Me vas a decir que llego tarde. Que el primer libro del que voy a hablar ya circuló mucho, que fue best seller, que se agotó en la Feria del Libro 2023, que por qué ahora. Y te digo: porque así es con los libros, de pronto cuando están en el candelero no los tocás y por algún motivo los agarrás tiempo después y ah, puede pasar cualquier cosa. Ya te imaginás: voy a hablar de Fortuna, una novela rara y extrañamente atrapante de Hernán Díaz, un argentino que vive en los Estados Unidos y escribe en inglés. “Hay una solución. Dinero”, se dice hacia el final. Después de páginas y páginas financistas y millonarios, la frase se la dice un impresor anarquista a su hija. Es la esencia: el dinero es el gran protagonista del libro, un protagonista sensual pero, sobre todo, cruel.
Recibí esta semana un librito, chico, que me llamó la atención. Con un título pensado exactamente para que pasara eso; se llama Nuevo elogio del imbécil. Pino Aprile -escritor y periodista italiano- se va a preguntar aquí si asistimos al ocaso de la inteligencia. Y -acá el desafío- si en vez de un problema eso no es una ventaja adaptativa. Sí la imbecilidad como ventaja, duro pero ¿no es lo que parece?
Finalmente, quiero leer un libro que vengo cambiando de la mesa de luz al escritorio desde hace unos meses. Lo escribió la Premio Nobel coreana Han Kang y son… poemas. Pero si conocés Han Kang, la bestialidad lírica de su prosa, el mazazo de lo que cuenta siempre, podés esperar algo así en sus versos.
Allá vamos
1) Qué leí: “Fortuna”, de Hernán Díaz
Lo dicho: se ha contado mucho. Fortuna es una novela con un protagonista aparente, Andrew Bevel, que es millonarios, es un zar de las finanzas en Nueva York y, bueno, se lo acusa de haber generado el crack de la bolsa de 1929. NADA MENOS. La historia está contada de varias maneras. Si entramos desprevenidos primero no encontramos a ningún Bevel sino a Benjamin Rask, que es un millonario, zar de las finanzas… etc. Retraído, alejado del mundo. Pero se va a casar con una mujer a la que mucho su fortuna no lo impresiona. Y que va a terminar loca en un sanatorio en Suiza.
Ese capítulo empieza con una portada a la que hay que atender. Dice “Obligaciones. Una novela. Por Harold Vanner”. Pero cuando “Obligaciones” termina arranca la misma historia, o casi, y el protagonista sí es Bevel, que es retraído, se casa una mujer a la mucho no le importa su fortuna.. en fin.
La primera era la versón de Vanner, un escritor. La segunda, la del propio Bevel. Y cuando Bevel termina aparece una chica -la hija del anarquista- que, contra la voluntad de su padre, va a buscar trabajo a Wall Street y va a terminar… escribiéndole a Bevel esa autobiografía que acabamos de leer. ¿Se entiende? Y falta una versión más, pero no lo voy a contar.
El asunto es que, más allá de este nudo bien armado, el gran protagonista es, claro, el dinero. Cómo se llega a tenerlo, lo que se hace para multiplicarlo, el aura de quienes lo tienen, las humillaciones que se aceptan ante su presencia, el miedo que genera, la impudicia con la que se lo exhibe, esas cosas.
No es una novela moralista: lo que sorprende por momentos son las explicaciones financieras que se despliegan ante nuestros ojos ignorantes. Y que aceptamos como parte de la trama.
En un artículo en Infobae, el economista Pablo Mira decía que en el centro del libro había una pregunta: “¿Son las crisis eventos complejos provocados por las decisiones descentralizadas de millones de individuos coordinados en un “mal equilibrio”, o bien el resultado del complot organizado de un grupo de multimillonarios con ambiciones desmedidas?»
Bevel, la esposa, la filantropía de ella con el dinero “malo” de él y cómo, después del crack, los artistas beneficiados eligieron no ir a tocar más para ella porque, bueno, nadie quiere quedar pegado. Pero la narración da un salto cuando entra la chica Ida Partenza, hija del italiano revolucionario. La chica se ha criado con ese papá que predica y predica. Que dice que no le gusta Marx pero que en algo tenía razón, en la idea del dinero. “El dinero es una mercancía fantástica. Una fantasía. Ni lo puedes comer ni te abriga, pero representa toda la comida y toda la ropa del mundo”, dice el padre que dice Marx. El padre desprecia a la gente de las finanzas, “criminales”, los llama. Por eso golpea -yo paré y dije “uh”- cuando la hija está postulando para un trabajo de secretaria con Bevel y le preguntan por qué quiere entrar ahí y suelta: “¿Para qué trabajar en un sitio que fabrica una sola cosa cuando puedo trabajar para una compañía que fabrica todas las cosas? Porque el dinero es eso: todas las cosas. (…) Es el bien universal con el que medimos todos los demás bienes de consumo.»
