras afuera el mundo arde por las consecuencias de sus experimentos.
Armstrong, que evita el wifi en su oficina de Londres para no caer en la procrastinación, se distancia de la imagen del guionista glamoroso. Prefiere la compañía de otros escritores y rechaza la idea de sumergirse en Silicon Valley para documentarse. En lugar de buscar acceso directo a los poderosos, optó por leer biografías y escuchar podcast, detectando un patrón común entre los oligarcas tecnológicos: una fe inquebrantable en su impacto positivo. “Debe de ser maravilloso creer de verdad: ‘¿Sabes qué? Todo va a salir bien. La IA va a curar el cáncer, y no te preocupes por quemar el planeta para alimentar la IA, porque también arreglaremos eso’“, ironiza Armstrong.
La perspectiva de estos magnates, según el guionista, se asemeja a la vista perpetua desde un avión privado, mientras la realidad para el resto es “estar en una autopista, esquivando coches, pensando: ‘¡Dios, esto da miedo!’“. Esta distancia emocional y social es uno de los motores de la sátira de Mountainhead, que Armstrong define como “una pista de descenso en trineo: corta, algo amarga, y una vez que entras, no puedes salir”. La película se gestó a un ritmo inusual para la industria: en noviembre decidió abordar la intersección entre IA, criptomonedas y política libertaria (N. de la R.: con sugestivas y reiteradas referencias a Argentina); en mayo ya preparaba su estreno.
El reparto incluye a Steve Carell como Randall, “el Gandalf del dinero oscuro del grupo”, junto a Cory Michael Smith, Ramy Youssef y Jason Schwartzman. El rodaje tuvo lugar en una mansión de 1.950 metros cuadrados en Deer Valley, Utah, que estaba a la venta por 65 millones de dólares. Armstrong, que debutó como director de largometrajes en este proyecto, atribuye su capacidad para afrontar el desafío a su aprecio por los actores: “Lo que hacen me parece mágico”, confiesa, admitiendo que la cámara lo paraliza.
Antes de dedicarse a la escritura, Armstrong trabajó como asistente del diputado laborista Doug Henderson entre 1995 y 1997, en los albores del gobierno de Tony Blair. Reconoce que nunca entendió la política desde dentro y que su mentalidad siempre fue la de un observador, más interesado en los detalles curiosos de las reuniones que en el avance de su carrera.
La modestia de Armstrong contrasta con la mordacidad de sus guiones. Aunque se muestra ecuánime y justo en sus juicios, en Mountainhead despliega una sátira feroz sobre la falta de autoconciencia y la piel fina de los magnates tecnológicos. “Creo que el encierro en el que viven les dificulta recordar que los demás son personas reales. Pero también han dejado de intentarlo. Y algunos sienten que la persona superior no debería tener que esforzarse”, afirma. Aun así, encuentra en ellos un material cómico inagotable: “Gran parte de la gravedad de un Musk o un Thiel es también brillantemente ridícula”.
Armstrong no espera que los modelos reales de sus personajes se sientan aludidos ni ofendidos por la película. «La desmontarían al instante, de una forma que sería un 50% completamente justa y un 50% totalmente superficial. Pero no verían ninguna verdad en ella», sostiene. Mountainhead aspira a capturar el pulso del presente con la inmediatez de TikTok, aunque Armstrong duda de su propio interés por las historias “sacadas de los titulares”. No descarta, incluso, abordar un drama de época: “¿Victorianos con bonetes? Quizá. Sinceramente, quizá. Porque en realidad no me atraen tanto las ideas de actualidad». Aun así, reconoce la contradicción: “Estoy perdiendo fe en mi propia respuesta, porque evidentemente sí me gusta escribir sobre el ahora. Pero, honestamente, también me alegraría salir de ello”.