El argumento de Marx para ponerse al servicio de Bevel. Es casi tan fuerte como cuando alguien la amenaza, la extorsiona y de pronto ella se da cuenta que ese peligro viene de muy cerca. De demasiado cerca.
Entre las transformaciones del dinero y las transformaciones humanas camina Fortuna. Y salís -yo salí-con la pregunta de cuánto manejamos de eso. De todo eso.
2) Qué recibí: “Nuevo elogio del imbécil”, de Pino Aprile
Escuché ya un par de veces en estos días hablar de “parásitos mentales”. La idea no puede ser más obvia: el que piensa distinto tiene parásitos mentales, es decir, está enfermo.
Además de obvia, la idea es vieja y los libertarios que la pronunciaron seguramente notarán que el concepto los emparenta con Josef Stalin, que mandaba a los disidentes al manicomio. Ideas distintas es locura porque estamos ante la verdad revelada. Uf, qué aburrido.
Así que me interesó el libro en que Aprile analiza la imbecilidad, ese mal que siempre aqueja a otros.
Enojado -se ve- aquí Aprile propondrá una idea bastante discutible: que los votantes eligen al que más se les parece y que como los imbéciles son mayoría… bueno.
Después de estas consideraciones, Aprile tratará de construir un argumento basado en la evolución de las especies. Los humanos, dicen, desarrollamos la inteligencia para sobrevivir ante nuestra desventaja física. Pero ahora, sostiene, el riesgo ya no es la extinción sino la multiplicación -otra idea discutible, ante la caída de la tasa de natalidad- y, entonces, “la inteligencia ha agotado s función”.
3) Qué quiero leer: “Guardé el anochecer en el cajón”, de Han Kang
Los primeros versos de Han Kang que escuché, los escuché de boca de su traductora, Sunme Yoon, quien, como se sabe, creció en Buenos Aires. Los leyó suave y con acento porteño en la Feria del Libro de este año.
Entonces, dejé entre la lista de los deseos Guardé el anochecer en el cajón, el libro que se publica ahora, que Han Kang es Premio Nobel. Te dejo algunos versos, qué te voy a decir:
De Junio:
“Aún así, la esperanza se asemejaba a un virus”
(…)
¿Qué me hizo caminar? ¿Qué hizo que me pusiera los zapatos? ¿Qué fue lo que me empujó?/¿Qué fue lo que me levantó/ cuando estaba tumbada sin fuerzas? Qué protegió/ la punta de la lengua de mis mordidas?
(…)
Me tapé los oídos. / pero no era un sonido para oír con los oídos, /no era una canción que se pudiera/ dejar de oir.
De Danza de la silla de ruedas
Llorar/ se me ha hecho un hábito,/ pero las lágrimas/ no me han engullido del todo.
Las pesadillas/ se me han hecho un hábito/ pero las noches insomnes/ que queman mis venas y arterias/ no me han devorado del todo.
A los dos meses de nacer/ el niño lloraba cuando anochecía. /No era que tuviera hambreo que le doliera algo./ Sin razón alguna,/ así estaba tres horas desde el atardecer hasta la noche./ Por miedo a que se esfumara como una burbuja,/ lo cogía en brazos/ y deambulaba por toda la casa preguntando:/ “¿Qué te pasa?/ ¿Qué te pasa?/ ¿Qué te pasa?“.
Se me caían las lágrimas/ y se mezclaban con las del niño.
(…)
Recién pasados los treintas/ upe lo que debía hacer/ cuando sollozas dentro de mí./ Como mirando la carita de un niño que gimotea,/ me dirijo a tus lágrimas saladas como la espuma:“Todo está bien”./ No digo “qué te pasa”/ sino “todo está bien”.
“Ya todo está bien”.
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Y algo más
Esto es todo por esta semana. Hace unos días con Leamos, la editorial digital de Infobae, publicamos Carlos Gardel. 50 historias de un artista eterno, donde el periodista Eduardo Parise recorre episodios destacados de la vida del Zorzal criollo.
Parise hace rato se especializa en temas de la ciudad de Buenos Aires y en tango. Aquí ha escrito capítulos breves, intensos, que van al hueso. Los pura sangre del cantor, la bala que tenía en el pulmón, el padre ausente, Hollywood, la madre soltera.
Se lee sencillamente en digital y también hay una edición en papel, que se consigue en la librería Medio pan y un libro, Virrey Avilés 3700, CABA.